Vivir en un mundo materialista, donde el bienestar y felicidad erróneamente se buscan en el tener, más que en el ser, hace utópica la idea de alcanzar la felicidad que va más allá del dinero y las posesiones.
Me parece que sí es posible alcanzarla; sólo es necesario comprender qué es lo que se quiere, dejando de lado las propuestas equivocadas que el consumismo nos hace.
En los diccionarios encontré una definición de felicidad: "Estado de ánimo del que disfruta de lo que desea".
Se refiere al ser dichoso que está complacido con la vida, más que tener riqueza material.
Ser feliz, es un concepto profundo que hemos ido olvidando y para la mayoría de los jóvenes les es desconocido o tiene únicamente significado de "tener".
Algo debemos hacer para reorientarlos y protegerlos del consumismo. ¿Acepta?
Platicando con el Dr. Fernando Barraza, un amigo de la primera juventud, me contó sobre Bután, una pequeña nación budista del sur de Asia, localizada en la cordillera del Himalaya entre India y China, con unos 2 millones de habitantes.
Su rey, ha decidido romper con los conceptos de economía mundial y el producto interno bruto lo ha remplazado por la búsqueda de la "felicidad interna bruta", ordenado a uno de sus ministros, Karma Tshiteem, encargado de la comisión que maneja las estadísticas de la Felicidad de la Nación, que la miden incluyendo los siguientes factores: bienestar psicológico, salud, educación, buen gobierno, vitalidad de la comunidad y diversidad ecológica.
El 2 de junio de 1974, en su discurso de coronación, Jigme Singye Wangchuck dijo: "La felicidad interior bruta es mucho más importante que el producto interior bruto".
El rey tenía tan sólo 18 años, siendo el monarca más joven del mundo y tal vez por su propia juventud se atrevió a intentar cambiar las cosas, sacudiéndose los conceptos del modernismo económico inyectado al mundo por occidente.
Los primeros estudios arrojaron que casi un 68% de los butaneses no se sentía feliz; con el tiempo, la política ha dado frutos entre los habitantes de Bután, que pese a su pobreza, -según un estudio de la Universidad Británica de Leicester- son ahora el octavo país más feliz del mundo, por encima de Estados Unidos.
Sin duda, el hermetismo que vivieron por muchos años les dejó la oportunidad de encontrarse a sí mismos, sin la influencia del consumismo.
El ingreso de extranjeros fue autorizado hasta los setenta y hoy día, quienes desean hacerlo, deben pagar doscientos dólares por día pasado en ella, aceptando las reglas definidas para los visitantes para ser incluidos en el marco de viajes organizados; aún así, el número sigue siendo restringido.
La televisión llegó hace sólo seis años a este país rural, cuya economía depende fundamentalmente de la agricultura.
El rey, convirtió a Bután en la democracia más joven del mundo; educado en el Reino Unido, vive en una cabaña modesta y cuando le ofrecieron construir un castillo no aceptó, respondiéndoles que: "emplearan el dinero y el tiempo en levantar escuelas y hospitales".
El lama reencarnado Mynak Trulku, explica la visión nacional: "La felicidad interior bruta se basa en dos principios budistas.
"Uno es que todas las criaturas vivas persiguen la felicidad. El budismo habla de una felicidad individual. En un plano nacional, corresponde al Gobierno crear un entorno que facilite a los ciudadanos individuales encontrar esa felicidad. El otro es el principio budista del camino intermedio."
Lyonpo Thinley Gyamtso, exministro del Interior y de Educación define: "Están los países modernos y luego está lo que era Bután hasta los años setenta. Medieval, sin carreteras, sin escuelas, con la religión como única guía. Son dos extremos y la FIB busca el camino intermedio".
Es una nación donde no se fuma y la marihuana crece libre en las cunetas, aunque recientemente han tenido algunos problemas con su tráfico y cultivo, tal vez tenga que ver la influencia del turismo visitante, con sus ideas diferentes a las practicadas por los butaneses.
A la droga, tradicionalmente, le daban usos más exóticos, como recuerda un anciano del lugar: "en los internados, los críos untaban con marihuana el suelo para que las chinches la comieran, anduvieran más lentas y despistadas y así fuera más fácil cazarlas".
Les recuerdo lo que recomienda Fernando Savater: "Haz lo que quieras, pero ¡cuidado! Solamente lo que quieras, no lo que te impongan las modas, la publicidad tramposa, los pésimos ejemplos que a diario se nos presentan, las coacciones sociales, lo que atropelle a tu prójimo, lo que invada los territorios de tus otros familiares, lo que te dañe o lo que vaya contra la vida. Haz lo que quieras, pero antes de hacerlo, encárale a tu mente que le pregunte a lo mejor de tu corazón: Corazón mío, ¿Qué es lo que realmente quieres?"