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Un imperio se derrumba

GILBERTO SERNA

Antes de que Alejandro Graham Bell inventara el teléfono, el espionaje era practicado por meseros, criadas, barrenderos, meretrices, vigilantes, peluqueros, etcétera, al servicio del tenebroso Joseph Fouché, duque de Otranto, (1759-1820) político francés, hábil y calculador, que perduraba como ministro de Policía en un régimen y en otro, durante los agitados días del Directorio, del Imperio napoleónico y de la Restauración.

Al no existir aparatos para hablar a distancia, Fouché se las arregló para obtener información de primera mano, mediante una eficaz red de agentes. Napoleón Bonaparte, al triunfo de su golpe de Estado formó un gobierno provisional con Fouché al frente de la Policía. Aun en nuestros días cuando hablamos de que un político se acomoda en un régimen y sin fijarse que está traicionando sus principios, cambia de la noche a la mañana, de un bando a otro, decimos que es un émulo de Fouché; algunos a esto le llaman capacidad de supervivencia política. Bien, al ponerse en el mercado los teléfonos, tanto los caseros como celulares, la labor de detectar lo que se decía fue más fácil, bastando con instalar aparatos que intervienen las llamadas, lo que en Europa se dice "pinchar los cables" y aquí, de manera coloquial, "hay pájaros en los alambres"; sin embargo en estos días quienes se estuvieron tapando los ojos, durante años, están abriéndolos para enterarse del escándalo de corrupción que, se dice, está protagonizando Rupert Murdoch, a quien se acusa de sobornos, espionaje telefónico y otras formas de quebrantar la ley.

Veamos, el asunto no para ahí. Las noticias políticas de canal televisivo Fox News, dicen, nada tienen que ver con las mejores tradiciones y valores del reportaje de la verdad y del periodismo responsable. El ideal periodístico lo sustituye con rumores, sensacionalismo y controversia manufacturada, exponen sus detractores. La indignación por el escándalo de espionaje, llevado a cabo durante años por periodistas a sueldo del magnate Murdoch, no termina con el cierre repentino del News of the World, decidido por su propietario, salpicando a toda la prensa británica. Apena comienza el enfado y los acontecimientos que aun han de venir no auguran nada bueno para el Magnate y su imperio. Por cierto, a las intromisiones telefónicas, habría que agregar el pago a informantes, corrupción de policías y cámaras ocultas, que se hicieron una práctica permitida y alentada dentro de la actividad periodística.

¿Hasta dónde alcanza la codicia? ¿Será avaricia, afán desordenado de poseer y adquirir riqueza para atesorarla? ¿Es apetencia, movimiento natural que inclina al hombre a desear alguna cosa? ¿Será ambición, deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama? ¿Será avidez, ansia loca por ser el mejor? ¿Es acaso mezquindad, falta de nobleza de espíritu? ¿Es ruindad, dícese de la persona baja, de malas costumbres y procedimientos? ¿Es cicatero, o sea ladrón que hurta bolsas? o ¿será todo ello en una, actuando con sordidez, que puede ser calificado de impuro, indecente o escandaloso?

Lo que ha hecho Rupert Murdoch, en caso de que se demuestre, es obviamente reprobable, al obtener información de fuentes enteradas, comprándola a policías o colgándose de cables telefónicos. Queda claro que no es un hombre imaginativo que compita con los demás medios mediante métodos ortodoxos, ya sea sin quebrantar el orden legal, apegándose a los cánones que rigen el desempeño de un periodismo en que la honestidad sea su divisa.

Con la publicación del ya desparecido tabloide, alimentado con información proveniente de un espionaje, a mayor razón si intervino aparatos de comunicación a gente famosa y políticos en el candelero, es indudable que no podía durar sin que las miradas de los lee-periódicos no se le echaran encima.

Ya hubo un primer paso dirigido a detener la impunidad con la que recababa noticias. Un líder laborista en Inglaterra describió el anuncio de que el viejo Rupert siempre no comprará la totalidad del canal vía satélite BSkyB, como la victoria de un pueblo que le ha dicho: has ido demasiado lejos. El acaudalado. Lo menos que se le ha dicho a Murdoch es que se ejerció un periodismo de baja estofa (la estofa es calidad o clase; la estofa, como la suerte, puede ser buena o mala). La crisis de las escuchas ilegales del News of de World se recrudeció hace dos semanas al divulgarse que entre los teléfonos intervenidos estaba el domicilio de una niña asesinada y desde ese entonces Murdoch tuvo que cerrar el tabloide, renunciando a su ansiada OPA por BSkyB y en su arrogancia, prescindir de dos de sus más altos ejecutivos.

Al mismo tiempo, Rupert, publicó una disculpa en siete diarios por lo ocurrido. Lo que no ha sido suficiente para evitar que su emporio, creado a lo largo de 50 años, se tambalee. En fin, el empresario podrá decir como en las piezas jocosas españolas, que suelen terminar con estos versos u otros análogos: "Aquí concluye el sainete, perdonad sus muchas faltas".

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