Hombres de mentes, 2009.
Infancia es destino, dicen escritores y psicoanalistas. Y en el caso de Jeff Bridges, esa frase puede sintetizar su vida y explicar su prolífica carrera. Con más de 60 películas en su haber, se ha forjado una trayectoria en donde la diversidad y la entrega son las constantes.
Nació en Los Ángeles, California, el 4 de diciembre de 1949, en la última etapa de la llamada edad de oro de Hollywood. Hijo del famoso actor de cine y televisión Lloyd Bridges y de la actriz Dorothy Dean Bridges, Jeff tuvo sus primeros contactos con la actuación a muy corta edad. Junto con su hermano mayor Beau hizo apariciones ocasionales en la popular serie de televisión Sea Hunt (1958-1961), que protagonizaba su padre.
Luego de high school se mudó a Nueva York para estudiar arte dramático en el reconocido HB Studio fundado por Herbert Berghof, y del que han egresado excelentes actores como Harvey Keitel, Jessica Lange, Jack Lemmon, Christopher Reeve, Al Pacino, Robert De Niro y Sigourney Weaver, entre otros. Muy pronto, Jeff mostraría que por sus venas corría auténtica sangre de histrión.
UN BUEN ARRANQUE
Su primer papel de importancia llegó con La última película (The Last Picture Show, 1971, Peter Bogdanovich), en el rol de Duane Jackson, un inquieto muchacho de clase media residente de un pueblo aislado de Texas y que después de una decepción amorosa decide enlistarse en el ejército. Su gran interpretación fue toda una revelación y obtuvo la nominación al Óscar como mejor actor de reparto. La cinta representó el inicio de una de las trayectorias más productivas en la industria del séptimo arte norteamericano.
Con Ciudad dorada (Fat City, John Huston, 1972), dando vida a un boxeador principiante, y Mala compañía (Bad Company, Robert Benton, 1972), donde representa a un bandolero del lejano oeste, Jeff empezó a construir una reputación de actor versátil y entregado, la cual se consolidó con Especialistas en el crimen (Thunderbolt and Lightfoot, Michael Cimino, 1974), en la cual establece un interesante duelo actoral con el experimentado Clint Eastwood. Así obtuvo su segunda nominación al Óscar.
Tras varios proyectos poco afortunados, en 1976 participó en su primer gran éxito comercial: King Kong (John Guillermin), remake del filme de 1933. Aunque la película no le representó desafío actoral alguno, le sirvió para proyectarse más allá de las fronteras.
TROPIEZOS Y NUEVOS BRÍOS
No obstante este suceso de taquilla, la ascendente carrera de Jeff Bridges cayó en un bache. Del periodo del 77 al 83 sólo es digna de recordarse la visionaria cinta de ciencia ficción Tron (Steven Lisberger, 1982), donde encarna a un programador que es absorbido por un juego de computadora. Aunque en su estreno no tuvo el éxito esperado, con los años ha adquirido la categoría de culto.
Su papel de extraterrestre en la película fantástica Starman (1984), dirigida por el legendario John Carpenter, dio a la carrera de Bridges un nuevo brío. Luego de su tercera nominación al premio de la Academia por este filme, el angelino se involucró en todo tipo de proyectos.
Durante la segunda mitad de los ochenta rodó en promedio dos películas por año, entre las cuales destacan Al filo de la sospecha (Jagged Edge, Richard Marquand, 1985) un thriller que lo llevó a compartir créditos con Glenn Close y Peter Coyote; Tucker: un hombre y su sueño (Tucker: The Man and His Dream, Francis Ford Coppola, 1988), caracterizando a Preston Tucker, el famoso diseñador de autos célebre por marcar toda una época en la industria automotriz; y Los fabulosos hermanos Baker (The Fabulous Baker Boys, Steve Kloves, 1989) junto a su hermano Beau y la atractiva Michelle Pfeiffer.
