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Apología de las marchas

GENARO LOZANO
"El ideal creado por el partido era algo enorme, terrible, y brillante -un mundo de acero y hormigón, de máquinas monstruosas y terribles armas- una nación de guerreros y fanáticos, marchando hacia adelante en perfecta unidad, todos pensando los mismos pensamientos -trescientos millones de personas, todas con la misma cara."— George Orwell, 1984

"Son turbas de fascistas" dice una columna. "En esas marchas hay discurso de odio", dice en radio un comentarista. "Esto es una confusión enorme, aquí sí hay democracia, esto no es una primavera árabe", argumenta alguien más por ahí. "Son porros y acarreados, no son estudiantes", vocifera alguien más.

La visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana se convirtió en el motor de un ciclo de protesta a nivel nacional, cuyo epicentro es la Ciudad de México y donde más fuerza parece tener hasta el momento. ¿La razón? La cobertura noticiosa del acto en el que el candidato puntero a la presidencia salió corriendo de esa universidad ante gritos de "¡fuera, fuera!" y las declaraciones de algunos líderes del PRI tras el evento que pidieron que "se investigara a los manifestantes", como si fueran criminales.

En efecto, los priistas no logran entender por qué hay tanto enojo. Si su candidato acudió a la Ibero, no canceló, como sí hizo Josefina Vázquez Mota cuando su equipo se enteró de que vari@s estudiantes habían mandado hacer unas playeras que decían "Yo sí soy perfect@, estudio en la Ibero". Tampoco pueden entender el trato a su candidato, si Peña Nieto "acudió a dialogar, respetó los actos de protesta, no fue agresivo con los opositores". Y en ese punto, creo que tienen un poco de razón. Peña Nieto en efecto acudió a la Ibero y aguantó vara, como se dice coloquialmente.

Sin embargo, la causa de las manifestaciones en la Ibero y las que siguieron después en el ITAM y en la misma Ibero, el viernes pasado, así como la megamarcha del sábado pasado tienen razones mucho más complejas y es lo que no parecen entender los priistas y quienes argumentan que estas marchas no tienen cabida o que son actos infundados.

En efecto estamos viendo en la campaña de Peña Nieto uno de los mejores productos de la mercadotecnia política en los últimos años en México. En efecto, sus spots están bien hechos, sus plataformas web son las mejores, los videos de "La Gaviota" son exitosos, aunque a muchos no nos digan nada y los encontremos hasta ofensivos a la inteligencia del electorado.

Sin embargo, lo que no gusta son las propuestas, la idea del candidato puntero de que México sólo puede salir adelante "con mayorías, con unidad nacional, no dividiendo", en lugar de valorar la pluralidad política, la construcción de consensos, la idea de que la democracia administra los conflictos y no el pensamiento único. Lo que no gusta es que haya "logros" que presume Peña Nieto de su paso como gobernador mexiquense que no concuerdan con datos duros. Lo que molesta es que haya poca transparencia en el uso de los fondos de su campaña. Lo que indigna es que se cobijen las prácticas autoritarias de gobiernos priistas como el de Veracruz o el de Coahuila. Lo que lastima es que ante el dispendio de la vida de líderes sindicales como Carlos Romero Deschamps se le cobije con una candidatura al Senado. Lo que preocupa es que se presente un joven candidato que dice ser el "nuevo PRI", pero actúe como los peores representantes del pasado priista.

Muchos se preguntan ahora si las marchas podrán cambiar el resultado de la elección, que se anuncia ya como un triunfo inevitable del PRI. No lo sé, pero lo que sí sé es que lo que vimos en la Ibero, después en el ITAM y posteriormente en la megamarcha del Zócalo al Ángel de la Independencia está teniendo consecuencias en la campaña electoral. Peña Nieto publicó ayer un "Manifiesto por una presidencia democrática", al tiempo que Vázquez Mota y AMLO han también incorporado en sus ejes discursivos algunos de los reclamos de los manifestantes. Lo que también veo es que es sano y necesario que se critique la labor de los medios de comunicación.

La marchas, la protesta, la disidencia y la pluralidad son síntomas de una democracia sana. Como decía Charles Tilly, uno de los grandes estudiosos de la protesta y la disidencia, las marchas permiten hacer que hablen las mentes, sin que haya elecciones o encuestas. En este momento, las marchas que empiezan a organizarse son la otra cara de esas encuestas que nos dicen que Peña Nieto está 15 o 20 puntos adelante del segundo lugar en las encuestas. Son una exhibición de que los estudiantes no son apáticos.

Finalmente, las marchas son tal vez la respuesta más clara a la pregunta que desde hace ya casi tres años muchos se preguntan sobre si las redes sociales pueden ser instrumento de movilización, sobre si se pude pasar del RT y del twitt a la acción colectiva en las calles, sin que haya un partido político detrás o los recursos de algún empresario.

Politólogo e Internacionalista

Twitter @genarolozano

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