Desde que salieron a calentar, antes del partido, se vio otra actitud en los jugadores santistas, y mucho los animó ver el estadio casi lleno a esa hora y que desde la tribuna ya les lanzaban porras. Así que apenas comenzó el encuentro, el accionar fue muy diferente a los anteriores.
Fue Rodrigo Ruiz a cobrar el tiro de esquina, entró Felipe Baloy a cabecear, prolongó la pelota hacia Darwin Quintero, que más inquieto que nunca se movía adelante, y la pelota, prendida sorpresivamente por la testa del colombiano, se fue adentro de la cabaña de Corona.
De ahí en adelante, Darwin, dedicándole su gol y su juego a su hijito, que había tenido problemas de salud, se convirtió en un demonio y una pesadilla para los cementeros, que no lo podían contener, y él gozando y siguiendo su acelerado accionar burlaba rivales y los enojaba.
Antes de que casi al final lo hiciera Rogelio Chávez, otros orgullosos y soberbios cementeros ya lo increpaban cada vez que el de Cali tomaba la pelota, la escondía o la llevaba hacia la cabaña de J.J. Corona, mientras que en la tribuna la gente gozaba de lo lindo.
Vendría el gol del Guti, pidiendo su regreso a la Selección, apoyado por "El Chema" Cárdenas, que también desea volver al Tri, y sería "El Chato" Rodríguez el que quitaría el último riel para que la Máquina se descarrilara aparatosamente allá por el rancho de La Concha.
Finalmente, lo que mucho agradó fue ver cómo una afición, vestida siempre de verde y blanco, reconoció el buen espectáculo presenciado, premió con porras a los jugadores y sin egoísmo le brindó fuerte aplauso a Diego Cocca, que sintió por fin algo bonito en estas tierras.
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