En este atardecer, en el Volcán, los jugadores de Santos Laguna estarán obligados a dar el extra, no sólo por tener el marcador en contra, sino porque estará en juego la continuidad de muchos de ellos en un equipo que los ha arropado y sostenido, como tal vez no les ocurrió antes.
La noche del jueves, en el Corona, varios de ellos le quedaron a deber a la afición, a su equipo y a su misma familia que tantas esperanzas ha mantenido también. Antes de iniciar la parte complementaria del juego de ida, los jugadores se tardaron mucho en regresar a la cancha.
Y cuando lo hicieron, no iban alegres sino pensativos. Oswaldo Sánchez reflejaba el sentir de todos, y cuando pasó frente al lugar donde estaba su familia, hizo las señales de que tuvieran calma, que todo iba a ser superado, que era una pesadilla más.
Presionados y cansados, los de verde estuvieron luchando casi sólo por defenderse, porque no hubiera más goles, pensando en que hoy, en la Sultana, tienen la última oportunidad de cumplir tantos sueños acariciados por muchos de ellos y su gran afición.
Queda el antecedente de que Santos Laguna, en casa ajena ha podido ganar partidos importantes y éste es uno de ellos, el de mayor jerarquía, así que la llama de la esperanza sigue viva, anhelando que los dirigidos por Benjamín Galindo puedan cambiar esta historia que empezó mal.
Nadie es indispensable cuando un equipo está preparado para la adversidad y esto le ha ocurrido al conjunto de la Comarca desde que nació, nada le han regalado y ha sabido y podido darnos muchas satisfacciones, hay que confiar y esperar, porque mientras haya vida, hay esperanza.
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