Soy matutina, el olor tempranero del café y las noticias del periódico me llaman y acudo de buena gana porque me parece que es una buena forma de empezar el día.
Hay sin embargo, días aciagos en que las noticias son tan tristes que preferiría no haberme levantado. Me atropella en primera plana la noticia de que un Moreira reciclado ganó con gran ventaja la gubernatura de Coahuila. Es curioso, todos los comentarios que escuché en mi periplo lagunero fueron sobre el asco que provocaba por allá la churrinaca dinastía Moreira.
Por lo visto se impuso una vez más la des-memoria ciudadana que con su voto dio el triunfo al partido cuya filosofía fundacional ha sido siempre "El que no transa no avanza". Conservados en formol, igualitos a ellos mismos, los PRIvilegiados hicieron lo que mejor saben hacer: comenzar anticipadamente la campaña, usar recursos públicos para ganar votos, gastar más de lo permitido sin importar si proviene del "lavado", de donaciones que comprometen, o del erario público; porque si no ¿cómo?
Ellos saben por experiencia que con dinero baila el voto. De Elba Esther a los Moreira que ya se hicieron el guiño; la violación marca la guía de la victoria. Los antecedentes ya los conocían, las mañas también, ahora ni se quejen. Es condición humana no aprender de la experiencia y tropezar cien veces con la misma piedra. Lo que no acabo de creer es aquello de que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, porque estoy convencida de que el Estado de Coahuila, cuna de buena gente, emprendedora, luchadora y honesta; se merece algo mejor.
Ahora lo que corresponde es mantener a todos los Moreira (bastantitos ellos) bajo la lupa, y pues ni modo, con esos bueyes hay que arar. Seguro no faltará quienes conociendo el sistema priista desde dentro; ya se aprestan a la genuflexión, a doblar el espinazo hasta tronarlo; y si sobreviven a la náusea que seguramente les provocará su propio lacayismo, harán magníficos negocios y tendrán el sexenio más próspero de su vida. Para quienes no estén dispuestos a seguir las reglas del sistema, no hay más opción que seguir trabajando porque a nadie le conviene que un gobierno falle.
Yo como ya he dicho en varias ocasiones, no soy analista política, pero como ciudadana, intuyo en los triunfos de la pandilla basura un regreso al oscurantismo, a la prepotencia y a la corrupción; aunque en nombre de la democracia y de todos los mexicanos; estoy deseando equivocarme.
Por ahora me niego a seguir haciendo corajes y prefiero dar vuelta a la página. A sabiendas de que la misión de un periódico es ofrecer un poco de todo para todos; sigo hojeando hasta tropezarme con la foto -media página a todo color- del inapetente beso con el que sellaron el pacto de boda la preciosa joven Charllene Wittstock ahora princesa de Mónaco, y el arrogante, mujeriego y panzón príncipe Alberto. Todos conocemos (al menos eso espero) los sutiles matices de besar: hay besos fugaces, besos de despedida, besos intensos, profundos, húmedos... besos de cierra la puerta con llave.
En la foto que tengo frente a mí, el beso de los recién casados príncipes, aún envuelto en nubes de tul; me da la impresión de que lo que en realidad estaban deseando los novios era largarse cada uno por su lado. Enmarcada por el lujo de una ceremonia preparada para deslumbrar al mundo, y ante tres mil quinientos invitados ¿por qué estaba tan triste Charllene?
Lo estaba tanto que a la hora de depositar el ramo en el altar fue incapaz de contener las lágrimas; mientras su rancio novio, empacado en un impecable uniforme de opereta e incapaz del más sencillo gesto de complicidad o ternura; la miraba por encima del hombro.
La pobrecilla novia me recordó al canario Piolín cuando se sentía atrapado en una jaula. El desgano que mostró la ahora Princesa de Mónaco, seguramente tuvo que ver con lo que publicaron en su momento diferentes diarios franceses tan prestigiados como L'Express y Le Figaro acerca de que tres días antes de la boda y para sorpresa de todos los que la imaginaban enamorada y feliz; Charllene intentó escapar a Sudáfrica, de donde es originaria.
Parece que tomó un taxi para llegar al aeropuerto donde para su suerte o su desgracia (eso sólo se verá con el tiempo) le incautaron el pasaporte y la entretuvieron hasta que Carolina y Estefanía, hermanas del Príncipe Alberto, hicieron sus mejores oficios para convencerla de que debía volver al palacio para estar de cuerpo presente en el magnífico y millonario show preparado para la boda.
Al diablo con el periódico de esta mañana... todo es tan triste y además llueve. Mejor regreso a acurrucarme en mi cama.
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