A todo se acostumbra uno menos a no comer, reza el refrán, que es sabiduría popular.
Esto viene a cuento porque si bien a últimas semanas el nivel de violencia y la relevancia de los hechos acaecidos en Coahuila fueron de una magnitud tal que se convirtieron en noticia de primera plana en medios nacionales e internacionales, la fuga de más de 130 reos por la puerta principal de un penal de Piedras Negras no es cosa menor, aunque sólo alcanzó para ser segundo lugar en escapes masivos de las cárceles mexicanas, detrás de la del penal de Nuevo Laredo. El atentado en pleno sepelio en el panteón Jardines del Tiempo abonó para seguir en los primeros planos informativos, y la desgracia del accidente carretero entre Viesca y Matamoros, donde cobró la vida de 16 seres humanos, hizo que el Estado siguiera en el candelero.
Pero lo de mayor relevancia fue todo el asunto de Heriberto Lazcano Lazcano, quien supuestamente fue abatido en el municipio de Progreso, Coahuila, por efectivos de la Armada de México en un hecho fortuito. La muerte de tan señalado líder de un grupo delictivo tan poderoso, violento y siniestro, por supuesto que causó revuelo a nivel internacional, pero el robo del cadáver de quien en vida encabezó a tan temido cártel, y las versiones oficiales con datos contradictorios entre sí, convirtió a Coahuila en el pináculo de la atención nacional.
Volviendo al refrán. Luego de este vendaval de noticias de tal calibre, parece que la sociedad está acostumbrada a que sea normal que todos los días sean ametrallados en plena calle a total luz del día individuos que bien pueden ser sorprendidos en una esquina como laborando en un pequeño negocio. Ya nadie se sorprende. Igual también aparecen dos ejecutados vía ahorcamiento y son abandonados dentro de un vehículo a tan sólo unas cuadras de una institución educativa prestigiosa, en una colonia de nivel económico considerable y que no tiene muchos accesos que le dieran fluidez a una tentativa fuga, si fuese el caso. Todo esto ya no pasa a ser más que la nota del día. A todo se acostumbra uno.
Pero en medio de estas desalentadoras informaciones, se pudo tener un ligero aliento con un evento el martes pasado que también fue de cobertura nacional y que por fortuna no tuvo nada que ver con temas negativos. Al contrario, hace tres días en la Comarca Lagunera se vivió por primera vez un partido oficial de la Selección mayor de México, en un duelo eliminatorio rumbo al Mundial de Futbol a celebrarse en Brasil en 2014.
Es bien cierto que el estadio Corona, de categoría mundial ya había albergado un juego oficial del equipo tricolor en el Mundial Sub-17, que por cierto se ganó de manera apoteótica contra Alemania, y también había recibido al cuadro mexicano en un partido de exhibición contra la escuadra del Corea del Norte. Nunca se había tenido un cotejo de estas características, y qué bueno que esto pasó acá.
El Territorio Santos Modelo, complejo deportivo que alberga al propio estadio de futbol, por sus características vanguardistas ha permitido que la Selección Mexicana haga más frecuente sus visitas a esta tierra, y eso debe ser un orgullo. El esfuerzo del Club Santos Laguna de tener una sede con esa categoría y por supuesto a los resultados deportivos alcanzados, han provocado que los ojos del país volteen a esta tierra y que no solamente seamos noticias por las balas asesinas de las armas de los criminales.
Sin embargo, hay que señalarlo, el estadio no se llenó. Se contó con una asistencia de alrededor de 22 mil aficionados de los casi treinta mil a que tiene capacidad el campo del equipo albiverde. Se pueden encontrar razones. Que el encuentro se programó para un martes, que no es un día muy atractivo para ir a un espectáculo de esta naturaleza. Los precios de los boletos no eran así como de muy accesible costo y sobre todo, que aunque el encuentro tenía carácter oficial, en realidad no se jugaba nada la Selección Mexicana, salvo un orgullo sin mucha importancia. El rival, la Selección de El Salvador ni remotamente puede entusiasmar a más de dos, además que venía prácticamente eliminada, salvo un milagro en combinación de resultados que sonaba a casi imposible.
Qué bueno que se tuvo el partido, preocupa que no se haya llenado, porque igual en un futuro ya no seamos de las principales opciones en provincia para calendarizar juegos del Tri. Pero tampoco se nos puede exigir que llenemos un estadio cuando nos envían juegos de relleno como el del martes. El Santos y sus triunfos nos han hecho exigentes, también a eso nos hemos acostumbrado.