La contienda por la Presidencia de la República, ha generado un choque de trenes entre Peña Nieto y López Obrador, que revela al PRI y al PRD como las alas extremas de derecha e izquierda del viejo régimen y por tanto, son dos platos que ofrecen una misma sopa: la vuelta al pasado.
Por ello si bien la guerra de encuestas genera la percepción de que Josefina Vázquez Mota se encuentra en un tercer lugar, los hechos indican que la candidata del PAN es la opción de centro, y la única que asegura que nuestro país continúe en el tránsito difícil, pero necesario hacia la democracia plena.
Hace tres o cuatro meses cuando se pensaba que el triunfo de Peña Nieto era inevitable, se decía que el PRI tendría holgada mayoría en el Congreso, sin embargo la división del electorado hace prever que el gobierno que inicie el primero de diciembre sea cual fuere, deberá concertar con la oposición los acuerdos necesarios para realizar las reformas que requiere el país.
La experiencia de los últimos seis años prueba que el PRI y el PRD actuaron como oposición irresponsable y desleal, frente a la urgente necesidad de generar los acuerdos referidos. López Obrador impugnó el resultado de la elección de 2006 y planteó un conflicto que concluyó hace escasos meses, cuanto apareció cubierto con piel de oveja anunciando su república amorosa.
En aquellos días la actitud beligerante del Peje estalló en las calles y trascendió a la fracción parlamentaria del PRD en el Congreso de la Unión, lo que abrió la oportunidad para que la bancada minoritaria del PRI erigida en bisagra de estabilidad, hiciera del gobierno de Felipe Calderón y de la sociedad mexicana en su conjunto, rehenes del pasado.
Por ello ante la evidencia de que los dinosaurios tricolor y amarillo son un peligro para México, resulta absurdo dar el voto al PRI o al PRD y llevar a la Presidencia a cualquiera de ellos, antes de que hayan probado que son demócratas.
Josefina ofrece el espacio de convergencia para concertar los acuerdos que el país necesita, y a quienes argumentan que el triunfo de la panista se advierte difícil, sus seguidores contestan que es la única alternativa democrática, y que además bajaría el nivel de encono que calienta la contienda PRI-PRD, que amenaza convertirse en incendio.
Además de un nuevo conflicto electoral, podemos imaginar a las facciones y tribus de los partidos del pasado en conflicto múltiple de intereses por los espacios y la satisfacción de apetitos bastardos, como los derivados del cobro de facturas por parte de los sindicatos burocráticos o la negociación de cada gobernador con los capos en cada estado.
Si nuestro país tiene un futuro en el corto plazo, sólo puede ser en un escenario en el que se mantenga el rumbo democrático y los partidos de oposición entren en un cauce de entendimiento con el gobierno electo aun por mayoría relativa.
Es cierto que sobre las espaldas de Vázquez Mota pesa el desgaste del ejercicio del poder de su partido. En cualquier país del mundo con un sistema democrático que haya pasado la prueba del tiempo, una nueva alternancia después de doce años sería lo normal, pero en nuestro caso el riesgo de volver atrás es grave y conviene evitarlo.
La distancia que guarda el presidente Calderón con la candidata y con el proceso de sucesión (caso único en la historia), el apoyo de Manuel Espino a la candidatura de Peña Nieto (no me ayudes compadre) y la proclama locuaz del marido de Martha Sahagún en favor "del que vaya a ganar", lejos de ser pasivos de Vázquez Mota, constituyen activos que fortalecen la idea de que Josefina en efecto es diferente, como pregona su lema de campaña.
La sufrida experiencia del Siglo Veinte mexicano y el pésimo desempeño de los gobiernos estatales priistas del presente, hacen prever que el posible arribo del PRI o del PRD a la Presidencia, en vez de impulsar la solución de los problemas actuales de México, tendrá por consecuencia lo que estamos viviendo a nivel de estados: la reducción de las libertades individuales y la violación de los derechos humanos, el fin de la transparencia y la rendición de cuentas, la vuelta al centralismo autoritario, el regreso a la inestabilidad económica, el endeudamiento irresponsable, el retorno del populismo rampante y eventualmente, la muerte y sepultura de nuestra frágil democracia.