Los modos de hacer política que condujeron al triunfo priista el domingo pasado en el Estado de México y otras tres entidades federativas entre ellas Coahuila, se apartan del camino hacia la democracia plena y con la elección presidencial de 2012 a la vista, son una amenaza de regresión al viejo sistema de partido de Estado.
No extraña la posibilidad de que en condiciones normales en la próxima elección pudiera darse la alternancia a nivel presidencial como en cualquiera democracia del mundo sin embargo, el hecho de que tal cosa llegara a ocurrir a favor de un partido que en la práctica propone un populismo oligárquico basado en la experiencia y procedimientos del pasado, resulta una amenaza para México.
En efecto, la ambigua propuesta priista de Enrique Peña Nieto, en los hechos reúne elementos del echeverrismo de los años setenta en contubernio con los dueños del gran capital local y transnacional, propio de la visión globalista del gobierno de Salinas de Gortari. En otras palabras, lo peor de ambos sistemas reunidos en uno que puede definirse, como oligarquía plutocrática de izquierda.
En los estados priistas, para mantener contenta a la gente, el gobierno alienta el consumo a base a un crecimiento desmesurado de la burocracia, y entrega dádivas directas a los electores para comprar su voto, pero no aplica políticas públicas que eleven el nivel educativo y fomenten la inversión productiva, ni que propicien el empleo ni la generación y reparto de riqueza. Como consecuencia esos gobiernos generan masas empobrecidas, que son la materia prima de su permanencia en el poder, mediante limosnas que el gobierno utiliza a cambio de sumisión y control político electoral.
Lo anterior se complementa con la difusión de miedo desde la cúpula del poder a través de las estructuras burocráticas, para mantener atemorizados tanto a los propios empleados públicos como a cuanto ciudadano caiga en el garlito. Bajo tales circunstancias, el priismo de nuevo cuño como beneficiario del temor y la pobreza imperantes, es el primer interesado en mantener a los electores atenazados entre el miedo, la ignorancia y la miseria.
Es obvio que la riqueza del estado procedente de la recaudación de impuestos y los ingresos del petróleo no son suficientes para sostener semejante sistema, y ello explica la pavorosa deuda pública asumida por las entidades locales en la actualidad, incluido el Estado de Coahuila, lo que llevado al plano federal en el pasado priista, nos conducía cada seis años a crisis económicas recurrentes.
El deseo de evitar tales crisis fue la razón por la cual la apertura comercial y política de los años noventa del siglo pasado dio origen a un proceso de cambio que está interrumpido e inconcluso. Lo anterior porque el propio priismo ha puesto freno a las reformas legislativas y constitucionales que se requieren, con el objeto de complicar la gestión de los gobiernos de la alternancia y provocar su debacle, sin importar que con ello condene a la Patria al subdesarrollo y a la mediocridad.
Entre los beneficios de la alternancia se obtuvo la descentralización de las decisiones y de los recursos en favor de las entidades federativas, cuyos gobiernos actuales han disfrutado como nunca de acceso a dinero público lo que sin embargo, lejos de fortalecer al sistema federal, ha dado origen a la conversión de los estados en feudos priistas, gobernados por reyezuelos de horca y cuchillo.
Como añadido la aparición de la violencia provocada por los cárteles del crimen organizado, encontró el campo fértil y abonado para entrar al juego político, poniendo a nuestro país en la disyuntiva lamentable de la desintegración o el autoritarismo.
En semejante escenario, se explica que muchos ciudadanos incurran en el error de voltear al pasado de la dictadura de partido de Estado en busca de soluciones sin embargo, la experiencia de los mismos años noventa y el voto reiterado por la alternancia, advierten que el viejo sistema se agotó y no existen razones para pensar que si hace diez, veinte o más años ya no funcionaba, vaya a funcionar ahora o en el futuro.
La alternativa frente a este estado de cosas, es la de mantener el rumbo de México en tránsito hacia la democracia plena e impulsar las reformas institucionales que nuestro país requiere, pues de lo contrario, el país en su conjunto sufrirá la experiencia que en la ciudad de Torreón estamos viviendo a nivel local. En efecto, de la administración panista presidida por José Ángel Pérez Hernández, en su momento cuestionada con más o menos razón, caímos a un abismo de ineptitud y opacidad sin fondo, bajo la actual administración priista.