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Torreón, ciudad sin liderazgos

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Torreón y la Comarca Lagunera atraviesan por una de las etapas más difíciles de su historia. A los viejos problemas de la escasez y contaminación del agua, y del desordenado crecimiento urbano, se han sumado la inseguridad, el deterioro del espacio público y el estancamiento económico. Aunque cada uno de ellos tiene sus propias causas, la imposibilidad de la sociedad y el gobierno para resolverlos sólo tiene una, a saber: la ausencia de liderazgos genuinos y visionarios que aglutinen esfuerzos no sólo para impulsar las soluciones urgentes sino también para fijar un rumbo claro para la ciudad y la región. La Historia -siempre aleccionadora- ofrece numerosos casos de ciudades y regiones que, gracias a esos liderazgos, han logrado sobreponerse a sus problemas e, incluso, convertirse en modelo para otras.

En la antigüedad clásica, brilla el ejemplo de la Atenas de los siglos VI y V a. C. Luego de la caída de la terrible tiranía de Hipias, hijo de Pisístrato, en el año 510, la ciudad se sumergió en una grave crisis política y social. Los aristócratas querían recuperar el poder y reinstaurar la oligarquía, mientras que los partidarios del depuesto y exiliado tirano pretendían traerlo de regreso. Fue en ese contexto que surgió la figura de Clístenes, un noble de ilustre ascendencia que, con el apoyo de buena parte del pueblo, llevó a cabo una profunda reforma al régimen de gobierno de la polis, con la cual se inició en Atenas y el Ática -su región circundante- la era de la democracia. Las instituciones que creó durarían casi 200 años y servirían de soporte para la grandeza que alcanzaría la ciudad en el siglo posterior.

Pero si en buena medida los problemas internos de Atenas quedaron resueltos con la reforma, las amenazas externas, por el contrario, crecían. Persia, el imperio más grande del momento, quería castigar a los atenienses por apoyar la revuelta de las ciudades jónicas sometidas. Pocas esperanzas tenía la polis de sobrevivir frente al inmenso poder de la maquinaria de guerra persa. Luego de una sorpresiva derrota en Maratón en 490 a. C., Persia preparó una nueva expedición, con más recursos y soldados, para acabar de una vez por todas con Atenas. Con audacia e ingenio Temístocles, uno de los héroes de la batalla de Maratón, encabezó la resistencia ateniense. Neutralizó a los ciudadanos partidarios de los persas; hizo del puerto de El Pireo el principal de Grecia, y convenció al pueblo de construir la mayor flota naval del mar Egeo, con la cual pudieron vencer a su enemigo en la famosa batalla de Salamina en 480 a. C. y poner a Atenas a la cabeza de todo el mundo griego.

Cuatro décadas después, bajo el liderazgo político de Pericles, quien se rodeó de los más prestigiados arquitectos y artistas, en pleno auge de la democracia creada por Clístenes y sobre la base del poder forjado por Temístocles, la ciudad que había estado a punto de ser destruida por las querellas internas y la invasión extranjera se convirtió en la capital cultural del mundo antiguo. Hoy más 2 mil 400 años después, la hazaña de Atenas, al igual que sus obras literarias, escultóricas y arquitectónicas -como el Partenón de la Acrópolis-, continúan fascinando a la humanidad.

Un ejemplo más reciente lo ofrece Bilbao, en España. Luego de experimentar un enorme y desordenado crecimiento urbano en la mayor parte del siglo XX, impulsado por una industria pesada y contaminante, la ciudad se sumió en una severa crisis económica a principios de los años 80 que la llevó al borde del caos social. En 1983, la urbe vizcaína se hundió literal y metafóricamente cuando la ría del Nervión -convertida entonces en la cloaca de toda la zona metropolitana-, se desbordó y provocó la más grande inundación en la historia reciente de Bilbao. Las consecuencias de la crisis y de la catástrofe natural pusieron a los bilbaínos frente a lo que parecía un callejón sin salida.

Al alcalde nacionalista José Luis Robles le tocó iniciar con la reconstrucción de Bilbao, a la par que tuvo que hacer eco de las voces cada vez más fuertes que hablaban de la necesidad de regenerar la golpeada y contaminada ciudad. Fue así que se colocaron los cimientos de lo que sería a la postre una de las metamorfosis urbanas más sorprendentes de las últimas décadas. En 1991, durante la administración de José María Gorordo, se fundó Bilbao Metrópoli-30, una asociación en la que participaron autoridades de distintos niveles de gobierno, empresas privadas y sociedad civil, creada para liderar la transformación de toda la zona metropolitana.

Hoy, 20 años después, Bilbao es una ciudad completamente distinta. Su antigua vocación industrial ha sido reemplazada por una economía de servicios, tecnología y turismo en donde la cultura, el respeto por el medio ambiente y la calidad de vida de los habitantes, son las prioridades. El prestigiado Museo Guggenheim es el símbolo y orgullo de una ciudad que no teme ver al futuro, y que en 2010 ganó el Lee Kuan Yew World City Prize, el llamado Nobel de las ciudades.

Los dos casos arriba expuestos muestran cómo los liderazgos positivos y reivindicadores de los reclamos sociales pueden no sólo detonar los cambios que una urbe requiere para resolver sus problemas más apremiantes, sino, sobre todo, dotarla de un proyecto con visión de futuro. Desgraciadamente, en el espectro político lagunero no se observa que alguien pueda ejercer ese tipo de liderazgo. Sólo una ciudadanía organizada y consciente podría crearlo.

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