Cuando Rubén Maturano bautizó al viejo Estadio Corona con el impactante nombre de la Casa del Dolor Ajeno, reconocía que este sitio tenía dos grandes motivos para ser considerado como un verdadero problema para los equipos visitantes: la entrega de los albiverdes y el apoyo de la afición.
En tiempos en que se pierde la primera característica, o sea, la entrega del jugador, la afición se aparta también del respaldo que proporciona con generosidad, esto ya ocurría en el mismo estadio de la colonia Carolinas, así que hoy no es novedad lo que sucede en el moderno recinto.
Y es que cuando el jugador no aporta el extra que lleva al éxito, la afición se torna fría como los días que vivimos en la Comarca desde la semana anterior, en el mismo sitio de la congelación, como ocurrió la noche del sábado durante la visita de los Tigres.
La parte extra la ponían los regios, mientras que los de casa algo aportaban mas no ese extra del que hacemos mención, así que lo de la Casa del Dolor Ajeno solamente se veía en los letreros que ahora tiene el nuevo estadio en la parte superior de sus instalaciones.
De esta frialdad se salvan sólo dos jugadores siempre, el primero es Oswaldo Sánchez, el capitán, que sale primero no sólo a hacer trabajos de calentamiento, sino también a pedirle al público su apoyo. Luego está Iván Estrada, y podría haber un tercero, pero ya ni a la banca sale, Rafa Figueroa.
Este sábado Santos estará en el Jalisco enfrentando al Atlas, dirigido por el maestro Benjamín Galindo, que anda en los cuernos de la Luna, y luego regresará para recibir al Querétaro, que en la temporada anterior descobijó feamente a los laguneros con un 5-2. ¿Qué ocurrirá ahora?
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