Ace quince meses, Alejandro Poiré tuvo que ponerse el traje de policía. No porque fuera su deseo, sino porque se lo pidió su jefe, el Presidente de México, debido a que la estrategia de combate al crimen organizado empezaba a quedar evidenciada como fallida y sin rumbo.
Pero el cuarentañero Poiré no es policía. Primero, es académico, reconocido como brillante politólogo por sus compañeros de clase y alumnos en Harvard y el Instituto Tecnológico Autónomo de México.
Segundo, es político. Del grupo cercanísimo y de todas las confianzas de Felipe Calderón Hinojosa (el sello del la administración, a la hora de los nombramientos). Desde la Subsecretaría de Gobernación -curiosamente, la de Población, Migración y Asuntos religiosos, que no es la directamente encargada del asunto- fue cabildero en jefe de la reforma política, que no pasó en el Congreso por la oposición del priismo afín a Enrique Peña Nieto.
Tercero, se volvió policía. A través de él, Calderón Hinojosa intentó imprimir orden y rumbo a la guerra contra el crimen organizado. Lo puso detrás de cámaras como secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional y el Gabinete de Seguridad; la portavoz presidencial y su gran amiga, Alejandra Sota, le sometió a un intenso entrenamiento de medios de comunicación y se le nombró al mismo tiempo vocero de seguridad del Gobierno Federal. Y de ahí, a la salida de Guillermo Valdés, saltó a encabezar el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen).
En el sexenio, su ascenso ha sido asombroso, y por esto fueron las primeras críticas al conocerse su nombramiento el jueves por la noche. Director general de Análisis Político de la Oficina de la Presidencia, un año. Comisionado para el Desarrollo Político en la Secretaría de Gobernación, diez meses. Coordinador de asesores del secretario de Gobernación, seis meses. Subsecretario de Población, Migración y Asuntos religiosos de Gobernación, año y tres meses. Secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional y vocero de la estrategia contra el crimen, un año y un mes. Director del Cisen, diez semanas.
Con su designación, Calderón manda al frente de una Secretaría clave a un incondicional, interlocutor aceptado por todos los partidos políticos de cara a la sucesión presidencial de 2012, no inclinado abiertamente por ninguno de los precandidatos panistas (su gallo es Cordero, pero no ha participado en la precampaña, a diferencia de la de otros funcionarios del gabinete y staff presidencial) y conocedor de la estrategia anticrimen.
Poiré, que deberá demostrar si acumuló a esa velocidad la experiencia que se requiere, enfrenta el reto y la gran oportunidad de su vida.
Ha perdido más de veinte kilos, sometido a la dieta de malteadas de sabores insospechados del prestigiado nosocomio de Observatorio. Es el régimen favorito del régimen.