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Un lugar llamado clóset

SEXUALIDAD

Un lugar llamado clóset

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Psicólogo Sexólogo Silvestre Faya

Cuando se menciona que alguien “salió del clóset” no hace falta aclarar a qué se refiere esa frase; lo que implica es bien conocido. No obstante, lo que muchos desconocen es lo que experimentan las personas que viven en el interior de ese ‘lugar’

“Ricky Martin salió del clóset” fue un comentario sumamente sonado hace algunos meses, cuando dicho cantante manifestó públicamente su homosexualidad. El chismorreo del mundillo artístico se volcó en ese aspecto de su vida. Días después, muchos otros personajes del espectáculo, deporte, negocios, etcétera, declararon abiertamente su orientación gay. Igualmente, hoy en día los matrimonios entre individuos del mismo sexo ocupan las páginas de diarios y revistas, y todos los medios electrónicos de información realizan entrevistas a expertos solicitando una y mil opiniones al respecto.

“Salir del clóset” es una frase popular que se refiere a expresar de manera abierta el deseo de vivir homosexualmente, asumiendo con responsabilidad su decisión ante los demás.

Por otro lado, sacar a alguien del clóset indica revelar su inclinación gay cuando él o ella no quería darla a conocer.

Permanecer en el clóset equivale a mantener en confidencialidad la preferencia homosexual ocultándola a otros, particularmente a los familiares sanguíneos, los amigos e incluso a una pareja. Pero callar la verdad no evitará que se llegue a conocer tarde o temprano.

La manera de ejercer la sexualidad es un asunto privado, íntimo. No necesariamente se requiere de la aprobación de los demás. Es en primer término un asunto interno. El grado de satisfacción erótica que cada persona disfrute tiene un sistema de aprobación o rechazo interior. Vivir homosexualmente o no, no hace bueno o malo a nadie. La calidad humana se aprecia en el conjunto de acciones, omisiones y expresiones verbales que tenga.

CONSTRUYENDO EL CLÓSET

Aun en la época actual, declararse gay no es un asunto sencillo. El rechazo y la agresión de la que son objeto quienes eligen hacer pública esta manera de llevar su sexualidad es cosa de todos los días. La llamada homofobia es una reacción de desprecio hacia quienes prefieren vincularse sentimental y sexualmente con gente de su mismo sexo, pudiendo convertirlos en víctimas de discriminación e incluso de actos violentos.

La familia tradicional mexicana tiene muy bien definidos los roles de acuerdo al género masculino y femenino. En nuestra cultura se voltea hacia otro lado para no hablar del tercer sexo, el homosexual. Los roles de ‘niño igual a macho dominante’ y ‘niña igual a hembra sumisa’, chocan con quienes se rebelan a esos papeles sociales impuestos.

El niño que experimenta atracción hacia otros niños o la niña que se siente involucrada profundamente con una compañera advierten en el proceso que es mejor guardar silencio sobre sus inclinaciones. Su mente infantil se desafía constantemente con preguntas sobre el porqué de su conducta o deseos. Sus padres envían mensajes castigadores alusivos a una posición gay. Lo ven como algo inadmisible y así los infantes u adolescentes con estas tendencias las reprimen, las callan... el clóset se empieza a construir.

LA VIDA DENTRO

Quien asume la posición de encubrir su verdadera preferencia sexual y expresar ante los otros una falsa orientación heterosexual sufre de manera silenciosa, llegando incluso al deseo del suicidio.

Hombres y mujeres homosexuales que han elegido callar por no confrontarse con su familia, sus amigos, sus compromisos sociales, viven tristes y enojados. Frustrados ante sus reclamos internos.

Algunos más audaces llegan a construir una imagen social y se casan, tienen hijos y llevan una doble vida... hasta que cometen un error y son descubiertos, arrancados del clóset por su pareja o sus hijos, víctimas inocentes de su deshonesta actitud.

Existen numerosos motivos aparentemente válidos para mantenerse en el clóset. Por ejemplo una posición económica o social que obliga a asumir roles de mando. O las expectativas de los padres para que su hijo o hija cumpla con lo que esperan de él o ella.

La zona de confort puede volverse elástica, tanto como cada individuo pretenda hacerla. Sólo que todo tiene un término y el ocultamiento de lo que en verdad se siente terminará por imponerse en la vida de quien cree poder manejarlo a escondidas.

