Antes del show. Elmer prepara a más de setenta animales salvajes diariamente, situación que no imaginó en su pueblo natal de Chiapas.
Elmer Castro nació y vivió toda su niñez de la misma forma que lo hace la mayoría de las comunidades indígenas en Hidalgo, Chiapas, a pesar de los esfuerzos de su familia tuvo que sobrellevar la pobreza y la necesidad hasta que cumplió los quince años.
A pesar de contar con amigos y toda una familia en su pueblo natal, se encontraba en busca de salir a las ciudades y encontrar su primer empleo.
NUEVO DESTINO Una tarde del 2009 mientras caminaba a su casa escuchó sobre la llegada de un circo a su comunidad, determinado a mejorar su vida y probar nuevas experiencias decidió visitar aquella carpa y pedir cualquier trabajo.
"Siempre me gustaron los animales, cuando vi que tenían muchos en el circo me animé a pedir trabajo y aquí estoy", comenta el joven mientras asegura las jaulas.
Hasta aquel momento no había cursado ningún tipo de estudios, lo que significaba que habría de llevar la misma vida que sus ancestros, sin embargo durante la última función en el poblado se despidió de sus padres sin saber lo que le esperaba.
Elmer ahora se encargaba de ayudar en la limpieza y alimentación de los casi 70 animales que el circo llevaba alrededor de todo el país, tenía la oportunidad de salir a nuevos destinos que jamás imaginó como la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey.
A pesar de que el pago y las condiciones de vida no eran grandes, se sintió rápidamente aceptado por los miembros del circo, había encontrado en los payasos y tragafuegos una nueva familia.
"Le dije a mis papás que esto era lo que me gustaba, ellos aceptaron y ahorita me siento muy feliz la verdad... no me gustaría cambiarlo por nada más", asegura Elmer.
Diariamente se comunica con sus hermanos y su madre quienes permanecen en su pueblo natal, también contribuye a su casa mandando alguna cantidad de dinero luego de cada función.
UNA RESPONSABILIDAD
En los primeros meses del año pasado la administración del circo pasó uno de sus momentos difíciles, las ventas de las taquillas no eran suficientes para cubrir los gastos de cada viaje y el destino de Elmer se encaminaba de vuelta a su pueblo.
Cada uno de los trabajadores habría de tomar su propio camino en caso de que no llegara ninguna acción de rescate o las entradas se volvieran a vender cuanto antes.
"Unos nuevos dueños llegaron al circo y nos creció el trabajo a todos, teníamos que salir adelante como fuera".
Luego de ser ayudante durante un año ahora era el encargado de cuidar y alimentar a cada uno de sus animales, todos con un nombre y hasta personalidad diferentes.
Con apenas 17 años y con 1.60 de estatura era el responsable de controlar fieras como tigres, leones, caballos, cebras y camellos, sólo otra persona le ayudaría a llevar a cada uno de sus salvajes amigos al escenario todos los días.
"Me ha ido bien la verdad, no me ha pasado ningún accidente, ellos (los animales) me conocen y hasta creo que son mejor que las personas", dice entre risas.
FUTURO DE EMOCIONES
Llega la hora de alistarse para una de las presentaciones que realizan actualmente en la Comarca Lagunera, sabe que debe formar algunos animales y alimentarlos previamente para evitar tragedias.
Quien antes no tenía un plan de vida lo confiesa antes de salir a su primera función de este sábado en Torreón: "me quiero quedar aquí hasta donde se pueda, luego hasta un zoológico puedo manejar".
El sonido de los aplausos indica el inicio de una de tantas aventuras que emprendió por primera vez en aquella tarde del 2009.