EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Apagones

JULIO FAESLER

Hace poco se produjo en la India el apagón más grande de su historia y posiblemente el mayor que se haya registrado en el mundo. 700 millones de seres humanos quedaron sumidos en la oscuridad durante más de un día.

El incidente se pareció al que presencié cuando asistí hace algunos años a una reunión en Naciones Unidas en Nueva York. La ciudad y diez estados circunvecinos se quedaron muchas horas sin luz. Menudearon las anécdotas, desde las chuscas de los atrapados en elevadores de los enormes rascacielos hasta las dramáticas fatalidades por la interrupción de aparatos médicos.

Tales contingencias que afectan sofisticados sistemas pueden sorprendernos en cualquier lugar y en cualquier momento. Cualquier desperfecto oculto puede ocasionar daños que se multiplican en incontrolable cascada. En el caso de las condiciones socioeconómicas y políticas los orígenes de las fallas no son tan ocultos. Los desplomes económicos, las crisis financieras, las caídas en los niveles de vida y los disturbios callejeros con amenazas de desestabilización del Estado son resultado de procesos que se desarrollan gradualmente. Por ser detectables a tiempo, hay que tener la sensibilidad de ver el problema en su raíz y procurar solucionarlo a tiempo.

Nuestro país nos ofrece procesos cuyas inercias pueden llevarnos a dinamizar nuestro desarrollo o, por el contrario, desembocar en desastrosas consecuencias. Es cuestión de cuidar las primeras y desactivar las segundas.

A la luz de las realidades que vivimos en la actualidad hay que aprovechar los avances que en no pocos terrenos hemos registrado para llevarlos aún más adelante. La solidez macroeconómica que se ha construido a base, por cierto, de grandes sacrificios populares, debe madurar en un progreso general que sea equitativo. Las abundantes inversiones públicas tienen que volverse más productivas en términos de empleo que hay que crear multiplicando cadenas industriales que nos libren de las importaciones a veces suntuosas e innecesarias, que están debilitando nuestra actividad económica y falseando nuestras cifras de exportación.

Hemos hecho algunos ajustes al sistema fiscal que hay que proseguir para modernizarlo y alimentar los muchos programas públicos que esperan recursos. El proceso de evaluación del magisterio aunque va arrancando, ya apunta a la dirección correcta. Se enfrenta a desordenadas violencias callejeras, pero es el único camino para abrir oportunidades a la juventud cuyo potencial estamos desperdiciando.

El sistema electoral, el más perfeccionado, pero el más caro del mundo, es componente indispensable para atender las demandas de la ciudadanía. Hay que fortalecerlo, en vez de cuestionarlo constantemente erosionando su función.

La seguridad para la vida personal y la actividad general tiene que garantizarse con un clima de confianza que, poco a poco, va venciendo al crimen organizado y al negocio de narcóticos con una acción sin duda dolorosa. El avance no hay que detenerlo, sino reforzarlo.

A diferencia de las contingencias que aquejan a las infraestructuras físicas, tan vulnerables a descomposturas ocultas imprevisibles, los gérmenes destructivos de los procesos sociales se dejan anunciar con toda anticipación.

Al iniciar un nuevo capítulo de nuestro desarrollo nacional habrá que estar atentos para aprovechar cada uno, sin excepción, de los elementos constructivos que hemos alcanzado en la última década. La inconstancia es tara recurrente en nuestra historia. Casos tras casos de desestima de logros, abandono de programas bien concebidos y en su momento eficaces, extinción de organismos indispensables para el desarrollo, destrucción sistemática por corrupción de otros con los resultantes vacíos de atención, explican nuestros retrasos y el que no hayamos cumplido de manera sistemática nuestro avance económico y social.

El abandono de inercias constructivas que con mucho esfuerzo y sacrificio se van integrando, por un irresponsable afán de innovación que rechaza lo alcanzado, está a la base de nuestra lentitud comparativa con otros países.

Tenemos a la vista cada uno de los componentes del desarrollo económico, político y social y podemos detectar al momento cualquier desvío que muestren respecto de su función para aportar más elementos al progreso general. Teniendo todo a la vista, no tenemos por qué temer un apagón.

juliofelipefaesler@yahoo.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 771413

elsiglo.mx