HIZO MUERTE La revolución mexicana centró una de sus principales demandas en la falta de oportunidades para la población local, situación que causaría tensiones entre pobladores locales y foráneos tanto en el ámbito laboral como en el cultural.
La comunidad china de Torreón no escapó a estas tensiones por parte de la sociedad lagunera nativa, que desde la llegada de los primeros migrantes en la segunda mitad del siglo XIX dejaron ver su incomodidad ante una cultura tan diferente a la mexicana, pronto estas discrepancias habrían de convertirse en xenofobia y actos de violencia.
Una vez que estalló la revolución mexicana en 1910 la ciudad de Torreón fue reforzada con elementos del Ejército federal por parte del Gobierno de Porfirio Díaz, quien respondió a la solicitud de protección de los terratenientes y empresarios alemanes, holandeses, ingleses y estadounidenses ante la ola de asaltos y crímenes que se vivían a causa de la inestabilidad social.
"Con el tiempo eran asaltados los comercios y las tiendas de los extranjeros, la gente de aquí sentía mucha frustración e impotencia por tanta desigualdad y todo eso lo descargaban contra los que venían de fuera y les quitaban las oportunidades", asegura Sergio Corona, cronista oficial de Torreón.
Debido a las características económicas y sociales de la zona, Torreón y la mayor parte de los empresarios extranjeros fueron resguardados de una latente amenaza revolucionaria con fuertes guarniciones de soldados y posiciones de protección bien definidas, sin embargo la comunidad china no gozó de las mismas garantías de seguridad que los demás extranjeros.
Desde la madrugada del 13 de mayo de 1911, campesinos y obreros maderistas comenzaron a causar los primeros estragos en algunos comercios y haciendas de forma generalizada, estos incipientes ataques se convertirían al paso de las horas en la primera gran victoria revolucionaria, una vez que fueron organizados bajo el mando de Benjamín Argumedo.
"Estamos hablando del primer descalabro para Porfirio Díaz, si Torreón se perdía también se perdía un paso clave para Estados Unidos y una de las plazas militares más fuertes... por eso cuando los revolucionarios entraron a la ciudad hubo un caos, nunca se había ganado una batalla", asegura el historiador.
Al amanecer del 15 de mayo de 1911 las tropas revolucionarias ya habían tomado posesión de la artillería federal y se encontraban en pleno avance a la zona Centro, la retirada de los soldados porfiristas se desarrolló de tal forma que antes de las ocho de la mañana muchos ya se encontraban a las afueras de la ciudad.
La mayor parte de los ciudadanos se encontraba en sus hogares, los comercios estaban cerrados y gran parte de los casi 5 mil cadáveres de ambas fuerzas se encontraban regados por toda la zona Centro y el poniente rumbo a las serranías.
Con el propósito de perseguir a las fuerzas federales en retirada, decenas de revolucionarios los perseguían hasta darles alcance y ejecutarlos, inclusive dentro de hogares de familias locales, a quienes también se castigaba con la muerte si se les descubría brindando protección.
Antes de que dieran las nueve de la mañana de ese día, las tropas federales comenzaron a realizar ataques a discreción contra ciudadanos chinos a las afueras de sus locales y hogares, esta acción encontró eco rápidamente entre la mayor parte de las tropas que se unieron a la búsqueda y asesinato de todos los "chales" (así se le llamaba a los chinos de forma despectiva).
La ciudad ahora era dominada por las fuerzas insurgentes campesinas, a pesar de que estas acciones de inmediato fueron conocidas por Argumedo y sus oficiales no fueron prohibidas de ninguna manera, por el contrario el propio líder revolucionario se uniría a los ataques personalmente, "después de la batalla se ponía a presumir el número de chinos que mató el mismo, lo decía con mucho orgullo".
Decenas de comercios fueron abiertos por la fuerza antes de que las tropas en descontrol ingresaran a las instalaciones del banco Wah Yick, lugar donde una parte de la comunidad china se resguardó ante el rumor de los ataques raciales, sería en punto de las diez de la mañana cuando los revolucionarios sacaran a cerca de 150 mujeres, niños, hombres y ancianos al cruce de Valdés Carrillo y Juárez donde fueron ultimados de dos balas, una en la cabeza y otra a la altura del corazón.
Sin control o restricciones una parte de los revolucionarios tomó a casi una veintena de chinos y los hizo ascender hasta los balcones del ahora edificio Russek, una vez que se encontraban frente a los balcones eran atados y luego arrojados al vacío por las ventanas y ser subidos de nuevo, esta acción era repetida para causar terror antes de soltarlos definitivamente, (otras fuentes indican que eran mecidos entre dos soldados en el borde del balcón para luego arrojarlos al vacío).
"Era un frenesí que nadie se atrevió a detener, si te encontraban ayudando o escondiendo a un chino te tocaba la misma suerte que ellos... este puede ser definido como un genocidio sólo comparable con el nazismo en Alemania", indica Sergio Corona.
Para el mediodía la matanza se encontraba prácticamente consumada, algunos cuerpos fueron reunidos frente a la plaza de armas y luego trasladados a las afueras de la ciudad, de muchos otros no se conoce el paradero ante la confusión que este acto causó, sin embargo fuentes maderistas establecerían hasta 400 víctimas de forma preliminar.
Días más tarde, el líder del movimiento revolucionario Francisco I. Madero recibiría un informe de los daños a comercios y un número aproximado de las muertes de ciudadanos chinos en Torreón.
El 22 de agosto de 1911 una comisión de investigación especializada salió del estado de Texas con rumbo a Torreón, se encontraba conformada por Owyang King, Arturo Bassett y el Lic. Antonio Ramos Pedrueza como representante del presidente de México (los dos primeros en representación del ministro chino en el país).
Se realizaron peritajes en comercios y se establecieron contactos con familiares y sobrevivientes de la matanza, mismos que permitieron elaborar un informe detallado sobre la entrada del ejército revolucionario y los daños a la comunidad china (303 muertos fue el número oficial).
"Que los chinos no habían comprado armas en ninguna casa en Torreón, con anterioridad al 15 de mayo, que el general Lojero (líder de los federales) no les facilitó armas y municiones cuando evacuó a la ciudad, y que, por lo tanto, no estaban armados cuando el Ejército revolucionario entró a la ciudad... trescientos tres de los chinos fueron asesinados por el Ejército revolucionario, de la manera más brutal y horrorosa que se puede imaginar".
La información anterior y otras conclusiones fueron aceptadas por el ya presidente Madero en noviembre de 1911, por lo que asumiendo la responsabilidad diplomática ofreció una indemnización al gobierno chino de tres millones cien mil pesos, cantidad que jamás se entregó al iniciarse la llamada "decena trágica", donde Madero sería asesinado más tarde.
"Diversas problemáticas políticas y sociales se vivían dentro de China durante este episodio, esto limitó una respuesta enérgica contra México" comenta el historiador Juan Puig.
Con el transcurso de los meses y los años el episodio perdió trascendencia y la comunidad china siguió laborando como lo hizo desde su llegada a la región, sin embargo al racismo y la xenofobia permaneció tanto tiempo, que durante la década de los 30 diversos grupos políticos como el "club antichino" solicitaron personalidad legal al Municipio, misma que fue negada ante el precedente de la matanza.
"Oficialmente nunca se le ha pedido una disculpa al Gobierno chino o a sus familiares, los gobiernos a través del tiempo han hecho monumentos y o conmemoraciones sin utilizar la palabra 'perdón' o 'disculpa'... es muy triste por que ni siquiera le hemos dado a esta masacre la dimensión debida", asegura el cronista Sergio Corona.