Hace unos días estuve en Venezuela, voy ahí con cierta frecuencia y tengo contacto con empresarios y hombres de negocios.
La corrupción gubernamental y la consecuente co-participación de la iniciativa privada dominan a ese país como a otros países latinoamericanos. Gobierno y empresarios son parte de ese círculo vicioso y pernicioso que es la corrupción. Muy parecido a lo que pasa en México.
Los empresarios se quejan de la situación absurda de la economía, pero finalmente forman parte del problema. Se tienen que adaptar a la forma de hacer negocios. Son creativos para generar negocios, se adaptan como los mejores camaleones en esa jungla empresarial; abren compañías, las cierran, abren nuevas, importan, exportan, trafican, evaden, planean, sobornan, esconden, reaparecen, negocian.
Los empresarios Venezolanos se adaptan a la circunstancia que les ha tocado vivir, o más bien podría decirse que a las circunstancias que ellos mismos han permitido, y/o que han heredado.
Como en México, la principal fuente de ingresos del Gobierno de Venezuela es la venta del petróleo. El Gobierno es el mayor empresario del País. Igual que en México.
Para construir y vender casas de interés social hay que saber sobornar a los funcionarios de Chávez; es buen negocio venderle al Gobierno muebles y electrodomésticos para los populares programas sociales, para que Chávez los regale a los pobres y comprar así la lealtad a su régimen. Hay que tener buenos contactos en la burocracia, hay que conocer a los tenientes, a los coroneles y hay que saber endulzarles la vida. Hay que saber engrasar la maquinaria gubernamental para poder hacer negocios. No muy diferente en realidad a lo que hacen los constructores mexicanos con los burócratas del Infonavit, del Fovi o del ISSSTE.
Todo mundo se queja de Hugo Chávez pero lo hacen discretamente o en secreto. En cada sala de juntas y en cada oficina se ve la enorme pintura del libertador Simon Bolívar frente a la reluciente fotografía del Comandante Hugo Chávez. Nadie se atreve a darle patadas al pesebre, a final de cuentas el comandante sigue siendo el dueño de balón, sigue siendo el que concentra el poder y el dinero. En lo que va del año se ha continuado con la expropiación de empresas, de edificios y de propiedades. El gobierno quiere dar un fuerte mensaje a sus enemigos políticos.
Sin embargo hay empresarios que piensan diferente, algunos piensan que la mejor defensa es el ataque.
En el nuevo congreso hay políticos de oposición que también tienen empresas, mientras algunos piensan que es mejor estar lejos del radar de Chávez y buscar el anonimato, hay otros que piensan que abanderar la oposición les dará poder para negociar contratos con el Gobierno, conseguir beneficios para sus empresas, y posicionar sus negocios.
No se percibe en realidad un gran sentimiento de patriotismo o la pasión por reconstruir un país que puedan heredar a sus nietos, sino la batalla por una serie de intereses económicos y por la ambición de mantener o recuperar el poder. Alguien me comento que en lo que menos piensan ambos bandos es en el futuro del país. No sé por qué pero como mexicano esta ultima frase me sonó familiar: 'En lo que menos piensan es en el futuro del país".
Mientras escribía algunas notas en Caracas nos detuvimos a llenar el tanque de gasolina: un total de 80 litros por sólo 10 centavos de dólar. Esto explica en parte la razón por la que en Venezuela los coches usados se revalúan en vez de depreciarse.
Estoy seguro que el comandante Chávez algún día tendrá que dejar el poder. No soy muy positivo de que su mandato termine en las elecciones del 2012, pero algún día tendrá que salir, nadie es eterno. Lo que no estoy seguro es que los nuevos gobernantes sean mejores que Chávez o que predecesores como Carlos Andrés Pérez o Rafael Caldera. En estos tiempos ya no se sabe ni quiénes son los buenos y quiénes los malos. Todo parece indicar que sólo son historias de ambición y de poder que se repiten. Igual que en México.
Luis.flores@rbc.com
