Durango

¿Y NUESTRAS GARANTÍAS? A SIMPLE VISTA

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¿Y NUESTRAS GARANTÍAS? A SIMPLE VISTA

LUIS E. LOZANO

Hace unos ocho años, el que esto escribe tuvo la oportunidad -en una breve incursión que realizó dentro del periodismo deportivo- de participar en una justa de deporte de aventura en la zona Sierra de Durango.

En aquel entonces, varios grupos de deportistas amateur y profesionales se diseminaron por una buena parte de la zona serrana de los municipios de Durango y Pueblo Nuevo. Los organizadores de ese evento ni siquiera consideraron la necesidad de un resguardo policiaco, pues salvo el riesgo que representan los obstáculos naturales, en ese entonces no había más que temer.

Los jóvenes, unos 80 en total, recorrieron carreteras y terracerías y durmieron al aire libre. Nadie sufrió problema alguno relacionado con la delincuencia.

El tiempo modificó muchas cosas. En la actualidad, esas competencias casi desaparecieron; sería demasiado arriesgado realizarlas; los pocos eventos que se hacen cuentan con la presencia de contingentes militares.

Y es que de unos tres años para acá comenzaron a presentarse indicios de lo que se veía venir: los delincuentes empezaron a abandonar cadáveres en caminos vecinales y las autoridades vieron incrementado el número de denuncias por atraco en las vías de comunicación.

Primero fue la carretera libre a a Mazatlán. Varios autobuses de línea llegaron a ser asaltados por hombres armados que, tras cometer los robos, huían, sin que la autoridad llegara a esclarecer algo.

Después vinieron los hechos delictivos en caminos, principalmente de regiones serranas: para mantener el control territorial, grupos de delincuentes establecieron una especie de retenes en las rutas hacia diferentes municipios y comunidades; hasta el arzobispo Héctor González Martínez fue testigo de ello, por allá del año 2008.

El problema no hizo más que crecer a partir de entonces. Los "falsos retenes" se convirtieron en cosa de todos los días en los municipios del "triángulo dorado", primero, y en los Llanos, después.

En los últimos meses, este tipo de acciones delictivas se han reportado en comunidades de Vicente Guerrero, Cuencamé, Guadalupe Victoria, Nombre de Dios, Súchil, Poanas y en la mayoría de los municipios serranos.

Los asaltos y secuestros, además, se popularizaron en las carreteras libres que unen a Durango con Zacatecas y Coahuila y, más recientemente, se informó del mismo tipo de problemas en la autopista a Gómez Palacio.

El clímax del problema se alcanzó el pasado martes: durante horas, un grupo armado de más de 40 personas se apostó en esa vía carretera, en los límites de Guadalupe Victoria y Peñón Blanco.

De acuerdo con testigos, fueron decenas las personas que sufrieron el robo de sus pertenencias. Algunos de ellos, incluso, se vieron obligados a entregar sus vehículos y fueron "regresados" a la civilización en autobús.

Hasta la Fiscalía General del Estado únicamente llegaron un par de personas a denunciar el hecho, afirmó el titular del organismo, Ramiro Ortiz, aunque hay varios elementos que apuntan a que el hecho fue de afectación colectiva.

Vaya que el tiempo ha pasado: en tres años, pese a no existir restricción constitucional alguna, comenzamos a perder muchas de nuestras garantías.

En Durango, de entrada, el libre tránsito ya no existe. Si bien no ha sido impedido por autoridad alguna, estamos llegando a la "autoimposición" de restricciones: no viajar de noche, irse en autobús o, de plano, quedarse aquí.

De un tiempo para acá, una de las preguntas más recurrentes que ciudadanos le hacen al autor de este texto es qué tan seguro resulta viajar por tal o cual carretera. La respuesta no ha sido, en ninguno de los casos, un sí absoluto... desgraciadamente.

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