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Un ambiente radiactivo

La radiactividad está presente en todo el Universo, pero cuándo debemos de preocuparnos

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Cuauhtémoc Torres

A raíz de la emergencia nuclear en Japón, ocurrida hace unos meses por un terremoto y posterior tsunami, surgieron como espuma las preguntas sobre los daños radioactivos a otros países. Específicamente en México.

Muchas fueron las voces que se preocupaban por la situación de la crisis nuclear, pero pocos los que sabían a ciencia cierta qué pasaría con nuestro país. Incluso, se llegó a propagar el rumor que una nube gigante llegaría a México y seríamos víctimas de la radiación, pero muchos especialistas se encargaron de desmentir la versión.

Por su parte, el Gobierno mexicano consideró “imposible” que la radiactividad emitida por los reactores de la central nuclear de Fukushima, dañada el 11 de marzo por un terremoto y un posterior tsunami, tengan algún efecto negativo en la población de este país. “Aunque suelte Japón cualquier cantidad de material radiactivo, para que llegue a México en niveles que hagan daño es imposible”, dijo en entrevista Juan Eibenschutz, director de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias de la Secretaría de Energía.

“Si en Japón, a 40 kilómetros de la planta no ha sido necesario evacuar a la gente, por qué nos preocupamos a 10 mil kilómetros de distancia, no lo entiendo”, agregó el alto funcionario.

Por su parte, la Secretaría de Gobernación informó que estaciones monitoras ubicadas en las costas mexicanas del Pacífico reportaron niveles de radiación más altos de lo normal procedentes de Japón. La dependencia dijo que los mismos “no representan riesgo alguno para la población en el territorio nacional”, donde va a seguir el control permanente de la situación, aseguró el ingeniero.

¿Qué es la radiación?

Pero la mayoría de las dudas que surgiero se dieron por el desconocimiento de la población sobre qué es la radiación y cómo puede dañar nuestra salud.

Lo primero que debemos saber es que la radiactividad está presente en todo el Universo. Las rocas, las plantas y los animales son radiactivos, y nosotros mismos poseemos de forma natural algunos de estos elementos tales como polonio y radio en nuestros huesos, carbono y potasio en nuestros músculos y en determinadas circunstancias gases nobles y tritio en nuestros pulmones.

Como segundo paso debemos saber que la radiación es una forma de energía que proviene de diversas fuentes, algunas naturales como el Sol y otras creadas por el hombre de forma artificial como los Rayos X emitidos en las radiografías médicas, o bien, la energía generada en las fábricas industriales.

La exposición a altos niveles de esa energía conlleva algunos peligros para la salud de los seres vivos, incluidos los humanos.

Según el Consejo de Seguridad Nacional de España (CSN) la radiación es entendida como “la energía que se propaga en forma de onda a través del espacio”. Los átomos son los encargados de producir esa energía. Están compuestos de neutrones y protones, elementos que si se combinan bien entre ellos permanecen en equilibrio, en cambio, si existe una ligera mayoría de cualquier elemento se produce la desestabilización desencadenándose en la emisión radiactiva. Este proceso es denominado fisión nuclear.


Existen diferentes tipos de radiación, pero las más destacadas son:


-Radiación ionizante: la producen las centrales nucleares.


-Radiación electromagnética: procedente de cualquier cuerpo que supere la medición 0 K, como teléfonos, cables de alta tensión, televisores, transmisores de radio...


-Radiación ultravioleta: procedente de los rayos solares que penetran las capas de la Tierra.

Daños a la salud

Para aclarar más las dudas el radiobiólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Eduard Rodríguez-Farré, explica que la radiación “ni se ve ni se huele, pero sus efectos son a largo plazo y dañarán la salud y el medio ambiente durante años”.

Rodríguez-Farré, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona, señala que “en el núcleo de un reactor nuclear existen más de 60 contaminantes radiactivos a partir de la fisión del uranio, unos de vida muy larga y otros de vida muy corta, pero casi todos tienen una gran afinidad con nuestro organismo y se acumulan en él, ya que son parecidos a nuestros elementos biológicos”.


