La alegría es generalizada, está por todo México. Es como la lluvia que empieza a caer en zonas castigadas por la sequía. Es como una cataplasma en estos tiempos tan difíciles y tan especiales. Estos niños nos han metido en una pausa alegre y llena de optimismo.
Pero su esfuerzo, su entrega deben ser bien canalizados, no por políticos ni logreros, sino por gente de bien que busca el bien común, para que nuestros niños y jóvenes vayan reencontrando un camino que parecía perdido y sin éxito.
Este merecido campeonato, confirmado en cada uno de los siete partidos que jugó nuestra joven selección, debe dejar un mensaje positivo, lleno de contenido, que sea aprovechado por los padres de familia, por los maestros, y hasta en los centros de trabajo.
Es un fenómeno sociológico digno de ser continuado. No se trata sólo de una serie de victorias, hilvanadas dentro de un escenario maravilloso de tierras mexicanas, sino de una lección de trabajo, de equipo, de responsabilidad, de respeto y de entrega.
Aquí entra como figura principal e importante Raúl Gutiérrez "El Potro", un hombre joven, centrado, que sin alardes publicitarios que no necesitaba, se puso a trabajar casi apartado de todos los reflectores, como lo vimos aquí mismo, en Torreón, durante su preparación.
Ese sueño, lo ha confesado, lo tenía hace tiempo, desde que dejó de ser jugador para entregar su tiempo y su talento a lo que tanto le gusta, enseñar, primero a sus hijos y luego a los demás. Este es un tema que debemos analizar para buscar la mejor forma de ayudar a nuestros niños y a nuestros jóvenes.
Mruelas@elsiglodetorreon.com.mx
