El sábado, al caer la tarde, en una cancha zacatecana vimos, impresionados, los contrastes que tiene la vida, y también el futbol. Cerca de donde estábamos, un joven veía triste, terriblemente triste, la forma en que los niños, jóvenes y adultos idolatraban a sus ídolos.
Y conociendo algo de lo que hemos tratado de hacer en bien de los que luchan por triunfar en el deporte, el estudio, la vida misma, nos dijo: "Yo luché mucho por ganar un lugar, fui a varios equipos, de entrada me recibían bien viendo lo que podía hacer, pero luego me fueron apartando".
Y mire cómo quieren a los que tienen oportunidades y llegan a triunfar. Cerca pasaba Rodrigo Ruiz, asediado por chiquitines, y lo mismo pasaba con Rafa Figueroa y con Fernando Arce. En otra parte de la cancha, los demás jugadores eran rodeados, sin darles tregua.
Inmediatamente nos vino a la mente un recuerdo de nuestra niñez, cuando en nuestra querida bicicleta fuimos al aeropuerto de Torreón, pues llegaba Pedro Infante, el gran ídolo que aún sigue vivo para muchos que lo conocimos y apreciamos. A él lo adoraba la gente y se dejaba querer.
Montado en una motocicleta se acercaba a las personas y se paraba en las esquinas a cantar. Esa noche, al presentarse en la Plaza de Toros Torreón, la gente, antes de que concluyera su actuación, lo desprendió casi de toda su ropa, y él feliz, gozando. A mi tía Amalia le tocó su sombrero.
La fama tiene un precio. Este jovencito que veía todo con tristeza tiene que seguir luchando porque dicen tiene facultades, incluso lo escuchó el licenciado Gustavo de Villa y le pidió se presentara en el Territorio Santos Modelo, ojalá logre su anhelo y sea también un triunfador, aunque después pague el precio.
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