Comentar en estos momentos un tema como el del agua potable podrá ser visto como intrascendente en una región como La Laguna, lo es frente al tema de la inseguridad y quizá también con respecto al desempleo, sin embargo no deja de ser trascendente si consideramos que un porcentaje alto de la población residente en sus ciudades y comunidades rurales, por más que parezca increíble, no tiene acceso a ella si la consume de la llave para sus usos domésticos.
Si nos basamos en los registros de Inegi para 2010 en La Laguna residen 1→ 515,104 habitantes que habitan 385,146 viviendas, de las cuales el 95% cuentan con agua conectada a una red pública en sus viviendas, equivalente a 366,057 viviendas, lo que nos hace suponer que la cobertura de agua entubada en esta región es alta, incluso superior a la nacional de 88.7%.
Si multiplicamos la última cifra de viviendas por cuatro personas que constituyen el promedio de habitantes por vivienda, estimaríamos que dicha cobertura satisface a 1→ 464,228 habitantes, equivalentes al 96.64% de la población total lagunera. Sin embargo, esas cifras pueden resultar engañosas si consideramos que el indicador de acceso a agua entubada no es igual a agua potable, ya que esta última implica que sea con disponibilidad suficiente, de calidad y accesible.
De estos tres criterios, es posible que el primero y tercero se cumplan en el porcentaje de cobertura que se señala, pero no el segundo, en virtud del problema de la presencia de altas concentraciones de arsénico que tiene, es decir, que un alto porcentaje del volumen utilizado para fines doméstico-urbanos está contaminada son esa sal tóxica para la salud de la población lagunera.
Según la Comisión Nacional del Agua (CNA), en La Laguna se estima que sólo la mitad de la población consume en sus viviendas agua para satisfacer sus necesidades en el consumo directo y en la preparación de alimentos, usos que le pueden afectar en su salud, el resto lo hace de agua embotellada o de garrafón; esto implica que cerca de 750 mil habitantes de esta región no tienen acceso a agua potable en los términos que le define Naciones Unidas.
Esta población lagunera se suma a los 220 millones de habitantes de países en desarrollo que no tienen acceso a agua potable estimados por el Banco Mundial, o al 15% de la población de América Latina ubicada en dicha condición, tal como ocurre en las regiones de los países más pobres como Haití o Bolivia.
Lo paradójico de esto es que ocurra en una de las dos regiones económicas del norte de México que mayor disponibilidad de agua tienen por unidad de superficie, donde es claro que el problema no se origina en esta variable, sino que es de gestión, es decir, de administración adecuada del recurso ya que la distribución del mismo prioriza su asignación a otros usos y no al doméstico como lo establece la Ley de Aguas Nacionales.
Lo anterior se corrobora cuando vemos que el 84% del agua extraída del acuífero principal del cual se abastece cerca de 1.2 de los 1.5 millones de habitantes de la región se destinan a usos agropecuarios y el uso doméstico no pasa de un 3%, constituyendo éste ya no sólo un problema de carácter social sino incluso jurídico.
Finalmente podremos continuar escribiendo sobre este asunto y pareceremos reiterativos o intrascendentes en el contexto que señalamos al inicio de la exposición, pero si creemos que debemos estimular el crecimiento económico de la región, difícilmente se podrá atraer inversiones cuando se plantea una problemática como ésta, y eso que aún no se manifiesta en la dimensión que suponemos tendrá al multiplicarse los efectos en la salud de la población. Mucho menos podremos hablar de desarrollo sustentable en La Laguna.