Lo que se hizo, se hizo mal. A la vista de todos. No hay duda de que el asunto estuvo a trochemoche, armado a la carrera, eso visto desde cualquier ángulo. Creo que cualquier alumno que cursa la carrera de Derecho, en nuestra facultad de Torreón lo hubiera planeado mejor. No se necesitaba desentrañar cómo y a qué horas hacerlo. Decir otra cosa es querer tapar el sol con un dedo. De lo poco que hicieron todos, urbe et orbi, nos enteramos que las autoridades querían mantenerlo detenido a cualquier costo y ese costo fue el peor precio que pudo pagarse. Y ni tan siquiera pudieron mantenerlo agarrado de un tobillo con un grillete y sí en cambio cometieron lo que ya está conceptuándose como el ridículo más escandaloso, en materia de administración de justicia, desde el célebre encierro histórico de Alfred Dreyfus que fue confinado en la Isla del Diablo, en 1894, por un delito que no había cometido, descubriendo el servicio de información francés que en el cajón de un escritorio de la embajada alemana se encontraba un documento a medio destruir en el que, al parecer, se daban datos de futuras operaciones del ejército francés. La similitud empieza y acaba, en que ambos salieron libres; el de aquel entonces porque demostró su inocencia y el de ahora, por la lenidad de sus captores y la aplicación de una justicia pachorruda.
Que más puede decirse, de este asunto, dejemos hablar el presidente de la Cámara de Diputados, Jorge Carlos Ramírez Marín, de procedencia priista, quien "lamentó que la autoridad sufra un revés, porque es también un revés para la población. Por eso tiene que ser tal delicada, tan comprometida su labor, tan desprovista de cuestiones que no sean estrictamente sujetas a derecho. Aquí no se valen los latidos, los presentimientos, las visiones, las videncias, aquí todo tiene que ser estrictamente apegado a derecho. No me causa alegría que la autoridad sufra un revés en estas situaciones independientemente de las filiaciones o los personajes, aquí se trata de que los órganos del Estado deben ser cada día más eficientes y este es un revés importante". Mientras que el senador de Partido Revolucionario Institucional (PRI), Carlos Jiménez Macias, pidió "que no se utilicen los instrumentos del Estado en contra de los adversarios políticos y que no se judicialice la política". El coordinador de los senadores del PT, Ricardo Monreal, que "este asunto tendrá repercusiones al interior del Ejército, pues fueron militares quienes detuvieron a Hank Rhon".
Lo que debe pensarse, tal y como están las cosas, es que en los días subsiguientes van a caer muchas cabezas. No se pueden cometer barrabasadas de estas proporciones sin que se tomen medidas drásticas para que no se vuelvan a repetir. Mucho muy enérgicas, radicales y contundentes. El presidente debe mandar a ondear gatos de la cola, enviando a sus casas, a los responsables de este desastre que no sólo hace surgir una crítica atroz, sino que además conlleva el fracaso de una política anunciada. Ya no hay duda de que el hilo conductor de la política está, por decir lo menos, deshilvanado. La PGR cerró los ojos y dejó pasar una averiguación que hizo suya a pesar de sus garrafales errores y la consignó a la juez. Enseguida se examinaron las pruebas sin entrar al fondo, desechándose sin más trámite. Eran nulas por haber sido obtenidas en un cateo no ordenado por autoridad judicial alguna. Ni se entró al estudio del delito de acopio de armas, considerando que el allanamiento a la finca no resistía un análisis serio por cuanto a si se habrían cumplido las normas que rigen el procedimiento.
Y ya entrados en gastos se dejó insubsistente el arraigo sin haber lugar a decretarlo, con lo que inocente palomita salió, muy orondo él, por la puerta grande y solo le faltó la montera y el capote, cargado en hombros con los brazos en alto. Los dos toretes que le mandaron carecieron de pujanza. Los acabó a cada uno de un estoconazo hasta la empuñadura, matando recibiéndolos. Lo mantuvieron en el coso taurino por diez días. A la salida se veían los pañuelos blancos agitados por los asistentes. El alguacilillo, vestido de negro a la usanza antigua, con la venia del juez de plaza, les cortó las orejas y el rabo, entregándoselos al torero, En los tendidos se oía "rifle, cañón y escopeta" estribillo que se repetía dos veces, para rematar "A Hank se le respeta". Golpe merecido, pero mal dado, escribió Denise Dresser. En fin, dejemos las cosas de ese tamaño. Si uno fuera mal pensado, viendo lo que no se vio, podría llegarse a una conclusión que la reculada de ponerlo en libertad se debió a la presión que ejerció un grupo político, que pulula en el centro del país, de influencia tal que hizo que a más de uno le temblaran las corvas.