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Una realidad inocultable

Nuestro Concepto

En su discurso del viernes pasado, a propósito de la entrega de su V Informe de Gobierno, el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, reconoció que la ola de violencia que azota al país ha opacado los logros de su gobierno.

En una ceremonia más austera que la planeada originalmente, llevada a cabo en el Museo de Antropología, el primer mandatario dijo: “debo reconocer que estos logros, que son de todos los mexicanos, simplemente se ven opacados ante la abrumadora preocupación que con justa razón sentimos por el tema de la inseguridad”.

Con esta aseveración, el presidente parece mostrar, por primera vez en su sexenio, que es sensible hacia la preocupación principal de la mayor parte de la población, a saber: el deterioro gradual de la seguridad pública. De la postura de “la situación no es tan grave como dicen”, mantenida todavía hasta hace algunos meses, ha pasado ahora al reconocimiento de la gravedad de la situación.

Este cambio se ha dado luego de que a lo largo del año se han presentado hechos alarmantes como el secuestro y asesinato de migrantes, las fosas clandestinas en Tamaulipas y Durango, el tiroteo afuera del estadio Corona de Torreón y la muerte de 52 personas en un casino de Monterrey. Tuvieron que ocurrir estos lamentables hechos para que el primer mandatario se diera cuenta que la incertidumbre cotidiana que padece la población debido al crimen está por encima de cualquier avance en materia de vivienda, red carretera y asistencia social.

Ahora bien, esta nueva “sensibilidad” del titular del Ejecutivo Federal no implica un viraje en su estrategia contra la delincuencia organizada, pues el propio Calderón dijo el viernes que pese a las críticas, continuará con su lucha. Si bien es de aplaudir su voluntad de hacer frente a los grupos criminales, lo que resulta censurable es el desdén que manifiesta hacia los cuestionamientos de varios sectores de la ciudadanía, sobre todo en lo que se refiere a la falta de inteligencia. De tal forma que, el reconocimiento de la gravedad de la inseguridad que padece nuestro país no sólo llega tarde, sino que resulta a todas luces insuficiente.

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