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Y tú, ¿qué tocas?

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Y tú, ¿qué tocas?

Y tú, ¿qué tocas?

Juan Manuel Torres Vega

La ejecución artística encuentra en la música una de sus más hermosas expresiones, ofreciendo múltiples beneficios e impulsando el desarrollo integral de la persona. Una rica variedad de instrumentos convierte a esta experiencia en una realidad atractiva y multicolor.

El vínculo entre la música y el ser humano es íntimo y ordinario. Presente a lo largo de la Historia y en todas las culturas, es un ejercicio saludable para el individuo, da entretenimiento y descanso, es santuario y remanso de la vida. Sea como talento o habilidad potencial, su desarrollo abre posibilidades artísticas, lúdicas y laborales, todo encaminado a la satisfacción personal y, si es el caso, a la realización profesional.

INTELIGENCIA MUSICAL

Como fruto de dos décadas de investigación en niños con talento artístico y en adultos con limitaciones derivadas de un infarto cerebral, el académico e investigador estadounidense Howard Gardner (1998) amplía la perspectiva de una inteligencia definida por el coeficiente intelectual a una multiplicidad de inteligencias, definidas éstas como un potencial psico-bio-lógico para resolver problemas, o crear productos, que son valorados por lo menos en un contexto cultural. Una de ellas es la inteligencia musical, entendida como la sensibilidad de una persona ante la melodía, la armonía, el ritmo, el timbre y la estructura musical. Más aún, se trata de una competencia no sólo para componer y ejecutar obras musicales [...], sino también para escucharlas, reconocerlas y analizarlas. Está relacionada con otras inteligencias: lingüística, espacial y cenestésica. Alcanza un alto nivel de desarrollo en compositores, directores, ejecutantes (de un instrumento o desde la propia voz), críticos y espectadores especializados.

El ideal se encuentra en los niños prodigio representados por el genio musical de Mozart, cuyo talento se demuestra desde edades muy tempranas y se desarrolla con una velocidad y calidad impresionantes. La realidad aparece en los infantes cuya habilidad o gusto por la música se cultivan a partir de la vida en familia, en la escuela o en el grupo social donde se desenvuelven. Decimos niños porque la etapa infantil va íntimamente asociada al aprendizaje, el cerebro se encuentra listo para inaugurar más y más conexiones nerviosas, la disponibilidad de tiempo suele ser mayor, las capacidades están dispuestas, el cuerpo tiene una flexibilidad especial, la fuerza del vínculo entusiasma y, con todo, la posibilidad de éxito es más alta que en las fases adolescente y adulta -en el sentido de que la experiencia de la instrucción musical trascienda. Es verdad que nunca es tarde, aunque más temprano es mejor, especialmente si el proceso inicia antes de los cinco años de edad.

Para la elección del instrumento es necesario considerar el gusto personal, que se define habitualmente ante las opciones reales; las implicaciones físicas como el tamaño y el peso de la carga, además de la fuerza corporal necesaria y el gasto de energía; la inversión económica para la adquisición del instrumento, su mantenimiento y el pago de la formación.

VALORAR LOS BENEFICIOS

En general la experiencia musical ha redituado con grandes satisfacciones al ser humano de todos los tiempos, su presencia alienta los grandes momentos de adversidad y gloria, alivia la soledad y el sufrimiento, relaja la tensión y promueve las emociones positivas y el descanso. Funciona como vehículo para la expresión emocional y para la comunicación intra e interpersonal; promueve la perseverancia en las tareas e incrementa la autoestima, favorece la construcción de un ambiente académico estimulante y motivador. Es una actividad abierta a los pequeños de todas las culturas, edades y habilidades; a los adultos que decidan disfrutar del reto y el placer que implica; y especialmente a los niños con necesidades especiales, en quienes un programa de estimulación apoyado por la música es efectivo para su salud y desarrollo en general.

En el caso específico de la formación musical como ejecutante, es importante conocer la evidencia empírica respecto de su efecto positivo para la persona. Acerca de las habilidades espacio-temporales, la investigadora norteamericana Lois Hetland (2000) concluye que mejoran mientras dura la instrucción y mantienen el nuevo nivel en el mediano plazo, que el aprovechamiento es mayor en las clases particulares, en los niños de tres a cinco años de edad y cuando se aprende por nota. No hay evidencia suficiente en cuanto al beneficio para las habilidades lógico-matemáticas ni para el desarrollo de la lecto-escritura, tampoco para el rendimiento cognitivo ni académico en general. El famoso ‘efecto Mozart’ no tiene un sustento formal y guarda mayor relación con la mercadotecnia que con la evidencia empírica. Se une a la enorme lista de soluciones ‘mágicas’, instantáneas y simplistas con que se lucra en el atractivo mundo de la salud y el bienestar. Un consumidor crítico está llamado a reconocer el engaño de las ‘panaceas’.

La consideración de los factores mencionados enriquece la toma de decisiones y permite la satisfacción suficiente para iniciar, abandonar o perseverar en el estudio musical. Cuando la entrega es total, el resultado suele ser magnífico, sorprendente e inesperado. Se trata de tocar lo anhelado de la música, como entretenimiento, escuela o trabajo.

Correo-e: juanmanuel.torres@iberotorreon.edu.mx

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