México será honrado por una nueva visita papal. Será la sexta en 33 años y la primera de Benedicto XVI.
Sobra decir que las anteriores giras de Juan Pablo II cumplieron puntualmente sus objetivos y en algunos casos excedieron ampliamente las expectativas tanto del mismo pontífice como de la sociedad mexicana.
Recibir al líder mundial de la Iglesia Católica en el México actual es un acontecimiento extraordinario que sin duda repercutirá de manera importante en la vida nacional.
Que la visita sea corta y se circunscriba al estado de Guanajuato no demerita en ningún momento la importancia de la misma. Los medios de comunicación y el fervor tradicional de los mexicanos harán posible que la estancia del papa Benedicto XVI se proyecte a todos los rincones del país.
Pero además tener en México a sus casi 85 años de edad a quien se considera al más importante teólogo de la Iglesia Católica contemporánea es todo un privilegio y una deferencia invaluable.
Vale señalar que Su Santidad viene a México en una visita pastoral y en atención a la infinidad de invitaciones que ha recibido de autoridades, jerarcas de la Iglesia y feligreses desde que asumió el cargo el 19 de abril de 2005.
Como jefe de Estado de El Vaticano cumplirá además una visita oficial a México y por ello será recibido por el presidente Felipe Calderón con los honores correspondientes a su investidura.
Ante el clima de violencia y el momento político que vive México es indudable que la atención de esta visita se intente centrar en esta realidad.
Seguramente que el Sumo Pontífice hará referencia al sufrimiento y dolor de los mexicanos que han perdido a sus seres queridos o que han vivido en carne propia esta terrible ola de violencia que no se registraba en el país desde los tiempos de la Revolución Mexicana, hace cien años.
También escucharemos la voz papal a favor de los pobres, los oprimidos y de quienes en este México supuestamente moderno sufren la ignorancia, desnutrición, injusticias y abusos de los poderosos.
Es de esperar que Benedicto XVI lance un enérgico llamado a los mexicanos a estar cada día más cerca de Cristo y de sus valiosas enseñanzas al tiempo que condenará las conductas que van en contra de nuestra esencia humana como el aborto, la adicción a las drogas, la violencia intrafamiliar, la corrupción, el abuso contra los inmigrantes y tantos otros males de nuestro tiempo.
Ha quedado claro que la presencia de Su Santidad no tiene propósitos electorales ni partidistas, aunque huelga decir que los candidatos presidenciales, líderes políticos y algunos empresarios aprovecharán la recta para buscar los reflectores de los medios y con suerte recibir la bendición papal tan necesitada por algunos de estos personajes.
Tampoco el Papa viene a México a inmiscuirse en asuntos internos políticos y de gobierno ni a impartir justicia a quienes lastimosamente han sufrido los abusos de sacerdotes y religiosos pederastas.
Benedicto XVI a nombre de la Iglesia Católica ha pedido en innumerables ocasiones perdón a las víctimas de tales barbaridades así como perdonar cristianamente a los agresores, pero no le corresponde a él tomar acciones judiciales sino a las autoridades competentes.
A unos días de la llegada del Obispo de Roma resulta sorprendente observar que hasta los grupos delictivos de Guanajuato manifestaron su respeto al distinguido visitante y se comprometieron a través de varias mantas a realizar una tregua durante los días de su estancia en esa entidad.
Así las cosas, sólo nos queda disfrutar durante el fin de semana de este suceso histórico para los mexicanos y la grey católica, y de paso sumarnos a las oraciones para que la visita de Benedicto XVI deje en nuestro país una ola de paz, concordia y bienestar.
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