Algo no cuadra. En noviembre de 2010 GEA-ISA reportaba que los mexicanos que desaprueban la gestión del presidente Calderón son más que quienes lo aprueban. El asunto se vuelve más dramático cuando miramos el desempeño del gabinete: son casi tres veces más los que desaprueban. Los Pinos deberían estar muy preocupados. No se debe gobernar para ser popular, pero no está mal echarle un ojo a la desaprobación de los gobernados. Los datos de Reforma mostraron que casi un 80% sigue estando de acuerdo con que se utilice al Ejército para combatir el narcotráfico, pero a la par la mitad de los mexicanos cree que el Ejército ha incurrido en violaciones a los derechos humanos. La credibilidad del Ejército no ha caído, sigue siendo una de las instituciones con mayor prestigio, pero hay un foco rojo prendido alrededor de su actuación. Hay más.
Cuando en diciembre Reforma preguntó sobre la percepción de quién va ganando la guerra contra el narcotráfico, los mexicanos se dividieron de manera muy clara: por cada mexicano que cree que el Gobierno Federal va ganando, hay dos que piensan que el narco es el vencedor. O sea que hay un severo problema de percepción. De hecho de agosto a noviembre el porcentaje de pesimistas aumentó casi trece puntos, pasó de 39 a 52% (GEA-ISA). La percepción sobre la seguridad pública también está en crisis. La destrucción de plantíos es mucho menor que hace una década; el consumo interno se incrementa, los cárteles se multiplican, ya no digamos las organizaciones criminales derivadas de ellos. Amplias zonas del país parecieran estar en guerra. El censo reporta un número increíble de viviendas vacías en entidades como Tamaulipas; ciudades como Tampico o Monterrey -la otrora joya de la corona- viven en el pánico. Los muertos -el renglón más dramático- no cesan. Desde dentro el panorama es el horror.
Pero no sólo es la percepción interna: la imagen de México en el mundo está hecha pedazos. Nuestro país es hoy sinónimo de violencia y descontrol. Alrededor de veinte países han declarado a México zona de peligro y por lo tanto han sugerido a sus ciudadanos no viajar a ese territorio de riesgo. Lo mismo pasa con las entidades de los Estados Unidos, alrededor de 15 han procedido a sugerir a sus ciudadanos que no viajen al vecino del sur en particular a ciertas entidades. Pero de nuevo, hay más.
Hace unos días Freedom House, una institución creada por la viuda de Franklin D. Roosvelt para medir las libertades políticas y de expresión, dio a México un golpe terrible. La institución divide al mundo en tres categorías en relación a la libertad de prensa: libre, parcialmente libre, no libre. Si Aristóteles leyera el Informe protestaría por lo de "parcialmente libre", pero en fin, Aristóteles no forma parte del consejo de Freedom House. Pues resulta que México estaba clasificado como parcialmente libre. Esto fue toda una conquista en tanto que durante la etapa autoritaria, con todos los controles y presiones, México era clasificado simplemente como no libre. Llevó años conquistar la posición intermedia. Pues resulta que ya regresamos a la categoría de no libre. Pero ahora no es por las presiones y controles políticos sino por algo aún más dramático, por el número de periodistas amedrentados o asesinados. Para la institución en México hoy hay menos libertad de prensa, de ahí la importancia de los códigos de ética y de los acuerdos entre medios que permitan navegar en las aguas turbulentas que vivimos.
Insisto, algo no cuadra. Resulta que la imagen internacional del Presidente Calderón está en auge. Premios, reconocimientos, menciones a su valentía, a su arrojo. La paradoja no podría ser más evidente: la imagen de México está por los suelos y el presidente vuela en las alturas. Es claro que el mejor escenario es que tanto el país como el presidente tengan buena imagen. Brasil con Lula sería quizá el ejemplo. Pero también está el caso de Uribe: él no tenía buena imagen internacional, pero el país sí. Por supuesto está la opción menos deseable: Venezuela. Tanto presidente como país naufragan. Por los resultados algo en la estrategia gubernamental está fallando.
El prestigio de Calderón en el mundo le sirve poco al país. En cambio el desprestigio de México se traduce en caída en la inversión, en menor generación de empleos, en una afectación severa en la prosperidad de los hogares mexicanos. Si hubiera que optar sería mejor que la imagen del presidente se sacrificara por la imagen de México y no viceversa. ¿Cuánto le cuesta a México la calificación de The Freedom House? Difícil cuantificarlo, pero es de las peores noticias que hemos recibido en muchos años de nuestra imagen internacional. Ahora de nuevo estamos por debajo de Pakistán, de Argelia, de Zambia. ¡Un éxito!
P.D.
Una vez más los incendios de bosques y pastos arrasan a México. No es un infortunio, casi todos son producto de una acción humana. Una vergüenza nacional a la que no debemos acostumbrarnos.