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Una mirada externa

Agenda ciudadana

LORENZO MEYER

"A ojos de un observador externo, la estructura y función del poder en el México actual no es muy distinta de la que articularon Carranza, Obregón y Calles"

Lorenzo Meyer

La Narrativa de los Historiadores Extranjeros. La narrativa sobre el pasado mexicano -por qué caminos hemos arribado a nuestro presente y hacia dónde se supone que nos dirigirnos- es una construida por nosotros, pero también por otros. Desde el siglo XVI la mirada externa ha intervenido en la formulación y respuesta de las interrogantes que guían la construcción de la memoria mexicana. Esta situación no es excepcional -en casi todos los lugares y épocas hay ejemplos de historias elaboradas por extranjeros- y sí es positiva: la curiosidad educada externa es indispensable para enriquecer la explicación local. Esa visión ajena es benéfica incluso cuando no concuerda con la propia porque nos obliga a reafirmar o replantear la explicación desde dentro.

Las consideraciones anteriores vienen al caso porque acaba de aparecer en español, una sintética interpretación sobre nuestro desarrollo político, económico y social elaborada por un historiador norteamericano de la Universidad de Georgetown, John Tutino, sobre dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos como comunidad nacional y que vale la pena conocer en la actual etapa de incertidumbre, ("Capitalismo global, Estado nacional y los límites de la Revolución: tres momentos clave en el siglo XX mexicano", Foro Internacional, V. LI, (enero-marzo, 2011, pp. 5-40).

Tutino no es un recién llegado. Esta interpretación general que nos ofrece la ha elaborado después de haber trabajado por años en desentrañar el sentido histórico, económico, político y social de los grandes procesos mexicanos. Su trabajo de investigación más conocido es: From insurrection to revolution in Mexico: social bases of agrarian violence, 1750-1940, (1986), al que ahora se añade: Making a new world: founding capitalism in the Bajío and Spanish North America, (2011), una obra que se centra en la economía y la sociedad del final del México colonial.

La interpretación que hace Tutino de la historia mexicana del último siglo tiene como base los trabajos mencionados y está focalizada en tres momentos en los que se redefinió o renegoció el tipo de relaciones político-económicas que habría de prevalecer por un tiempo entre el grupo que controló al Estado, los intereses locales económicamente dominantes, el México trabajador y las fuerzas del capitalismo global que, en el caso mexicano y para el último siglo, son básicamente las asentadas en Estados Unidos.

En la formulación del gran marco interpretativo del siglo XX mexicano, John Tutino tomó elementos teóricos de la visión de Barrington Moore sobre el desarrollo político en los últimos dos siglos en varios países centrales, (Los orígenes sociales de la democracia y la dictadura, 1963), de la manera en que el capitalismo ha moldeado y limitado el desarrollo latinoamericano, según las propuestas de Fernando Henrique Cardoso para América Latina, ("Associated dependent development: theoretical and practical implications", 1973) de Richard Adams, (Energy and structure, 1975) y, finalmente, de Adolfo Gilly en relación a su clásica interpretación sobre la Revolución Mexicana (La revolución interrumpida, 1971 y El cardenismo: una utopía mexicana, 1994).

Tutino no se anda por las ramas y califica a la Nueva España como una región crucial para el surgimiento del capitalismo global temprano. Y es que a partir del siglo XVI, China -entonces ya el país más poblado y con el mercado más grande- se decidió por la plata como el único medio de intercambio con el mundo occidental. Y resulta que por esa razón México se transformó entonces en uno de los grandes productores mundiales del metal blanco. Esa producción de plata, más la agricultura comercial y los textiles de Querétaro, hicieron de El Bajío del siglo XVIII "el centro del capitalismo del Nuevo Mundo". Sin embargo, tan interesante desarrollo se vio cortado de tajo por los efectos negativos de la guerra de independencia sobre la minería. Ese conflicto, aunado a otros factores hicieron, que México naciera a la vida independiente como país subdesarrollado y muy rápidamente quedara constreñido por su dependencia del capital externo. Es en ese contexto que nuestro autor arranca su interpretación del siglo XX mexicano.

