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Ajustes en la campaña

RENÉ DELGADO

Pese a las quejas por el arranque en falso de la campaña -a causa del calendario-, de seguro los candidatos no ven mal lo ocurrido: arrancaron, pudieron calar su estrategia y la de sus adversarios y, con naturalidad, hacer los ajustes necesarios e intensificar el ritmo de ella a partir de mañana mismo.

Que hagan o dejen de hacer los candidatos es asunto de ellos. Lo interesante es qué ajustes piensa hacer el electorado -en particular, la porción organizada de la sociedad- para obligar definiciones de los concursantes frente a los asuntos de su interés y, entonces, elaborar un juicio más acabado sobre ellos.

Es bueno saber qué quieren los candidatos, pero no menos conocer su postura frente a lo que sociedad pretende.

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El arranque del viernes antepasado, de entrada, resultó contrastante al menos entre los abanderados del priismo y el panismo, Enrique Peña y Josefina Vázquez Mota. Ambos se metieron en un mismo carril, mientras que el abanderado de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, evitó litigar ese espacio.

Peña Nieto apabulló a Vázquez Mota. El priista abrió con un mitin en la plaza pública dirigiéndose a la nación, a través de un espectáculo bien armado y enlazado con otros lugares, estableciendo desde el inicio los ejes de su campaña. Vázquez Mota abrió con un mitin casero -la sede del cuartel de su campaña- dirigiéndose a la familia y la militancia con un enlace fallido a algunos comités directivos de su partido y un discurso que, aun cuando, quiere fijar como sello algo "diferente" no acaba, valga la paradoja, de establecer la diferencia.

Fue notorio el esmero puesto por el equipo de campaña de Peña Nieto en el cuidado de la imagen, la presencia y el discurso del mexiquense frente a los resbalones que, para infortunio de Vázquez Mota, comienzan a constituirse en el síndrome de su campaña.

Está por verse si el ritmo y el compás en la campaña de Andrés Manuel López Obrador derivan de la experiencia acumulada a lo largo de años o si, en realidad, es producto de una suerte de resignación frente al reporte de las encuestas, cuyos números -como es lógico- aun no reflejan a plenitud el movimiento de los candidatos. En todo caso, los campanazos dados antes del inicio formal de la campaña -el encuentro con empresarios en el norte del país y la revelación de las personalidades de su eventual equipo de gobierno- no tuvieron registro en el arranque del concurso y su discurso conciliador no consigue acreditarse.

Aunado a lo anterior el bombardeo de spots ya desató su fuego y está por verse su efecto. La sobresaturación de ese tipo de propaganda puede resultarle adversa a los candidatos.

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Del otro lado, del lado del electorado también han comenzado a realizarse algunos ejercicios para tratar de llevar a los candidatos por donde la ciudadanía quiere transitar y no sólo por donde ellos quieren conducirla. Tres ejercicios de ese tipo son destacables hasta el día de hoy.

Uno, el ejercicio de Grupo Reforma invitando a los tres principales candidatos a escribir artículos cortos sobre sendos temas específicos: petróleo (18 de marzo) y "Así arranco..." (30 de marzo). Textos cortos que, en la lectura comparada y hecha la paja a un lado -por no decir la demagogia-, permiten reconocer posturas así como vislumbrar semejanzas y diferencias entre ellos.

Dos, el cuestionario formulado por casi medio centenar de intelectuales, académicos, políticos y empresarios sobre 14 temas del interés público. Las "preguntas cuyas respuestas podrían transformar a México" buscan jalar el debate a temas sustantivos, fundamentales en la definición del desarrollo del país. Faltan las respuestas pero, de entrada, la sola publicación de ese desplegado muestra el afán de llevar el discurso político al terreno de los asuntos centrales del país.

Tres, la presentación y entrega de la Agenda México 12-18 a los candidatos presidenciales. Centrado en el sistema judicial penal y la seguridad ciudadana, en la elaboración de ese documento participaron 19 organismos no gubernamentales y, de acuerdo con lo dicho, su propósito "es lograr que el nuevo ocupante de la Presidencia de la República disponga de un plan de acción claro y haga suyas las propuestas". Éstas fueron bien resumidas: seis en el campo de la justicia penal y cinco en el campo de la seguridad ciudadana.

Más pronto que inmediatamente, los candidatos se comprometieron incorporar esa agenda a su propuesta. No dijeron cómo y, luego, repitieron la letanía del eje de su respectivo discurso electoral. El ejercicio de esa porción de la sociedad fue bueno, pero exige ir más allá: calificar la postura de los candidatos y, así, obligarlos a no pervertir más el diálogo a partir del engaño de que en las reuniones cada quien dice lo que quiera. Calificar su desempeño puede ser una presión.

En ciernes está también el encuentro que la Unión Nacional de Trabajadores realizará con el tema laboral, pero como quiera cabe preguntar: ¿qué otros ejercicios hay que realizar? ¿Y cuál la fórmula para dejar en claro que si bien al electorado le importa escuchar a los candidatos también le interesa ser oído por ellos?

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En este marco, se ha fijado ya el domingo 6 de mayo como la fecha del primer debate entre los candidatos y, ahí, el electorado también tiene que participar.

En ese campo, las porciones organizadas de la sociedad deben intervenir. Sí, qué bueno que los candidatos tengan a sus negociadores, pero no estaría de más que la autoridad electoral también incluyera a negociadores de la sociedad. A fin de cuentas, en el debate participan los dos protagonistas principales del concurso: los candidatos y el electorado y, entonces, no tiene por qué excluirse de la organización del debate a la sociedad.

Quizá convendría presionar para aumentar el número de debates no limitándolos a dos. No se trata, como pretende Andrés Manuel López Obrador, de llevar a cabo 12 pero sí de atemperar el alud de spots con ejercicios de difusión política que escapen al eslogan o la frase hecha.

En la organización de los debates, el electorado debe tener un lugar y ése no es sólo el del espectador.

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Viene la intensificación del ritmo de la campaña 2012. Los ajustes realizados por los candidatos es asunto de ellos, pero también importan los ajustes del electorado para enriquecer la posibilidad de elegir.

Toda elección exige, como prerrequisito, saber entre qué o quiénes se puede escoger. Hay que ajustar la campaña para incluir en ella no sólo a los elegibles, sino también a los electores.

sobreaviso@latinmail.com

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