Rodríguez-Farré afirma que de entre esos 60 contaminantes, los que tendrían mayores consecuencias para la salud humana serían el yodo, el estroncio 90 y el cesio (C-137).


“El yodo afecta inmediatamente y deja mutaciones en los genes, a partir de las cuales se puede desarrollar luego el cáncer de tiroides”, sostiene el toxicólogo, quien recuerda que el accidente de Chernóbil multiplicó por diez los casos de cáncer de tiroides en Centroeuropa.


Por su parte, “el estroncio se acumula en los huesos un mínimo de 30 años, como si fuera calcio, y durante años continúa irradiando el organismo; mientras que el cesio queda depositado en los músculos”.


Ambos contaminantes “aumentan el riesgo de todo tipo de cánceres, especialmente de huesos, músculos y tumores cerebrales, disminuyen la inmunidad del organismo y aumentan la capacidad de sufrir otras patologías”.

Además, la radiación altera la reproducción y afecta más a las mujeres que a los hombres, ya que “los espermatozoides se regeneran totalmente cada 90 días y un espermatozoide alterado desaparece en ese periodo, pero los óvulos están en los ovarios toda la vida, y si un óvulo alterado por la radiación es fecundado posteriormente, habrá malformaciones en el feto, aunque sea años después”.


Consecuencias al ambiente

Las consecuencias para el medio ambiente no son menores: “A largo plazo la contaminación nuclear se deposita en el suelo y en el mar, y se incorpora a la cadena trófica, de los peces, del resto de animales, de las plantas, la fruta, las verduras…”.


Este proceso, argumenta el científico, “se va bioacumulando, es decir, va pasando de un ser vivo a otro y va empeorando”, y un ejemplo de ello es el de los “miles de renos que hubo que sacrificar en el Ártico tras Chernóbil, porque estaban absolutamente contaminados a través de los líquenes que habían comido”.


Respecto a las medidas a tomar para prevenirse de la contaminación radiactiva, Rodríguez-Farré señala que el contacto con la piel se puede eliminar lavándose con el mismo celo que tiene un cirujano cuando entra a un quirófano: limpiando y cepillando el cuerpo, el pelo y las uñas con detergente y desechando la ropa.


Más complicado es luchar contra la principal vía de contacto con los contaminantes: “la inhalación”, ante la cual prácticamente sólo son efectivas pastillas de yodo como las que las autoridades japonesas están repartiendo a la población.


“El tiroides cuando está repleto de yodo, elimina el que le sobra, así que si tú saturas de yodo normal el tiroides -con las citadas pastillas-, ayudas a que si inhalas yodo radiactivo lo elimines rápidamente”, aclara.

Sus funciones en la medicina

Sin embargo, hay que aclarar que la radiación controlada no representa ningún riesgo para la salud e incluso conviven con los seres humanos en hospitales, industrias y sirven para tratar el cáncer (radioterapia) y diagnosticar enfermedades, a través de las radiografías por ejemplo.

Las radiaciones se usan en Medicina para:

· ESTERILIZACIÓN: con esta técnica se tratan gasas, jeringas y material quirúrgico.

· DIAGNÓSTICO: desde la ya popular radiografía a la que la mayoría de nosotros nos hemos sometido más de una vez hasta los estudios más complejos como por ejemplo la angiografía. Las técnicas de diagnóstico usando radiación se transformaron en un auxiliar poderoso del médico para beneficio de muchas personas.

· TERAPIA: la radioterapia se utiliza para destruir células cancerosas mediante la aplicación de radiación gamma.

El uso de radiación en medicina produce exposición a la misma por parte de las persona tratadas. Los beneficios logrados superan al riesgo ocasionado. Los usos médicos de la radiación en su conjunto constituyen el 16.6% de la dosis anual de un habitante cualquiera de esta Tierra.

Fuentes: Nucleoelectrica argentina, Consejo de Seguridad Nuclear de España, El mundo.

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