Qué bueno que todo salió bien en el juego entre las selecciones de México y Brasil apenas el pasado martes en el Territorio Santos Modelo. La decisión de haber regalado las camisetas verdes y blancas para formar ese mosaico bicolor con los colores del equipo de casa, por supuesto que ayudó a mejorar nuestra imagen ante quienes siguieron el partido contra el cuadro pentacampeón mundial. Lástima del resultado, la verdad es que fue un descuido y tenía que ser en nuestra casa donde se perdiera el invicto luego de la Copa del Mundo. Esas son cosas meramente de futbol.
Sin embargo, a la par del ambiente, se sentía una tensa calma de que no se fueran a repetir los hechos como los que sucedieron en el juego ante el Morelia, en el que la balacera suscitada a las afueras del juego obligó a la suspensión del mismo y con ello, en vivo y a todo color, se pudo dar cuenta del horrible ambiente que asuela a La Laguna.
Por fortuna, nada de eso sucedió en los alrededores del estadio, pero en cambio, es una realidad que la violencia, y particularmente los homicidios practicados con brutalidad se están incrementando día con día. Tan sólo el pasado martes, siete fueron las personas que aparecieron asesinadas, cuatro de ellas colgadas en el puente del bulevar Revolución, justo enfrente del Tecnológico de La Laguna.
Por la Alameda, en la calle Degollado y avenida Morelos, otros cuerpos aparecieron decapitados en el interior de un automóvil, las testas de los cadáveres estaban exhibidas en el capote del mismo vehículo.
Como estos casos, cada vez se está haciendo más común este tipo de macabros hallazgos; el puente peatonal del bulevar Independencia a la altura del Simas, y el paso deprimido en la Comonfort, en la periferia de Peñoles, han sido sitios también seleccionados para el abandono de cuerpos. Este año el número de homicidios dolosos en Torreón particularmente proyecta para incrementarse al doble del año pasado, tal como lo consignan los datos de la Fiscalía del Estado de Coahuila. Este problema parece pues no tener fin, en este momento, nos encontramos en medio del túnel y de la prometida luz no se tiene avistamiento alguno.
Bajo estas circunstancias, hace unos meses Jorge Castañeda, analista político, miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos y excanciller, y Héctor Aguilar Camín, historiador, escritor y periodista, publicaron un par de ensayos, intitulados: Un Futuro para México y Regreso al Futuro, en los que plasman su visión y propuesta para sacar a todo el país del letargo en el que está.
Dentro del cuerpo de estas publicaciones, particularmente en Regreso al Futuro, los señores tocan el tema del problema de seguridad y hacen propuestas al respecto. Me parece que vale la pena rescatar algunos puntos para contrastarlos con la realidad que hoy se vive en La Laguna.
En primer término señalan que quien piense que solamente las policías son las instituciones que están corruptas, está equivocado. El problema es que no se cuenta con un sistema judicial confiable del todo. Esto implica además de jueces, a ministerios públicos, federales o locales, alcaldes, militares y hasta políticos de mayor relevancia. El punto de todo esto, es crear un real sistema de procuración de justicia que dé la impresión de que quien transgreda la ley, será sancionado. Hoy en día eso por supuesto que no sucede en México, pues apenas 5 de cada 100 delitos que se cometen son castigados; hoy el temor a la ley es una burla.
Esto por supuesto no se puede hacer solamente desde el ámbito municipal, pero si al menos cumplieran nuestras autoridades con lo que les corresponde, mucho se avanzaría. Cumplir y hacer cumplir los reglamentos municipales sería un avance- el caso de la portación de placas en los autos como debe de ser, sería un ejemplo para iniciar, aunque no sea normal propiamente municipal-. Igualmente que los alcaldes no permitieran los actos de corrupción de sus subalternos, que en muchos casos son evidentes, ayudarían.
Hay en la propuesta de Castañeda y Aguilar dos puntos torales que hay que resaltar: no atacar el tráfico de drogas sino sus daños colaterales, como homicidio, extorsión, violencia en los espacios públicos. La segunda señala que habría que despenalizarse el consumo de drogas; esto obviamente escaparía nuevamente de la competencia.
En los ensayos citados, se explica claramente su propuesta en materia de seguridad, pero el extracto que está líneas arriba, se podría materializar en lo siguiente, amén de tratar de paliar los terribles índices de asesinatos que estamos viviendo.
Dejar que la Policía Municipal tenga entre sus prioridades el ataque al tráfico de drogas o a la compraventa al menudeo de las mismas. Es obvio que por ley en caso de encontrar flagrancia en este tipo de delitos tiene que intervenir, pero mejor que se enfoquen a controlar los delitos patrimoniales como el robo a casa-habitación, comercio o de los autos, particularmente en modalidad de asalto.
En tanto a la legalización del consumo de estupefacientes no es un asunto ni municipal, ni estatal, pero sí mientras tanto la Policía y las autoridades locales se esmeran en protegernos de otros hechos delictivos, más allá del comercio de las drogas, podría ser un factor para crear condiciones para recuperar parcialmente la paz, aquí nuevamente tiene que ver con los gendarmes municipales, ¿de qué sirve encarcelar a un "puchador" de esquina cuando pululan cientos de asaltantes y ladrones por las calles? Lo que queremos es paz, más allá de entrar al debate ontológico de que cada individuo decide consumir drogas o no, y más aún pensar que se puede parar la oferta de narcóticos cuando hay demanda dispuesta a pagar por ellos.
En fin, por la desesperación, quizá el texto de Aguilar y Castañeda podría aportar algo para tratar de disminuir las diarias matanzas de personas que hoy se dan en Torreón.
eirazoqui@elsiglodetorreon.com.mx