Lo decíamos antes de iniciarse los actuales Juegos de Panamericanos, cuando desde la hermosa Guadalajara enviábamos esta columna, comentando lo que veíamos por las calles, los centros comerciales o turísticos, los puentes o la ciudad entera que se preparaba con todo.
Y decir todo es eso, porque veíamos no sólo las cosas materiales que adornarían paseos y lugares por donde pasarían los competidores, sino la misma gente, la incomparable gente de los Altos de Jalisco, que siempre hemos considerado amigable, afectuosa.
Porque cada año, sin faltar todavía uno, desde hace más de 25, vamos a la Perla Tapatía y sus cercanías, donde vive gente que ha robado nuestro corazón y afecto. Son personas humildes que viven modestamente pero a cuyos hogares vamos a llevarles lo que juntamos entre los parientes.
El domingo que veíamos las tomas desde el helicóptero, transmitiendo eventos por las calles hermosamente adornadas, queríamos estar ahí, también compartiendo con nuestros amigos estos momentos que serán inolvidables para una gran metrópoli y para todo México.
Y ese mismo día, por la tarde, más contentos se han de haber puesto todos los tapatíos después de que las Chivas Rayadas, ahora con sus jovencitos del Rebaño, dirigidos por Fernando Quirarte volvían a demostrarle a las Águilas del América que siguen siendo los mejores.
Sólo que esa derrota ha de haber calado hondo en el seno de las Águilas que mañana estarán en el nuevo Corona anhelando vencer a los Guerreros, que volvieron a las andadas ante Tecos pero que deben seguir su marcha hacia el cuarto campeonato, apoyados por todos los laguneros.
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