Sin título de Marilyn Monroe (Marilyn), 1967.
Andy Warhol fue una de las mentes creativas más influyentes del siglo XX. Su obra es el estandarte del movimiento pop, mientras que su imagen pública es icono de la vanguardia y elemento clave para comprender el arte contemporáneo.
LA BELLA MARILYN
En honor al maestro Andy Warhol comenzaremos hablando de uno de sus temas favoritos: Marilyn Monroe. Una chica proletaria que llegó al cine y probó lo mejor y lo peor de la farándula; símbolo sexual, Cenicienta de carne y hueso cuya tragedia personal pasó al dominio público. Marilyn es una diosa que encarna la fuerza divina que mueve a Norteamérica: el dinero. Ante ella Warhol, observador agudo, no podía pasar por alto una realidad incuestionable: no era el arte de los museos la experiencia sensorial última. Era Hollywood la incuestionable fábrica de sueños para las masas. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no sólo se afianzaba como potencia hegemónica a nivel geopolítico, también ofrecía un nuevo orden simbólico: el del consumo como fin último. Cuando Monroe se suicidó en 1962 la ilusión se resquebrajó por un instante para revelar a la persona rota detrás del icono. Sí: el sueño americano ocultaba pesadillas muy reales. En las semanas posteriores a la muerte de la diva, Warhol hizo un retrato suyo con serigrafía y pintura, reproduciendo el rostro de la actriz en colores chillantes y gradaciones imperfectas de blanco y negro. Es una imagen ambigua que se vale del impacto propio de un diseño publicitario para entregar un mensaje perturbador: hay algo de homenaje y de réquiem en el rostro de Marilyn. Un amplio panel de críticos y galeristas ubicó ese cuadro como la tercera obra más importante del arte del siglo XX, sólo debajo de Picasso y Duchamp. Con la cultura popular como bandera Warhol logró hacer arte de primer nivel, con un estilo propio y un sentido que parte de lo banal para desplazarse a lecturas más profundas que llevan al espectador a los inquietantes terrenos del engaño mediático, las fantasías colectivas y en última instancia, la fragilidad humana.
ZAPATOS Y REVISTAS
Nacido el 6 de agosto de 1928, hijo de humildes inmigrantes eslovacos asentados en Pittsburg, Andrew Warhola pasó una infancia marcada por la enfermedad, experiencia que lo volvió hipocondríaco de por vida. Largas temporadas de convalecencia lo hicieron ser rechazado socialmente en la escuela. El tiempo que permaneció encerrado lo llenó coleccionando estampas de estrellas de cine, escuchando la radio y dibujando. Andy consideraba esta etapa como clave en la formación de las aficiones y habilidades que más tarde le darían un estatus privilegiado en el mundo del arte. Siempre estuvo protegido por su madre en tanto que su padre fue hostil, adicto al trabajo y murió cuando el futuro pintor tenía 13 años. Los golpes y azares de esa primera fase moldearon un carácter único, melancólico, disciplinado, creativo.
Su precoz talento le permitió estudiar en la Universidad Carnegie Mellon y en 1949 se mudó a Nueva York para comenzar una carrera de artista comercial. Sus primeros trabajos como dibujante fueron sumamente exitosos. La técnica a tinta china que desarrolló le permitió dar a sus trazos un sello expresivo y juguetón. Sus ilustraciones para discos de jazz y catálogos de ropa, vistos a la distancia del tiempo, logran captar el espíritu de los años cincuenta. “Si me decían que dibujara un zapato lo hacía, hacía todo lo que me dijeran, me pagaban por ello”, declaró en una de sus muchas entrevistas.
Ese espíritu pragmático de total adhesión a las reglas del mercado lo llevó muy lejos a temprana edad. La moda y el comercio eran parte esencial de su vida y en ese sentido el arte pop se le dio natural. Cabe aclarar que Warhol no es el padre del dicho movimiento, éste nació en Inglaterra de la mano de creadores como Eduardo Paolozzi y Richard Hamilton. En la esencia del arte pop subyace una postura irónica con respecto al Arte con mayúscula y resalta los aspectos kitsch de la cultura popular, abrazando entre otras cosas los medios técnicos y masivos de reproducción como técnicas artísticas. Para 1962, cuando Andy Warhol hizo su transición de artista comercial hacia las galerías, existía toda una generación de exponentes pop en la escena americana con Jasper Johns, Robert Rauschenberg y Roy Lichtenstein ¿Qué hace único a Andy en medio de todos ellos? Una decisión radical: tomar el pop no como estilo artístico sino como estilo de vida. El pop no lo hace Andy, él ES el pop.
