'Yo he extorsionado'

"Claudia" sabe que hizo mal. Reconoce que sabe que se mentía al pretender ignorar la razón por la cuál le daban cuatro mil pesos, de cada 10 mil que recogía. En el fondo siempre supo de lo que se trataba, aunque prefería no preguntar, con tal de aligerarse la culpa.

"No es excusa. Pero siempre me consolaba con la idea de que no le estaba haciendo daño a alguien. El tipo que les llamaba diciendo que tenían a un familiar secuestrado estaba en la cárcel.

Pienso que jamás estuvieron en un "peligro real", cuenta esta mujer de 38 años. Ahora reconoce, porque se lo han explicado en la cárcel, que provocaba, además de un daño material, sufrimiento psicológico a las personas extorsionadas.

"Un día me llamaron por teléfono y me dijeron que hablaba un primo de Estados Unidos, que necesitaba dinero para que no lo deportaran", dice "Claudia". "Lo malo es que sí tengo un primo allá, pero no le reconocí la voz. Así que le colgaba".

Las llamadas no cesaron ahí. La voz misteriosa continuó llamando. En una de ésas dijo que quería conocerla, que le gustaba escucharla al otro lado del teléfono. Entonces la voz tuvo nombre: Miguel.

Como si se tratara de viejos amigos, un mal día Miguel decidió ayudar a "Claudia" enviándole dinero para su hijo que estaba enfermo. Así nomás, sin pedirle nada a cambio. A falta de seguro social, "Claudia" tenía que llevarlo a un médico particular. Y aceptó el "regalo".

Tras ese gesto, en apariencia desinteresado, Miguel confesó que en realidad era un reo del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente. "Claudia" no se inmutó. No colgó. No huyó. Al contrario, comenzó a visitarlo en el penal.

 EL ENGANCHE

Los encuentros en el reclusorio se fueron haciendo cada vez más frecuentes. "Sólo los días que iba su esposa o su familia, me decía que no fuera", recuerda "Claudia", enfundada en pantalón de mezclilla y blusa azul, desde uno de los patios del penal de Santa Martha Acatitla.

Fue cuestión de tiempo para que Miguel le solicitara a "Claudia" recoger un paquete, cerca de las 11 de la noche, en la estación del Tren Férreo Guelatao, en la Ciudad de México. "Me dijo, paso a paso, qué hacer. Dónde tomar el taxi. Describió a las personas que dejarían el paquete, en las escaleras del Metro, como si las estuviera viendo. Predijo cada uno de sus movimientos. Y pues lo hice", confiesa esta mujer de 38 años con palabras parecidas a las que aparecen en su declaración ministerial.

"Llegando a mi casa revisé que el paquete contuviera todo lo que él (Miguel) me había dicho. Ahí estaba todo: 10 mil pesos en efectivo, una cámara de video, tres relojes: un Omega, un Rolex y otro 'chafita', seminuevos", recuerda "Claudia".

El juez sentenció a 13 años de prisión a la mujer y sólo siete a Miguel. Las razones fueron dos: el día que la aprehendieron iba acompañada por su sobrino, entonces de 14 años.

"Él no sabía de qué se trataba, sólo me lo llevé para no dejarlo solo. Por eso me agregaron el delito de corrupción de menores".

El segundo motivo fue que aunque Miguel fue el autor intelectual y evidentemente ejercía poder sobre "Claudia", él se encontraba ya recluido, lo que, a interpretación del juez, reducía su nivel de participación.

 VULNERABLES POR LA EDUCACIÓN

Óscar Montes de Oca, fiscal de Secuestros de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, área que también se encarga de investigar extorsiones, dice que la manera cómo enrolaron a "Claudia" es la más frecuente. "Primero inicia una relación de amistad y terminan siendo concubinas o sosteniendo una relación más formal con los internos", explica el funcionario.

El perfil de las mujeres que terminan participando en extorsiones es recurrente: madres solteras, de bajos recursos y con estudios de primaria o secundaria.

En algunas ocasiones, dice Montes de Oca, la participación de la mujer consiste en abrir una cuenta bancaria en la que se depositan los botines. "Les descubrimos 10, 15 o 20 depósitos. Hemos visto estados de cuenta de un mes hasta por 15 o 20 depósitos que no se justifican, desde mil hasta 100 mil pesos, que ellas no justifican porque no tienen un empleo formal".

La Procuraduría capitalina informa que de las 945 personas que han sido consignadas por extorsión ante el Ministerio Público, de 2006 a la fecha, 198 son mujeres. La proporción baja en el delito de secuestro: de los 851 consignados, 157 son mujeres.

Ángeles Corte, directora general del Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género de la Cámara de Diputados, señala que las bandas delictivas toman a las mujeres como "un objeto desechable; en muchas ocasiones, son los propios delincuentes quienes las delatan, a cambio de alguna consideración o una prebenda en el reclusorio; así, ellas también forman parte del botín de la extorsión. El extorsionador sigue delinquiendo y ellas acaban sus días en la cárcel, con sus hijos desamparados y sin la atención que requieren".

El mayor factor de riesgo para que una mujer sea absorbida por bandas criminales es esa subordinación ante el hombre que se aprende desde la infancia. "Sí hay unas variables que ponen a la mujer en una situación de riesgo, con respecto a la comisión de un delito. El asunto de que las mujeres valemos en función de que somos validadas por el hombre", considera Corte Ríos.

No obstante, la incidencia en delitos como la extorsión va a la baja, asegura Montes de Oca. En buena medida, gracias a que las personas ya no caen presas del pánico tan fácilmente, cuando llaman para extorsionarlas. Para evitar ser una víctima, el funcionario recomienda conservar la calma y llamar al Consejo Ciudadano de Seguridad del Distrito Federal (al 5533-5533) para ser asesorado y denunciar.

 . El universal