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Vencer no es convencer

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Antonio Álvarez Mesta

Franco y los falangistas nunca se anduvieron con cuentos. Feroces represores de todo lo que en España no se ceñía a su ultraconservadora ideología, disentir de ellos equivalía a poner en riesgo la vida.

Entre los más fieros jerarcas del franquismo descolló José Millán-Astray. Fue éste un sádico militar que creó y estuvo al frente de la Legión Española en Marruecos. Fanático de la muerte violenta, a manera de bienvenida les espetaba a los reclutas: “¡Habéis venido a morir!” Millán-Astray se sentía orgullosísimo de sus heridas de guerra y presumía que en combate ante los insurgentes marroquíes había perdido un brazo y un ojo. En la Guerra Civil atacó con saña no sólo a los republicanos sino también a la población inerme. Hizo famoso el grito de “¡viva la muerte!” y durante mucho tiempo lo profirió sin que nadie se atreviera a objetarlo.

Nadie esperaba que un académico septuagenario, nada menos que don Miguel de Unamuno, en la ceremonia de apertura de cursos de 1936 de la Universidad de Salamanca en que era rector, le dijera a aquel temible tuerto las siguientes palabras: “Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha”.

Lo asombroso es que Unamuno encaró a Millán-Astray ante un auditorio dominado por los más fieros falangistas y en presencia de Carmen Polo, la esposa de Francisco Franco. Los asistentes quedaron sorprendidos por la viril respuesta del ya anciano rector, sobre todo porque meses atrás este prestigiado autor de El sentimiento trágico de la vida había manifestado que el gobierno republicano le parecía decepcionante tras un lustro en el poder. Don Miguel ilusamente pensó que España saldría ganando con el proclamado nacionalismo y la manifiesta fe católica de la Falange. Esa ilusión se disipó al poco tiempo. Destacados intelectuales amigos suyos fueron encarcelados y condenados a muerte. Unamuno se entrevistó con Franco para pedir el indulto. El caudillo no lo concedió.

En la ceremonia de apertura, un profesor derechista se refiere a los catalanes y a los vascos como cánceres que hay que extirpar de España. Unamuno no puede tolerar esa afrenta, máxime que fue seguida del grito necrófilo de ¡viva la muerte! Su respuesta audaz merece transcribirse: “Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso del profesor Maldonado. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo -dice señalando al obispo de Salamanca-, lo quiera o no lo quiera, es catalán nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito “¡viva la muerte!” y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor”.

Los falangistas enardecidos querían agredir a Unamuno. Paradójicamente la esposa de Franco lo salvó, pues para evitar un atentado tomándolo del brazo le acompañó a su casa. Hoy se diría que Unamuno fue políticamente incorrecto. No importa, sus palabras revelan una corrección intemporal. Perdió su cargo de rector, preservó su dignidad de hombre.

Correo-e: antonioalvarezm@hotmail.com

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