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Y de nuevo la protesta #occupyWallStreet

GENARO LOZANO

Como si fueran los años sesenta, el mundo está viviendo el más reciente ciclo de protesta que tiene un eco mediático que no era posible hace cincuenta años, en parte gracias a las redes sociales y al Internet. Sin embargo, a diferencia de los años sesenta hay una enorme distancia en torno al espíritu colectivo de la protesta sesentera con la dispersión de temas y propuestas de la más reciente ola de indignación.

Los años sesenta significaron un parteaguas para la historia del siglo 20. Después de la relativamente tranquila década de los 50, Occidente vivió una explosión social que empezó en Europa, en las aulas universitarias, y que se contagió pronto a países como EU y México. El espíritu de la revolución social de los 60 exigía una profundización democrática, darle el poder a los estudiantes, liberar a las mujeres de la opresión, dignificar las nuevas identidades politizadas de los colectivos de la diversidad sexual, terminar con la injusticia del sistema capitalista y una serie de demandas más.

En EU la guerra de Vietnam sirvió como un paraguas que aglutinó la protesta. Al movimiento antibélico se unieron los colectivos feministas, los primeros movimientos gays y lésbicos, los estudiantes de Berkeley y de Columbia. Vietnam marcó a una generación en EU y como resultado, la democracia estadounidense respondió. Nixon anunciaría el retiro de Vietnam en 1973 y en el plano democrático, los partidos políticos estadounidenses hicieron oficiales las elecciones primarias para escoger a sus candidatos presidenciales.

En México, las protestas del 68 iniciaron la lenta, pero gradual, democratización del sistema político mexicano. Para muchos, la matanza de Tlatelolco significó el primer desgarre del PRI-gobierno y obligaría a José López Portillo a responder a las demandas de abrir el sistema a la competencia pluripartidista que hoy vivimos, al impulsar la reforma política de 1977.

El espíritu colectivo de la protesta en los 60 era el de la profundización democrática. Era el sueño utópico de colectivos unidos que soñaban con la construcción de un nuevo mundo, con nuevas reglas y con equidad. Tendrían que pasar más de 20 años para que se diera un nuevo ciclo de protesta, cuando en 1999 en Seattle, grupos de personas encapuchadas, mayoritariamente jóvenes, protestaran contra las instituciones multilaterales y su capitalismo crónico. La reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio fue la oportunidad política que lanzó un nuevo ciclo de protesta que remembraba el de los años 60 y de ahí siguieron los piqueteros en Argentina en 2000, la segunda Intifada palestina que se extendió de 2000 a 2005, y las protestas antiguerra de Irak en 2003.

El más reciente ciclo de la protesta empezó en el mundo árabe, no en las capitales de Occidente. El escenario de la protesta se inauguró en las calles de Teherán, en 2009, con la llamada Revolución Verde, que denunciaba un fraude electoral y de ahí a Marruecos, Egipto, Libia, Argelia, Saudi Arabia, Yemen y Líbano. En el Norte de África y el Medio Oriente el espíritu colectivo sí se dio: los jóvenes demandaban una democratización de sus sistemas autoritarios, el fin de las dictaduras sempiternas y una mayor participación política. La llamada primavera árabe no ha concluido.

Y de ahí saltamos a octubre de 2011 y a los jóvenes que se hacen llamar "el 99%" y que han copiado el repertorio de la protesta de un grupo de jóvenes anarquistas que en 1963 ocupó Wall Street, el centro financiero del mundo.

Los jóvenes indignados de hoy, que se unen en Twitter bajo el hashtag #occuppyWallStreet, son el reflejo de los más recientes indicadores de la pobreza dados a conocer por la Oficina del Censo de Estados Unidos hace apenas unas semanas. Casi 43 millones de pobres en la nación más rica del mundo y una tasa de desempleo que casi llega al 10%. Una brecha entre ricos y pobres no se ha reducido sino que se ha ensanchado. Pese a que en 1964, el presidente Johnson le declarara la guerra a la pobreza, en 2011 los índices de pobreza se encuentran casi en el mismo nivel, sólo que ahora castigan de manera más severa a las minorías.

#OccupyWallStreet no tiene un liderazgo visible ni una propuesta de acción clara. No tiene aún una estructura institucional que le permita sobrevivir en el futuro. En ese sentido, y como se preguntaba recientemente Michael Kazin en el New York Times, la izquierda estadounidense se encuentra perdida. Los movimientos sociales que han surgido en la derecha, como el Tea Party, han sido muy hábiles para institucionalizarse y para incidir en el debate público de los actores formales.

El #OccupyWallStreet no tiene conexión alguna con los movimientos sociales que se están dando en el mundo árabe, ni éstos tienen conexión con los desocupados en España o con los estudiantes chilenos. La única conexión que hay, y que confunde a muchos, es la cronológica. Sí, hoy hay una nueva ola de la protesta, desde Santiago de Chile hasta Barcelona, pero con contextos distintos y con objetivos dispares. #OccupyWallStreet es un movimiento incipiente contra las injusticias de un sistema financiero y una economía que perpetúa las disparidades. La primavera árabe es un sueño de democracia liberal de un grupo de personas valientes que desafía la cárcel o la muerte, no un reclamo justo contra un sistema económico que esclaviza con las tasas de interés de sus préstamos hipotecarios y sus tarjeta de crédito.

Politólogo e Internacionalista

Twitter @genarolozano

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