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Abuso

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

 A Lgo funciona al revés. Apenas se lanza unas semanas atrás la famosa Policía metropolitana con bombo y platillo, pero la cifra de ejecuciones se dispara y amenaza con doblar la cantidad de muertos que se presentaron en enero.

Sin tener todos los cabos atados para que se formase este cuerpo policiaco, los gobernadores Jorge Herrera Caldera de Durango y Rubén Moreira Valdez, de Coahuuila, signaron un acuerdo en que ambas partes ceden su jurisdicción parcialmente en sus territorios laguneros para que los flamantes oficiales puedan pasar de un estado a otro en caso de una persecución, pero todavía no hacen la tarea debida para que la metropolitana esté respaldada con el debido andamiaje jurídico.

Fueron 150 elementos debidamente equipados con vehículos, armas, cascos, petos antibalas, coderas, rodilleras, escudos y uniformes que hacen que ciertamente luzcan como un grupo con los elementos suficientes para hacer frente a delincuentes que no vacilan en enfrentarlos con armas automáticas de grueso calibre, por ello es un alivio que estos nuevos elementos al menos cuenten con las herramientas necesarias para enfrentar tan complicada tarea.

Bajo esta circunstancia es como se creó este nuevo instrumento, que particularmente el gobernador Moreira tenía prisa por dar algún signo a La Laguna de que él sí podía hacer en cuestión de seguridad algo más allá que la reforma apenas aprobada para desaparecer la Fiscalía y se regresara a la Secretaría de Seguridad y Procuraduría de Justicia, además de su atinado endurecimiento -aunque siempre a medias- de la obligatoriedad de la portación de las debidas placas y una que otra medida en la regulación del consumo de alcohol. En tanto, Herrera Caldera en un afán más de subirse a la ola con su vecino, que realmente atacar el grave y complejo problema de la seguridad en La Laguna, condescendió a todo lo que le propuso su homólogo coahuilense.

Sin embargo, la precisa actualidad está tomando un derrotero distinto. Apenas en la mitad de febrero, en Gómez Palacio y Lerdo se han cometido más homicidios que los acontecidos en todo enero pasado, que fueron 32. Con relación al lado coahuilense también se ha superado la cifra de tres decenas, incluidos los empleados del Cereso ultimados el martes pasado y los 4 crímenes del miércoles pasado por la noche. Pero para que la tragedia sea peor, nuevamente se han encontrado cuerpos en cifras escalofriantes, como las 7 víctimas halladas en una camioneta apenas unos días atrás.

En medio de todo esto, hace poco más de una semana, el templo de San Judas Tadeo fue invadido arbitrariamente por elementos del ejército, policías federales y estatales, quienes sin orden judicial previa, se introdujeron a las instalaciones de la iglesia y al centro de Derechos Humanos Juan Gerardi, el pasado nueve de febrero.

El allanamiento ocurrido, es uno más en la larga lista de atropellos que las policías y los militares poco a poco se han ido acostumbrando a hacer sin repercusiones mayores a sus atropellos.

Cada vez hay más denuncias ciudadanas de que cualquiera de los cuerpos de seguridad en la región, suelen cada vez más cobrar extorsiones, o sencillamente extralimitarse en su actuar en contra de la población civil que además de ser los inocentes en esta descomposición social y sufrir los embates de la delincuencia organizada y de la criminalidad común, ahora tiene que lidiar con gendarmes opresores y abusivos que se aprovechan de la situación que se vive para despojar a muchos de los ciudadanos que sufren cuando son requeridos en diversas circunstancias por los uniformados.

Más allá de que el caso de la intromisión autoritaria e ilegal a una iglesia en la que la Compañía de Jesús se hace cargo de ella, y que la presencia e influencia hace que este hecho constituya una noticia de mayor impacto, debido al peso de los jesuitas en La Laguna, se debe ahora hacer con ahínco los señalamientos ciudadanos quienes no nos podemos acostumbrar también a convertirnos en rehenes de oficiales aprovechados, ventajistas y cobardes que pueden atropellar y despojar impunemente a los incautos que por desfortunio se los topan en el camino.

No nos podemos acostumbrar a este abuso.

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