THE FACTORY
Desde los inicios de su carrera Andy cambio el eslovaco Warhola por un sencillo Warhol, apellido que pronto sería una marca registrada por derecho propio. Andy entró en el mundo del arte con obras en serigrafía y pintura que reflejaban los típicos productos norteamericanos: sopa, refrescos de soda, detergentes. En el espectáculo cotidiano, como un producto más, están las noticias. Por eso empleó tabloides como fuente, representando hongos atómicos, accidentes, sillas eléctricas. Nunca ocultó su amor por las estrellas de cine: Elvis, Marilyn y Elizabeth Taylor fueron temas a los que regresó con frecuencia. Ahora lo vemos con un aire vintage, pero vale imaginarlo en términos actuales para poder dimensionar el poder provocador de Warhol: visualicemos un lienzo de Paris Hilton o un BlackBerry. ¿Sería arte? Esa es la pregunta que Warhol puso en la mente de sus espectadores.
El estudio de Andy, The Factory, se convirtió no sólo en un espacio de producción sino en un emblema de la vida bohemia de los sesenta. Apoyado por el joven poeta Gerard Malanga, Andy produjo serigrafías, pinturas, esculturas, fotografías. En The Factory anidaron ‘socialités’ como la trágica y bella Edie Sedgwick, travestis y transexuales como Candy Darling, superestrellas como Bob Dylan. Proyectos interdisciplinarios como el grupo de rock The Velvet Underground nacieron de esta febril etapa. Los filmes, grabaciones, anécdotas, fotos y pinturas de la etapa han sido material de sendas exposiciones, largometrajes y documentales. Esta luminosa época tuvo un corte abrupto: el tres de junio de 1968 Valerie Solanas, feminista recalcitrante, presa de un rapto psicótico le dio tres balazos en el pecho a Warhol.
DIOSA FORTUNA
Andy apenas sobrevivió al atentado. Su ritmo de vida tomó un rumbo más estable, se volvió un genuino empresario haciendo retratos de ricos y famosos. Todos los nombres célebres de los sesenta, setenta y principios de los ochenta desfilaron por su estudio: Mick Jagger, Liza Minelli, Diana Ross, Nancy Reagan, John Lennon. No había límite y todo encargo engrosaba su cuenta de banco. “Hacer dinero es arte, trabajar es arte y los buenos negocios también son arte”, comentaba enfático. En su perspectiva pop incluso el rostro de Mao Tse-tung era arte.
El estatus como celebridad y amante de la publicidad se materializó en su revista Interview, proyecto que a la fecha sigue vigente. Todas las discotecas y centros de reunión de moda demandaban su presencia. En ese punto, con peluca blanca, era un personaje en el amplio sentido del término. Observador acucioso, nada escapaba a este maestro de las relaciones públicas. Cuando una nueva y vigorosa generación de artistas se posicionó en el mercado del arte de los años ochenta Warhol se ubicó como el mentor de jóvenes creadores que lo buscaban y en más de una ocasión colaboraban con él (siendo su exposición con Jean-Michel Basquiat el punto más alto de este periodo).
Andy estaba en todos lados: en anuncios de TDK, en un episodio de Love Boat o charlando con Michael Jackson.
Alérgico a los hospitales, descuidó un problema de vesícula que lo orilló a una operación de emergencia. Mientras se recuperaba una arritmia cardiaca lo hizo perder la conciencia. Murió a las 6:00 de la mañana del 22 de febrero de 1987. Ese año, acorde a lo establecido en su testamento, comenzó actividades la Fundación Andy Warhol que se ocupa de su legado y además apoya con becas a nuevos talentos.
¿La obra más importante de Warhol? Su vida entera. Los principales museos del mundo tienen piezas suyas y las anécdotas en torno a él se cuentan por miles. Las frases que alguna vez lo hicieron lucir cínico hoy parecen ser las de un profeta: “Comprar es mucho más americano que pensar”, “la inspiración es la televisión”, y sobre todo la mítica “en el futuro todos serán famosos por 15 minutos”. Los reality shows, la política como espectáculo, el glamour del arte actual, los videos porno de celebridades, el McDonald’s de Beijing... caray, cuántas cosas habría amado Andy en nuestros días. Su vida y obra no es algo edificante, es aún mejor, una farsa que toca puntos neurálgicos de la realidad. Pero ante todo fue un artista y una sencilla frase condensa y revela su naturaleza: “No pienses en hacer arte, sólo hazlo. Deja que los demás decidan si es bueno o malo, si lo aman o lo odian. Mientras ellos deciden, haz más arte”.
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