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¿Y los sementales cuándo?

ADELA CELORIO

No me gusta el tema y es por eso que hasta hoy había procurado soslayarlo. Con cuatro embarazos deseados y bien protegidos desde su concepción por el responsable autor de los mismos; yo ya la libré. ¿Para qué entonces meterme en el avispero? La verdad es que ante las contradictorias decisiones con las que cuatro ministros de la Suprema Corte de Justicia fortalecieron en varias entidades del país la criminalización de la mujer por interrupción voluntaria del embarazo; no puedo quedarme callada. La polémica sobre la legalización del aborto es ya muy vieja aunque en esta ocasión todo el mundo aprovechó para meter su cuchara: los diputados, el presidente Calderón, el Papa por supuesto y hasta el Obispo de Mexicali quien se ufanó de la retrógrada decisión de los ministros con este discursillo: "Esa es la Iglesia y el proyecto de Dios, donde está la familia y el niño no nacido se le espera con amor; hay un pueblo de amor y de gran esperanza". Ojalá y así fuera, pero es evidente que el Obispo -imagino que por su misma condición- está desconectado de la realidad. Inegi informa que de los 2.3 millones de nacimientos que ocurren al año en el país, 9.5 son de madres solteras que devienen, ellas sí, en valientes responsables y laboriosas madres cien-manos, multiplicadoras de panes y peces para alimentar a su prole.

Mujeres que se levantan al alba para dejar a los chiquitos sanos, equipados y limpios a la guardería antes de correr a la escuela donde dejan a los mayorcitos, y comparecen después en la fábrica o en la oficina donde devengan un sueldo siempre inferior al de los hombres. Después de la jornada laboral fuera de casa, el periplo es al revés, la escuela, la guardería, la compra y el regreso para limpiar, lavar, cocinar y tras algunas horas -siempre insuficientes de sueño- repetir al día siguiente la maratónica jornada. Cuando por un descuido de ella (que no de él porque los hombres simplemente no se cuidan) la mujer vuelve a embarazarse, el hijo que viene romperá el precario equilibrio alcanzado: menos pan, menos escuela, menos salud para los hijos que ya existen.

¿Y a qué horas el amor y la atención a la que todo niño tiene derecho? Indudablemente, de todo lo que existe sobre la faz del planeta, lo más precioso son los niños, quienes además, son la buena tierra donde sembramos el futuro. Lamentablemente, además del rechazo social, la madre soltera no cuenta con apoyo moral ni económico, porque los machos son incapaces de entender la relación que existe entre tener sexo con una mujer y el embarazo.

Siendo así las cosas, ¿con qué derecho entonces se permiten opinar, decidir y hasta legislar sobre un tema que sólo a las mujeres concierne? Ni siquiera voy a referirme a los vergonzosos casos de adolescentes violadas; sólo voy a mencionar aquí los casos más comunes, por ejemplo: mientras trabaja en una obra, un albañil embaraza a varias mujeres en el entorno, pero para cuando nacen los chiquillos él ya trabaja en otra parte y "si te he visto no te conozco".

Y como decimos albañil, decimos diputado; basta recordar el caso de la mujer que hace no tanto tiempo irrumpió en la Cámara con una canasta de huevos: "Lo único que vengo a exigir al señor diputado es que cumpla con sus obligaciones, tengo cómo demostrarle que tiene un hijo conmigo, y le vengo a entregar estos huevos para que sea hombre".

La escena superó en vulgaridad y estupidez a cualquier telenovela, y si la traigo a colación es porque deja claro que el problema es cultural y se da en todos los niveles socioeconómicos. La paternidad irresponsable, esa que finge demencia o huye cobardemente; es cosa del diario. Si realmente existiera algo así como una comprensión masculina del problema, ya tendrían que haber penalizado a tanto semental que anda suelto por ahí.

Qué saben los hombres del infierno que vive una mujer ante el dilema de sufrir o no un aborto. ¿Podrán siquiera imaginar los daños físicos y psicológicos que la marcarán de por vida, cuando -siempre en casos extremos- decide interrumpir un embarazo? Los derechos de la mujer en lo general y en lo particular sobre su propio cuerpo, son termómetro del nivel civilizatorio de un país; pero por lo visto nosotros vamos en sentido contrario. Por simples razones humanitarias no soy partidaria de solución traumática y extrema que significa un aborto; y tampoco creo que ninguna mujer lo sea. Creo en la educación, y en la responsabilidad de la pareja, pero también en el derecho que tenemos las mujeres de no traer hijos a la miseria, al desamparo y al desamor.

adelace2@porodigy.net.mx

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