¿Un resultado? No creí tener dotes de arúspice no obstante di cualquiera que en ese momento se me ocurrió. Dos uno, tres cero, qué más daba, el chico que atiende a los que acudimos a la rehabilitación en las instalaciones de un lujoso hospital de la localidad me interrogaba sobre futbol, mientras que con expertas manos golpeaba con cierto ritmo sobre mis rodillas. El juego que debería efectuarse el sábado se celebraría por la tarde. El estadio lucía sus mejores galas. Aproximadamente 22 mil aficionados se convocaron para asistir al partido de futbol, ocupando gran parte del graderío. Las nubes allá en lo alto del cielo, eran las mismas de siempre, no había una sola que compitiera con los rayos solares que achicharraban sin misericordia la piel de los asoleados en las tribunas, quienes los aceptaban de buena gana igual que la carne para asar aprueba que, una vez aderezada, se le ponga sobre una parrilla en un lecho de carbones encendidos ardiendo al rojo vivo.
El juego había comenzado y al poco rato interrumpido por el fuego de armas que dejaron oír sus voces estentóreas como ladridos de mastines enfurecidos. Se escucharon detonaciones que pusieron alarma en los corazones de los fans que tirados ya en el piso, en donde permanecieron no obstante el sol meridional y a pesar de su estuosidad por estar vaciado en concreto, que debió de parecerles las puertas mismas del infierno.
Lo que hace el miedo; ahí se vio, cuando respetables señoras se dejaron caer de una buena altura hacia el césped de la cancha para a continuación echarse a correr buscando una salida. O el caso de una joven señora que no se daba cuenta de que llevaba agarrada una jarra con espumosa bebida sin soltarla a pesar de que le quitaba velocidad a su presurosa búsqueda. Histeria, nerviosismo, agitación, sofocación, de todo ello se dio en la muchedumbre que buscaba alejarse del lugar que para esos momentos les parecía más una ergástula que un campo de futbol. Desesperados trataban de escapar percatándose de que no deberían hacerlo al persuadirlos, los guardias del estadio, de que era mejor permanecer adentro pues las detonaciones de los balazos se habían dado en el exterior, gracias a los cual se evitó una estampida de consecuencias trágicas.
Las escenas de pánico me trajeron a la memoria lo que hubo de pasar en los campos de exterminio de Auschwitz y Treblinka, en el tiempo en que los nazis hacían redadas para conducir a sus prisioneros a las cámaras de gas o guardando su distancia, un Pancho Villa encorajinado moviéndose entre balas que le pasan zumbando, ordenando el avance de sus tropas en la Toma de Torreón. Los que habían ido a pasar una tranquila tarde como espectadores de un juego de futbol, se encontraron con una celada de la que no podían salir por tener los nervios de punta y escuchar los espantosos tronidos que al más templado de los hombres les pone a temblar las piernas.
Por fortuna los directivos del club de futbol Santos lograron evitar que el pánico cundiera mediante medidas acertadas de impedir que a tontas y a locas abandonaran las instalaciones, a lo cual debe agregarse el comportamiento de los seguidores del equipo de futbol que atendieron el llamado de sosiego para que permanecieran en el inmueble, mientras se calmaba la crisis. Con gran perspicacia los encargados de resolver los problemas que se presentan convencieron a las familias que la violencia desatada no estaba dirigida a los asistentes ni a los equipos que se disputaban el juego. Hay que darse cuenta de que un día sí y otro también, no es ya ocasional, se presentan tiroteos en esta ciudad, por lo que la gente, que vive con el Jesús en la boca, no es rara su reacción de esperar con resignación cristiana a que acaben los disparos.
¿La afición no se dejará amedrentar? ¿Seguirá acudiendo a los estadios donde se juega futbol? Creo debemos reflexionar sobre la conveniencia de no hacer caso de un incidente aislado en que hasta ahora todos coinciden se trató de algo que no tendrá forzosamente que volver a suceder. No somos valientes, pero tampoco cobardes, lo que ha sucedido no iba dirigido al inmueble o a los que añoraban un esparcimiento de fin de semana. Se trató, aseguran los directivos del Club Santos de personas que huían en un vehículo de reciente modelo que viniendo por la carretera se encontraron con fuerzas policiacas que les hicieron frente.
No es cierto, aseguran enfáticos, que los malhechores pretendieran apoderarse de un botín, consistente en lo obtenido por la empresa futbolística en la venta de boletos, dado que los dineros para esas fechas estaban a salvo en el resguardo de una institución bancaria.
En fin, no hay que perder a calma, haya sido una cosa u otra, estén por seguros que no veré el siguiente partido por un aparato de televisión sino que asistiré al estadio y yo invito a que vayamos quienes amamos el deporte más popular.