El caso Hank no pudo haber salido peor. Ya lo dijo un tal Murphy, que hace mejores leyes que las del Congreso: "si lo que empieza bien acabará mal, lo que empieza mal acabará peor". Ya no se trata de si Hank era culpable o inocente, sino del desgaste institucional que provocó una asunto absolutamente mal manejado y las víctimas de este proceso.
La primera víctima fue el ejército. Lo que evidenció el caso Hank es por qué el ejército no es bueno haciéndola de policía. La famosa flagrancia con la que se presumía habían actuado las fuerzas armadas no fue tal. Los que entraron a la casa del rey de las apuestas no tenían orden de cateo y la juez que emitió el auto de libertad señaló como argumentos las contradicciones del informe de ejército. A estas alturas ya es muy difícil saber qué fue lo que realmente pasó, pero la imagen que queda es la de un ejército poco cuidadoso, inescrupuloso y que actuó sin considerar las consecuencias. El caso Hank fue un duro golpe a la institución pública que hoy por hoy tiene la mayor credibilidad en materia de seguridad.
La segunda gran víctima es, sin duda, la Presidencia. Si el operativo contra Hank se planeó desde Los Pinos el resultado es un fracaso para la institución presidencial. El Estado se vio débil ante el tamaño del magnate. Pero, por increíble que parezca, cada vez hay más evidencia de que no fue así, que el Ejército actuó de motu proprio y de manera fortuita, y no tuvieron el cuidado de coordinarse. A la Procuraduría le cayó el asunto de golpe y no pudo con el paquete. El problema es que más allá de las circunstancias la imagen que queda es que el presidente no pudo con un cacique, y eso es terrible para Felipe Calderón que aparece como derrotado y para la institución presidencial.
La tercera víctima es la misma Tijuana. La detención de Jorge Hank fue, en un primer momento, una excelente señal en contra de la impunidad en esa ciudad. Era un mensaje para todo el país, pero particularmente para Tijuana. La ciudad fronteriza se ha caracterizado a lo largo de su corta, pero ajetreada vida por la presencia del crimen organizado y por la impunidad. Ambos son elementos presentes en todo el país, pero de manera mucho más clara y contundente en Tijuana. La caída de Hank era un mensaje importantísimo para el proceso de recomposición social en el que está ahora metida la que fue la ciudad más violenta del país. El regreso impune de Hank desmoraliza y desmoviliza.
El "michoacanazo" fue un fracaso jurídico, pero finalmente el Estado mexicano pudo recuperar un territorio que estaba en manos de "La Familia" y que había sido abandonado, por coerción o convicción, por los propios alcaldes. El "hankazo" no sólo no trajo beneficios a la ciudad, sino que empeoró la de por sí delicada situación de Tijuana.
Wellcome to Tijuana.