L Os franceses le dicen "tener un violín de Ingres" a la capacidad o afición paralela o circunstancial que tiene una persona por un oficio a actividad distinta a la que practica profesionalmente, como el amor a tocar el violín que tenía el gran pintor. Mi "violín de Ingres" (guardando todas las proporciones, y a la ene potencia) es cierta habilidad para leer en voz alta.
En esa calidad de locutor, grabé por amistad las bandas sonoras de algunos documentales etnográficos que hice con mi amigo Nicolás Echevarría; grabé por gusto en el Fondo de Cultura un disco con poemas de Ramón López Velarde, y grabé por dinero para Conaculta una larga serie de televisión que se llamaba "El alma de México", cuyo anfitrión era Carlos Fuentes, y cuyo guión -que no sé quién fabricó- estaba tan mal escrito que era menester corregirlo sobre la marcha.
Esa serie de Fuentes aspiraba a competir con una previa, a la que de hecho imitaba: "México en la obra de Octavio Paz", que produjo Televisa, y cuya narración también hice yo. (Esa la grabé por pura devoción.) Muchos años después todavía hay quienes me agradecen ayudarles a dormir, pues esos hermosos programas suelen proyectarse durante la madrugada, si bien ahora han sido tasajeados e "intervenidos" por una cosa que se llama ForoTV. Una vergüenza, pues esos programas fueron pensados por Paz con el mismo aliño que ponía en sus ensayos. Creo que son visibles en YouTube.
Me entero de que Conaculta ha puesto a disposición del público una aplicación ("App") para tableta digital con el poema "Blanco" de Octavio Paz, legible y audible, rodeado de música y arte, academia y comentarios, imágenes y manuscritos. No puedo verlo pues la descarga debe hacerse desde la tienda Apple de México y como tengo la desgracia de estar lejos, hay un conflicto bancario (aunque la App es gratuita). Ni modo.
Lo que sí puedo es recordar el día que hicimos la grabación, pues tomé nota en mi diario. El viernes 10 de marzo de 1995 anoté: Me llama Octavio para pedirme que grabe con él y con Eduardo Lizalde "Blanco" (1967). Esta grabación acompañará la nueva edición de El Equilibrista que será presentada en El Colegio Nacional "con música e imágenes".
Miércoles 15: llego al mediodía a El Colegio. Eduardo ya está ahí, con el buen Fausto Vega, que nos muestra la asombrosa adaptación del edificio que está haciendo Teodoro González de León. Octavio llega tarde, a las 12 y media, con Marie José. Octavio se ve bien en general. Tiene una gota de agua en el ojo izquierdo. Todo su lado izquierdo se ve maltrecho.
Lo incomodan los micrófonos y la obsequiosidad con que lo trata todo mundo. Comenzamos a grabar y se enfada por los cortes continuos a causa del ruido ambiente. Cambiamos el "estudio" de grabación al comedor de El Colegio. Mientras caminamos manifiesta su aprensión ante el estado de cosas (lo que se ha dado en llamar "el error de diciembre"). Octavio se pregunta: "¿Qué va a pasar? ¿No va a haber qué comer, verdad?" Luego agrega, con fastidio "Voy a tener que ir a Estados Unidos a ganar algo de dinero", pues sus ahorros y lo del Nobel se han ido en tratamientos médicos.
La lectura es más fluida ahora. Es curioso: tres generaciones leyendo el mismo poema. Octavio lee muy bien la parte final (a partir de "En el centro del mundo del cuerpo"), sin una sola interrupción. Luego escuchamos el resultado. Octavio no está del todo satisfecho. Yo tampoco. Quizá las partes que leemos Eduardo y yo deberían haber tenido más ritmo, menos prisa. Octavio nos agradece al bajo profundo Eduardo y a mí, el barítono. "Supongo que yo fui el tenor desafinado", concluye.
Hasta ahí el diario. Ahora, dieciséis años después, gracias a la tecnología, ese poema central es llevado por miles de personas a su artilugio digital. Qué maravilla. Me encanta haber jugado un papel insignificante en el asunto. Miles de personas leyendo, mirando y escuchando, miles de personas que escuchan intrigadas: "falo el pensar y vulva la palabra..."