La iglesia en sus diferentes denominaciones tampoco se escapa de tener sacerdotes, ministros o practicantes gays que prefieren aparentar un fervor religioso que están lejos de sentir. Un martirio adicional para esas personas es presentar ante los demás un sentimiento altruista y generoso espiritual cuando en realidad tienen un deseo erótico que cada vez les hace más presión.

Vivir cohibiendo la verdadera inclinación sexual, terminará por provocar a quien lo hace un trastorno o enfermedad nerviosa. Son frecuentes las quejas por dolores de cabeza de origen inexplicable. Los trastornos del sistema digestivo como acidez estomacal, gastritis o colitis nerviosa pueden también encubrir esta represión. En el mismo contexto son muchos los que recurren a los medicamentos del sistema nervioso a fin de entorpecer su naturaleza... pero ésta terminará imponiéndose. El sol no puede taparse con un dedo.

Pretender habitar permanentemente el clóset es una meta inalcanzable; en cierto momento la verdad saldrá a flote. Las posibles formas de que ello ocurra son muy diversas. Aquello que se encubrió saldrá a la luz generando comentarios mordaces, descalificatorios.

La sociedad mexicana juega en dos bandos; por un lado arremete contra el homosexual urbano, el que vive al lado, rechazando su conducta. Y de manera simultánea aplaude cuando el ‘destapado’ es una estrella de la farándula u ocupa los titulares de las páginas de los periódicos. Triste realidad la nuestra, una mano envuelta con seda y un garrote en la otra.

Este avasallador panorama pesa sobre quienes se sienten obligados a mentir, que ocultan sus verdaderos sentimientos y deseos para no recibir el desprecio de los ‘dignos ciudadanos’.

“NO QUIERO METERME”

Los patrones de conducta social han ido cambiando. La televisión y la comunicación por computadora han creado nuevas formas de expresarse eróticamente. Las comunidades virtuales ofrecen a jóvenes y niños diferentes alternativas de manifestarse y la sexualidad también se incluye en juegos, videos, correos. Hoy más que nunca los jóvenes se atreven a decir a sus padres: “¡Soy gay, acéptame así!”. Muchos progenitores no dan crédito a tal actitud. No quieren creer lo dicho por sus hijos, aunque ya lo intuyeran.

Los medios de comunicación recorren a velocidad vertiginosa otras culturas y dan prueba de que la homosexualidad es la tercera orientación sexual. Los matrimonios y adopciones entre personas del mismo género ocupan los titulares de los diarios... el clóset está empezando a ser un artículo de museo. Ahora ser honesto, decir lo que se anhela sexualmente es mejor visto que en el pasado. Pero el camino aún es largo.

Estamos ante grandes cambios en nuestras formas de vivir y pensar. Una cosa es clara: mentir, ocultar o fabricar una mascarada para no confrontar a los demás genera resentimiento en quien se siente obligado a hacerlo. Conducirse con congruencia entre lo que se siente, se quiere y se piensa ofrece al ser humano una opción de desarrollo ascendente.

Escuchar a los hijos sin reprimirlos les ofrecerá una plataforma honesta de comunicar sus inquietudes eróticas aunque discrepen de las de sus padres.

REPRIMIRSE O ACEPTARSE

Vivir en el clóset equivale a refrenar y esconder los sentimientos y expectativas; a descalificar de antemano la posibilidad de ser feliz siendo gay, negarse la oportunidad de asumir un papel único en el mundo: el propio.

Admitirse como un individuo completo con una preferencia homosexual ofrece a quien lo hace la oportunidad de disfrutar su sexualidad sin represiones ni juicios: libre; y responsabilizarse de cada decisión tomada, acertada o equivocada.

Considerar al gay como enfermo, desviado o depravado es una manera de discriminarlo, de etiquetarlo como defectuoso, corrupto, tóxico.

El proceso de aceptación de la homosexualidad de un hijo, hermano, hermana, esposo, padre o madre no es ni sencillo ni fácil. Requiere del amor para superar prejuicios anticipados de cómo se creía era la inclinación sexual y después hacer conciencia de la realidad.

Imponerse ante la orientación sexual de un ser querido es negar el amor que tanto se alardea se le profesa. Poner condiciones al amor es manipular.

Negar las tendencias homosexuales sólo traerá sobre quien lo haga sentimientos de ansiedad y culpa. Toda persona enfrentará en la vida las elecciones que cada día asuma. La aceptación de la sexualidad es una decisión ineludible.

www.sexologosilvestrefaya.com

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