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AMLO resolvió su encrucijada

JESÚS CANTÚ

Todo indica que Andrés Manuel López Obrador resolvió formar su propio partido político, al margen de los 3 partidos que integraron el Movimiento Progresista, simplemente con el apoyo del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), con lo cual él encontró la vía para canalizar las inconformidades de sus seguidores y elevó el reto para los institutos políticos que lo postularon para la Presidencia de la República en dos ocasiones.

La solución no es mala para la izquierda en su conjunto, pues podrá mantener los casi 16 millones de votos que logró recoger en las pasadas elecciones presidenciales; pero sí puede serlo para algunos de los partidos políticos en lo individual, particularmente para el Movimiento Ciudadano y el PRD.

Desde la reforma constitucional y legal de 2007 era evidente que si AMLO quería formar su propio partido político, sin recurrir al registro del PT y/o MC, tendría que esperar hasta después de las elecciones presidenciales del 2012, pues la nueva legislación así lo establece. El momento llegó y finalmente parece que AMLO se decidió: va por el registro para un nuevo partido, al margen de los otros dos institutos.

AMLO conoce muy bien los entresijos de los tres partidos políticos y sabe que en el PT y el MC hay liderazgos muy fuertes, con los que siempre tendría que estar negociando y haciendo concesiones, que él seguiría aportando buena parte del caudal de votos y ellos administrarían los recursos que su presencia les allegara; y, en el caso del PRD, ya confirmó que a pesar de que lo necesitan para mantener un porcentaje interesante de votación, tribus ajenas a su control son las que mantienen la dirección del partido, con lo cual los conflictos serían permanentes.

Ante ese panorama optó por la vía larga, sabe que tiene suficientes seguidores para realizar las asambleas estatales o distritales y juntar los casi 220 mil afiliados a nivel nacional y, en todo caso, el problema al seguir esta ruta es de dónde se allegará recursos para financiar sus actividades, habida cuenta que durante los seis años en los que recorrió todo el país e integró Morena, lo hizo con dinero de los partidos políticos y los apoyos de algunos gobiernos perredistas.

La decisión del ex candidato presidencial sí coloca en problemas al PRD y al MC, no tanto al PT. Una parte importante de los integrantes de Morena son militantes de estos tres partidos políticos, así que en los meses por venir tendrán que decidir si mantienen su actual militancia u optan por integrarse a la nueva fuerza política; pero dado que el número de afiliados que se requieren no es tan importante, en ese sentido el impacto es menor, donde realmente afectará es en las elecciones del 2015, en caso de que se concrete la formación de Morena.

Las consecuencias pueden ser muy diferentes: en el caso del PRD, el problema es que tanto se reduce el casi 20% de los votos que obtuvo en las elecciones legislativas, pues hay que recordar que en el 2009, última ocasión en la que compitieron separados de los otros dos partidos, su porcentaje de votación se redujo a un escaso 13%, con su correspondiente merma en el número de curules y en el financiamiento público que recibieron.

Pero los problemas son mayores para el MC y el PT, que no sólo se enfrentan al riesgo de perder votos, sino incluso el registro. En esa misma elección, en la que ambos tuvieron el apoyo de AMLO, el MC consiguió apenas el 2.6% de los votos, con lo cual se quedó cerca de perder su registro; el PT, lo libró con holgura al conseguir 3.9%, pero tuvo a su favor el caudal de votos que obtuvo en Iztapalapa por la candidatura de Juanito. Así el riesgo para el MC es mayor, ya que su porcentaje de votación apenas le permite conservar el registro y los votos que le arrebate Morena pueden ser la diferencia; en menores problemas está el PT, pues tiene una base territorial que le permite normalmente alcanzar los votos necesarios, pero también puede sufrir las consecuencias de una sangría, pues fue de los que más hizo depender su imagen de AMLO.

La izquierda en general gana, pues al margen de la fuerza particular de los partidos políticos, lo cierto es que tendrán la posibilidad de ir en coalición en las elecciones presidenciales y lograr nuevamente, como sucedió en 2006 y 2012, porcentajes superiores al 30%, sin embargo, la coalición difícilmente se concretará en el 2018 si AMLO pretende ser nuevamente el candidato de la izquierda.

Y una izquierda dividida está condenada al fracaso, pues automáticamente ese 32 o 35 por ciento de los votos se repartiría entre las distintas fuerzas y seguramente el candidato que más votos obtendría rondaría la quinta parte de la votación, con lo cual no tendría ninguna posibilidad de ganar.

Por el momento, todo indica que AMLO resolvió su encrucijada, pero la trasladó a los partidos políticos que lo apoyaron, que tendrán que empezar a preocuparse para sostener sus porcentajes de votación, pues una fuerte sangría a favor de Morena en las elecciones intermedias del 2015, incentivaría nuevamente las ambiciones de López Obrador, quien llegaría a las siguientes elecciones presidenciales en mejores condiciones de negociación interna de cómo llegó en esta ocasión, además de que cumplió a medias su palabra al no incendiar al país, aunque no se retiró como también había ofrecido.

Así la izquierda mexicana está condenada a mantener permanentemente sus confrontaciones internas.

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