El 21 de marzo celebramos al primer santo secular de la religión de la Patria mexicana, San Benito Juárez. Antes se festejaba también la llegada de la Primavera, pero ahora resulta que lo que se celebra es el equinoccio y montones de mexicanos vestidos de blanco hacen fila para recargarse de energía como si fuera una gasolinera la noche anterior a un gasolinazo. Este 21 de marzo, además de lo anterior, será la fecha en que la Suprema Corte decida uno de los casos más discutidos del derecho mexicano, el de Florence Cassez.
Lo que está en juego no es la libertad de la señora Cassez, una ciudadana francesa vinculada a un grupo de secuestradores en México. A los mexicanos no nos pasa nada si la señora está libre en Francia o presa en México; si el presidente Sarkozy está contento o enojado. Lo que va a decidir la Corte en el fondo es qué tanto pesan las cuestiones de fondo y forma en el derecho, y eso sí nos importa y nos implica a todos los mexicanos.
La señora Cassez alega, con toda razón, vicios de origen e incumplimiento en la forma en que fue procesada. A estas alturas del partido hay poca duda de la cantidad de tropelías y burradas que cometió el Ministerio Público en el proceso.
La víctima del secuestro alega que, más allá de los problemas de forma, de los cuáles él no tiene culpa alguna, hay elementos suficientes para probar que la señora fue parte activa en el secuestro. La decisión de la Corte tiene que ver con qué es lo que debe prevalecer en el derecho, las pruebas o el proceso, fondo o forma.
La respuesta inmediata que a todos nos brinca ante esta pregunta es que lo que hay que defender es el fondo, y probablemente todos estemos de acuerdo en ello. Pero si fuera tan sencillo e inmediato ni siquiera lo estaríamos discutiendo.
Estando de acuerdo que el fondo debe prevalecer sobre los vicios de forma, la siguiente pregunta es qué es lo que a los ciudadanos de a pie nos garantiza que la impartición de justicia se hará de manera correcta, y eso es la forma. Sólo en un sistema judicial donde se respeta cabalmente el proceso podemos tener certeza de que no habrá abusos y sobre todo que la justicia será igual para todos, independientemente de si eres hombre o mujer, rico o pobre, mexicano o francés.
Defender las formas en la impartición de justicia no es defender la burocracia, es defender que el derecho del ciudadano está por encima del poder de las instituciones. Es el debido proceso lo que nos hace iguales ante la ley.
El derecho mexicano ha pecado de formalista y hay muchísimos delincuentes en la calle por ello. Las cuestiones de forma se han convertido en la ventana de los jueces para no meterse en complicaciones con los criminales y en la puerta grande por la que salen los grandes delincuentes de este país; la Cassez podría ser una de ellas.
Este 21 de marzo hay que estar al pendiente de cómo se resuelva, pero sobre todo cómo se argumente. El respeto al derecho ajeno que proclamaba Juárez tendrá una de sus pruebas de fuego.