La crisis del Porfiriato abrió la primera coyuntura decisiva, y donde lo fundamental fue el surgimiento de tres grandes movimientos revolucionarios que, por un breve pero brillante momento, abrieron otras tantas posibilidades de desarrollo para México. Estos tres movimientos fueron: a) el zapatismo, como expresión de comunidades agrarias que se proponían poner límites al desarrollo del capitalismo en beneficio de su autonomía, b) el villismo norteño -vaqueros, mineros y rancheros de la Norteamérica mexicana, con un proyecto nacionalista, pero abierto al mercado-, y c) el constitucionalismo de Madero, Carranza y Obregón, que básicamente se propuso reactivar el desarrollo capitalista según el modelo porfirista aunque envuelto en un discurso nacionalista. Tutino considera que aquí la hipótesis de Gilly es certera: entre el otoño de 1914 y el verano de 1915 la alianza zapatismo villismo tuvo la oportunidad de hacerse con el poder y dar sentido al nuevo régimen, pero esa alianza no se sostuvo y para el final de 1915 tal oportunidad se había perdido.

Carranza y luego los sonorenses -Obregón y Calles- echaron mano del discurso agrarista como una necesidad política, pero nunca como su proyecto central. Un "engaño cínico" le llama Tutino, pues en la práctica usaron su control sobre las fuerzas campesinas y la de los trabajadores urbanos organizados, para consolidar su control del Estado y proseguir con un desarrollo dependiente del capitalismo atlántico, casi como lo habían hecho los porfiristas.

La Gran Depresión de 1929 llevó a un capitalismo en recesión y al presidente Lázaro Cárdenas a decidir: a) que la economía tenía que volverse hacia adentro y b) que el nuevo régimen sólo podría sostenerse si mantenía el apoyo de los sectores populares. Cárdenas renegoció entonces la relación con Estados Unidos vía la nacionalización del petróleo, echó a andar un capitalismo nacional e instituyó una participación limitada de los sectores populares. Este arreglo se consolidó con la Segunda Guerra Mundial a condición de estrechar más la participación de los sectores mayoritarios y duró casi toda la Guerra Fría. Sin embargo, este pacto no podía ser eterno y llegó a su fin con los gobiernos de Echeverría y López Portillo, la petrolización de la economía y la agudización de la dependencia de Estados Unidos.

El intento de Cuauhtémoc Cárdenas de revitalizar el pacto del cardenismo original falló en 1988. Fue entonces que Salinas renegoció "las relaciones que colocaban al Estado mexicano entre el poder norteamericano, el capitalismo global, las élites nacionales y las aspiraciones populares mexicanas". El acercamiento al poder norteamericano para revitalizar al régimen -el Tratado de Libre Comercio- terminó por ligar a México "de manera irrevocable" con Estados Unidos y hacer de ese país el mediador entre México y el capitalismo global. Se trata de un capitalismo extraordinariamente concentrador de la riqueza, tecnológicamente ahorrador de trabajo y minimizador del poder político de los grupos populares. El pacto salinista constriñó al capitalismo mexicano y bloqueó las demandas populares.

Aunque puede parecerlo, la interpretación de Tutino no es determinista. Las condiciones estructurales limitaron, pero no impidieron las decisiones de los mexicanos. Carranza pudo haber hecho una alianza con Villa, con Zapata o con ambos. Cárdenas si decidió negociar con Estados Unidos "un nuevo trato" con base en las demandas populares. Igualmente De la Madrid y Salinas pudieron haber aceptado la victoria electoral de Cuauhtémoc Cárdenas, lo que hubiera dado lugar a una negociación diferente, democrática, de México, con la globalización. El destino de México ha estado condicionado, pero no estaba, no está, no puede estar, totalmente predeterminado.

Según Tutino, al inicio del siglo XXI, México está regido por un pacto no muy diferente al carrancista. Pero se trata de un pacto menos sólido, que ofrece poca capacidad para gobernar porque los poderes estatales se han debilitado, las élites muestran menos voluntad para decidir y las clases populares han perdido fuerza para respaldar su reclamo. En fin, que el pacto salinista se mantiene, pero urge otro, para devolverle vitalidad y destino a nuestra historia.

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