Los procesos que ocurren en el ámbito social son, por su propia naturaleza, complejos, donde lo que se percibe a simple vista no es, necesariamente, lo que con obviedad se observa, sino que tras lo que en apariencia se ve, hay eventos que les preceden en los cuales concurre una diversidad de actores sociales que han construido desde su propia historia hasta la imagen que presentan actualmente ante la sociedad. Adicionalmente a esto, la complejidad para comprenderlos aumenta cuando contienen en su desarrollo aspectos innovadores no conocidos o percibidos con anterioridad.
Tal es el caso del proceso de gestión de un área natural protegida en el que actualmente se han involucrado actores diversos en cuanto a su origen y roles que desempeñan en la sociedad local, lagunera, por identidad con la región en que se vive. Nos referimos a la gestión que directivos y académicos universitarios, representantes empresariales y empresarios, integrantes de grupos civiles y representantes y miembros de comunidades rurales, realizan al administrar la reserva ecológica de Jimulco, ese reservorio natural ubicado dentro del territorio municipal de Torreón, recientemente descubierto en la riqueza biológica que alberga.
El proceso que ha vivido Jimulco no ha sido lineal ni mucho menos libre de conflictos que en otro momento fueron su cara visible, quizá porque no fue dimensionada su importancia ambiental como reservorio de esa biodiversidad hoy conocida, aun sea parcialmente, como por los servicios que presta en la captura de carbono y liberación de oxígeno, o de recarga de nuestros abatidos acuíferos; quizá porque al visitarla sólo se observaba poblaciones socialmente deprimidas, en condiciones de marginación, las cuales, sin embargo, son dueñas de un espacio, de un territorio, rico en ecosistemas naturales conservados, tan importante no sólo porque en él vive más de la mitad de especies reportadas para esta región, sino para que tengamos los laguneros una mejor calidad de vida por esos servicios ambientales que nos proporciona.
Hay que entender que tales valores ambientales, de inicio, sólo eran comprendidos por los organismos internacionales que lo descubren, o por los especialistas locales que entienden tal descubrimiento, pero que, afortunadamente, otros segmentos de la población lagunera han venido aceptando la importancia que esto significa en el desarrollo de la Comarca, una región con serios disturbios y desequilibrios ecológicos como la sobreexplotación de los acuíferos, la contaminación del aire atmosférico y en sí, por la forma poco o nada sustentable en que hemos manejado nuestros recursos naturales, en la que hemos fincado un rápido crecimiento económico en tan poco tiempo.
Debe destacarse cómo ha evolucionado la percepción de los habitantes de Jimulco como residentes y dueños de este espacio con el que han convivido toda su vida, la de los políticos locales que en determinado tiempo vieron la gestión de Jimulco como una disputa partidaria, o la de cada vez más personas que desempeñan roles distintos y aparentemente ajenos al área, que se apropian de la idea sobre la importancia de conservar este espacio protegido.
Un indicador de ese avance en la adquisición de los valores ambientales es la participación comprometida de una diversidad de actores sociales, no siempre vistos juntos, que ocurre a través de la Fundación Jimulco, el organismo ciudadano que desde hace dos años asumió la responsabilidad de administrar esta área natural protegida de categoría municipal, donde primero un representante empresarial y ahora un directivo universitario la encabezan, comprometiendo su tiempo, atención y recursos, pero también su imagen y estatus personal en la sociedad local, para proteger y conservar un patrimonio natural de los laguneros.
El día de ayer se pudo constatar lo anterior al momento de que los nuevos directivos de la Fundación Jimulco, ahora representada por Manuel Martínez, coordinador de la Universidad Autónoma de Coahuila en Torreón, recorrieron la mayor parte de las comunidades de la reserva ecológica, visitando una y otra comunidad, dialogando con la gente que realiza importantes esfuerzos de desarrollar actividades económicas vinculadas a la conservación del área, hombres y mujeres que manejan los residuos sólidos orgánicos, que elaboran productos medicinales con base a plantas nativas, que apuestan al turismo de naturaleza como una potencial actividad económica, que reciben beneficios como pago de servicios ambientales por cuidar la biodiversidad del área, que protegen sus suelos reforestándolos, y otras actividades en que sustentan su vida y en las cuales la Fundación Jimulco acompaña para que desarrollen sus capacidades.
Este ejercicio que algunos llaman gobernanza ambiental, ha denotado que es una innovadora forma de participación social en la que un organismo ciudadano coadyuva en la gestión pública, como ocurre al administrar un área natural protegida buscando la sinergia con las entidades oficiales, las empresas y el resto de la sociedad, para contribuir en el desarrollo sostenible de estas comunidades y en la conservación de su riqueza biológica. Este avance en la comprensión de la participación ciudadana desde las entidades oficiales, de reconocimiento de los habitantes de la comunidades rurales del área natural protegida, y de la ratificación del compromiso de los actores sociales involucrados en la gestión que ahora realizan sin fines de lucro sino como un ejercicio de responsabilidad ciudadana, nos anticipa, y eso deseamos quienes somos parte de ello, que estamos ante un nuevo ciclo en el proceso de gestión ciudadana que se realiza en Jimulco, y del cual se espera importantes resultados.