Pero fue en la década de los noventa cuando vino el despegue más importante en su trayectoria con papeles más demandantes y actuaciones más depuradas. Después de rodar Texasville (Peter Bogdanovic, 1990), secuela de La última película, realizó su mejor trabajo hasta entonces en Pescador de ilusiones (The Fisher King, 1991), del impredecible Terry Gilliam, como un conductor de radio en una profunda depresión, quien tras un intento de suicidio conoce a un delirante vagabundo (Robin Williams) que le ayuda a reconciliarse consigo mismo.
Con Sin miedo a la vida (Fearless, Peter Weir, 1993), Bridges logró una de sus interpretaciones más memorables en el papel de Max Klein, quien sobrevive a un accidente de avión y se convierte en un temerario que ayuda a otras personas a superar sus miedos y traumas.
Al sumar poco más de dos décadas de trabajo, Jeff comenzó a ganarse un lugar en el parnaso hollywoodense. Y fiel a su espíritu incansable y a su afán polifacético, prácticamente aceptó cualquier papel que le llegó a las manos.
A TODO GALOPE
En 1998 fue dirigido por los hermanos Coen en la ácida comedia El gran Lebowski (The Big Lebowski), poco taquillera pero con excelentes críticas, donde un hilarante Bridges interactúa con John Goodman, Julianne Moore, Steve Buscemi y Philip Seymour Hoffman. Sin duda, una de las cintas infaltables en la filmografía del californiano.
Al siguiente año estelarizó el asombroso thriller Intriga en la calle Arlington (Arlington Road, Mark Pellington) en el papel de un profesor viudo que descubre una conspiración terrorista tramada por su vecino (Tim Robbins). El trepidante duelo de los protagonistas vale toda la película.
La última década ha sido para Bridges la de su consolidación como estrella de primer orden, categoría que ha logrado alcanzar a base de un gran esfuerzo y luego de no pocos tropiezos profesionales. De la primera mitad de decenio sobresale sus actuaciones en el thriller político La conspiración (The Contender, Rod Lurie, 2000), como el ficticio presidente de Estados Unidos Jackson Evans, que nombra a una senadora de oscuro pasado para suplir a su fallecido vicepresidente; en K-Pax, el visitante (K-Pax, Ian Softley, 2001), como el psiquiatra que intenta ayudar a un paciente que dice venir de otro planeta; en Alma de héroes (Seabiscuit, Gary Ross, 2003), como un millonario deprimido por la muerte de su hijo; y en Detrás de la puerta (The Door in the Floor, Tod Williams, 2004), como un escritor que tras perder a sus dos hijos decide separarse de su esposa.
Contrario a lo que ocurre con muchos veteranos, Bridges ha evitado el encasillamiento. Así, siempre en la búsqueda de personajes variopintos, en 2005 volvió a trabajar con Terry Gilliam en el bizarro filme Tideland; en 2008 participó en la taquillera cinta Iron Man: el hombre de hierro (Iron Man, Jon Favreau); y en 2009 en la irreverente Hombres de mentes (The Men Who Stare at Goats, 2009). Pero fue con Loco corazón (Crazy Heart, Scott Cooper, 2009) que consiguió poner al público y la crítica de pie de forma unánime. Su intensa caracterización como Bad Blake, un músico de country ya en la decadencia, le valió su primer Óscar como mejor actor y media docena de premios más.
Su experiencia y talento se reafirman en sus dos recientes películas: Tron: el legado (Tron: Legacy, Joseph Kosinski, 2010), y Temple de acero (True Grit, 2010), con la que volvió a actuar bajo la batuta de los Coen, demostrando que con sus 61 años de edad y más de 60 cintas en su haber, su carrera está aún lejos de extinguirse.
Correo-e: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx
LAS BÁSICAS DE BRIDGES
-Loco corazón (Crazy Heart, Scott Cooper, 2009)
-Temple de acero (True Grit, Joel e Etan Coen, 2010)
-Intriga en la calle Arlington (Arlington Road, Mark Wellington, 1999)
-El gran Lebowski (The Big Lebowski, Joel e Etan Coen, 1998)
-Sin miedo a la vida (Fearless, Peter Weir, 1993)