Nuestro respeto, reconocimiento y admiración para este pueblo lagunero porque sigue siendo el de los grandes esfuerzos, el de las grandes luchas, el del eterno navegar para salir adelante de las adversidades que azotan desde tiempos inmemoriales a la humanidad.
Siendo niños conocimos estas tierras y temprano decidimos venir a vivir aquí, acompañados de toda la familia. No había recursos pero soñábamos con un mejor mañana para los nuestros. Nunca nos arrepentiremos de esa determinación porque somos de aquí a pesar de haber nacido allá.
Con tantos años, sin dejar de luchar uno solo de ellos, hemos vivido de todo, pero han sido mucho más las cosas buenas que las cositas malas que se han atravesado. El sábado por la tarde volvimos a confirmar lo acertado de nuestra temprana decisión. Qué gusto y honor ser lagunero.
Tomados de la mano, agitando pañuelos blancos, orando, todos pedíamos en el Estadio Corona por la paz para nuestros seres queridos, para nuestros hijos y nietos, que deben tener la dicha de disfrutar lo que con tanto esfuerzo ha construido tanta gente.
Muchos no fueron y respetamos su decisión, pero los que tenemos el deber, el compromiso y el sentimiento de seguir buscando mejores caminos para los que vienen detrás, tenemos que seguir avanzando, por grandes que sean las piedras que estén por el camino.
Detrás de cada ser humano, esté donde esté, sea del grupo que sea, tiene una familia detrás, niños que cuidar y atender, entonces, si todos somos mexicanos, no podemos abandonar el barco y taparnos ojos, oídos y boca para escondernos debajo de la cama, donde, repetimos, las cucarachas no nos aceptan.
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