Ya nos cansamos de llorar
“Primero fue Elpidio allá por la primera avenida y crecida que trajo el arroyo del Jabalí. Era una canícula muy caliente esa vez y le dijeron que no se metiera al agua, y el muy terco parecía que le decían que lo hiciera y se tiró de un mezquite que estaba en la orilla y pos a los tres días lo hallaron, ya después cuando bajó la corriente. La fuerza del agua se lo llevó retirado pa’bajo del arroyo. Elpidio era bueno y todos lo lloramos muncho, después, al poco tiempo de lo de mijo Elpidio, apenitas habíamos terminado su novenario, mi apá Jacinto se enfermó, ya no quería comer y gomitava todo. Lo curó la madrina Simona, le puso hierba voladora, buscamos arroz prieto y huevos de gallogallina sin cresta y nada, en pocos días se fue secando y como sudaba mucho pos se fue desgastando hasta quedar casi de 30 kilos. Nosotros y muchos que no eran de la familia también lo lloramos, aunque mi apá Jacinto ya andaba pisando los 90 y tantos años, pero pos uno lo extraña”.
“¡No, pos sí! Uno no tiene memoria pero guarda los recuerdos. A Lupe lo mató un toro, el tonto se metió al corral y pos andaban los animales en brama y con un empujón, uno lo recargó entre el corral de piedras y lo reventó por dentro. Ya no recobró la conciencia, quedó en agonía y ni el humo del solpayate lo pudo despertar y mire que el humo de esa plantita es rete harto fuerte, más cuando se echa con todo y raíz. Las penas siempre las pintan de negro y pos nosotros no semos pobres, semos jodidos, es decir hasta los guachos lotro día vinieron y se llevaron a unos muchachos de por ahí, quesque porque andaban cuidando la mala hierba, esa que se fuma y pos es fecha que no han regresado y pos ir hasta la ciudá a buscarlos, sólo con dinero y pos a donde ir, si ni sabemos cómo llegar y lo pior, toda la ranchería anda sin sosiego, porque por un lao los guachos y por otro los malandros. Si uno no sabe pa donde ganar, muchos se van a la ciudá, al pueblo grande como la mujer de mijo Lupe, o sea mi nuera, junto con sus dos críos se jue y pos es fecha que ni razón tenemos de ella. Dicen que anda de cuzca y que vive en una barriada, yo digo pos por los nietos que todavía están chicos, ella pos ya tiene juicio y que agarre el rumbo que quiera, de primero sí lloré mucho pero a juerza de costumbre pos ya no, sólo me acuerdo. Aquí en este pueblito la más feliz es Tila, a ella le va bien porque está loquita, Tila nació 12 días después del eclipse grande, estuvimos diciéndole a Meche la mamá de Tila que ni se asomara por la ventana, pero la muy terca hasta quiso salir pa ver cómo se ponía oscuro en pleno día y pos ni con ceniza rancia de nixtamal que le aplicó la madrina Simona pudo nacer buena la criatura y pos ahora está airada o eclipsada, mírela, siempre riéndose de todo”.
“Son mentiras que la miseria es bonita, quien diga eso es que nunca ha sentido hambre, ni cómo curarse un dolor y aquí en esta región es lo único que les heredamos, en este pueblito todas las mujeres que pasamos los 40 o 50 años ya casi no miramos, los ojos se nos secan de tanto llorar, de ver cómo se nos van nuestros viejos y cómo se acaban los hijos nuevos. Esto es una telaraña de la que nadie escapa, algunas salen de sirvientas en casas grandes, las muchachas pues, otros hijos cuidan jardines o plantitas también en casas ricas y pos la mayoría se alquilan de peones en alguna construcción. Todos prometen que regresan pero nadie lo hace ¿y pos a qué vienen? ¿A morirse de hambre? Hasta el panteón está lleno de hierbas, muchas tumbas abandonadas, ni a sus muertitos les train, agua, comida o siquiera coronas o flores en su día. ¿Llorar? Pos menos, ¿a poco Dios nos va a hacer caso si lloramos muncho? Ya nos volvimos trascuerdas, puros desencantos y es mejor olvidar que a cada rato estar con la nostalgia de las penas, ya ni el señor curita o los seminaristas que venían llegan acá, como que se olvidaron, la verdá no semos nada, vivimos de las añoranzas. Aquí en Palmillas ni el aigre regresa, menos esos señores que usted dice que se llaman políticos y que nos van a hacer caminos y que orita nos train esas despensas o comida embolsada para que tachemos la hoja cuando hay que votar por ellos. Orita ya ve, vamos a cortar tunas para llenar unas cajas y que pase el camión y a ver cuánto nos da por ellas, pos aunque sea unos 20 pesos porque es tiempo de tunas, pero cuando no hay... pos a buscar animalitos del monte”.
(Fragmentos de una grabación que realizó la trabajadora social María Concepción Zapata Robledo en Palmillas, un ejido marginado del estado de San Luis Potosí, antes de levantar el Censo Nacional de Población de 2010.)
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