EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

¡Ya llegué!

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

En esta vida, se van cumpliendo etapas que se cierran y otras comienzan. Yo acabo de acceder a una de las que comienzan.

Recién arribé a la fabulosa edad de los sesenta; y lejos de pensar que se inicia el último tercio de la vida, doy gracias a Dios porque pude llegar a ella.

Muchos no tienen esa dicha. Porque la opción entre llegar a la edad adulta, es precisamente no llegar y esa opción no me agrada.

Pero además, en el recuento de la vida, uno debe ser agradecido por los momentos felices que haya vivido.

Agradecer por una infancia feliz y desenfadada. Con limitaciones, pero sin carencias. Con unos padres amorosos que se desvivieron por uno y un coro de amigos que siempre han hecho cada etapa de mi vida muy dichosa.

Alegrarse de haber conocido el amor y haberlo disfrutado a plenitud. Saber lo que es una pasión y haberse entregado a ella sin límites ni remordimientos.

Haber conocido el mundo y saber que existen otras culturas, otros sabores y otras formas de pensar distintas a las propias. Aprender a respetarlas y sacar de cada una de esas experiencias lo bueno que tengan.

Decía Alexander Duma (padre), que "conocer París antes de los treinta años es un privilegio. Conocerlo después un severo motivo de arrepentimiento". Y yo lo conocía cuando era un privilegio que aún recuerdo con agrado.

La vida no me dio hijos, pero el diablo mandó sobrinos; y ahora hasta sobrinos nietos que son una delicia mayor, porque no los tengo que criar ni aguantar, sólo disfrutar.

Me dio también una bella profesión de la cual vivir honesta y dignamente.

Y sobre todo me dio grandes amigos que me han acompañado alegremente a lo largo de este camino.

Amigos que aún a estas alturas de la vida, acunan sueños y me los comparten, como el de Chuy, que desea adquirir un viñedo en España y poner ahí un hotel pequeño, de contadas habitaciones pero de gran lujo, para irnos a pasar los años que nos resten de vida.

En un proyecto así, yo estaría dispuesto a contribuir y trabajar tan sólo por cama y comida.

El hombre solo deja de vivir, cuando deja de soñar; y yo sigo soñando. Qué mejor que un proyecto así para invertir los años de jubilación, ¿o no?

Me imagino en el porche de una casa de campo, sentado en una mecedora, fumando pipa, una copa de vino tinto en una pequeña mesa, leyendo un buen libro y oyendo crecer la vid, en medio de un silencio majestuoso.

La furia de los años amengua, pero la imaginación sigue viva y el deseo aún no acaba por apaciguarse. Pero todo es hermoso y lento, sin complicaciones, sin prisa, pero sin pausa. Porque la vida sigue y nos brinda nuevas aventuras.

Lo importante es que ¡ya llegué! Y aquí estoy, de pie, dispuesto a enfrentar lo que venga y rogando a Dios que nos permita vivir esta nueva etapa en plenitud, con responsabilidad y amor.

Con muchos amigos; amigos divertidos, de esos que no se toman la vida en serio, porque están conscientes de que no vamos a salir vivos de ella.

Y en tanto que la vida pasa, digamos de nuevo: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 595607

elsiglo.mx