Aunque algunos piensen lo contrario, el asunto de AMLO ha quedado despachado. Era inevitable que llegase a su momento de definición. Hay alivio para todos, y, debe haberlo también para el propio Andrés Manuel quien, ya formalizado su empeño, puede dedicar todo el tiempo necesario, incluyendo una escala el 2018, para que la labor de Morena contribuya a levantar la cultura política de sus millones de seguidores, y con ello la de México.
El trabajo requiere obsesionado tesón y López Obrador lo tiene, igual que aquel Nicolás Zúñiga y Miranda, eterno candidato, (compitió seis veces) a la Presidencia a finales del XIX y en las primeras dos décadas del XX y quien se autonombró Presidente Legítimo en seis sucesivas elecciones presidenciales, ciñéndose el mismo número de bandas presidenciales.
Se reinicia el ciclo democrático con una nueva alternancia. Los próximos seis años serán de intensa entrega para todos los partidos y sus líderes. Las enseñanzas que derramó la experiencia electoral de 2012 fueron duras, severas. Ni el partido ganador puede olvidar que el pueblo ha perdido el respeto a lo que antes era la maquina política perfecta, "el invencible". Su compromiso de no regresar al gobierno a la legendaria corrupción, la visión patrimonialista del poder, que lo sostuvo 70 años, tiene que ser cumplido. Sabemos que le puede ser muy difícil si de verdad existe el propósito y hoy la ciudadanía tiene armas con las que antes no contaba para hacer valer su escrutinio y exigencias.
Independientemente de la actuación del PRI en la presidencia de la República ¿jugarán las asociaciones y las redes virtuales el papel que se han autoasignado en el proceso de transformación hacia la fase participativa de nuestra Democracia?
El rol de la sociedad civil es importante en cuanto dinamiza y depura el organismo político interno para procesos electorales y para el combate a la corrupción.
Tratándose de un tema distinto, el de un programa nacional de desarrollo vigoroso y equitativo, hoy día ni dentro ni fuera del Congreso, ningún partido tiene credenciales para concertar sin aliados un programa nacional terso y vigoroso. Mientras se continúe con los malabares políticos de integración de comités legislativos ses perderá tiempo. Si adicional a esto, se repite la práctica de colocar en el gabinete presidencial a personalidades más con "experiencia" en manejos políticos que con la capacidad creativa que el mundo actual exige, nuestro país seguirá, adocenado, encerrado en sí, sin deseos ni tampoco necesidad de lanzarse, conforme a un esquema maestro, a la toma de decisiones de dimensiones mayores correspondientes a nuestro lugar en el consorcio internacional.
Por ahora vivimos en santa paz....hasta que algo suceda. Los hechos que estallan en un mundo tan turbulento donde un trozo de U-Tube de Internet dispara asesinatos de embajadores y asaltos furiosos a instalaciones de todo tipo, nos alertan a estar prevenidos para cualquiera eventualidad producto de sucesos o coyunturas internacionales que no nos debe sorprender como fortuitos.
Ya nuestra posición estratégica en el comercio narcotráfico internacional nos lo ha probado. Nuestra importancia como país petrolero con perspectivas de crecimiento es recordatorio del mundo peligroso en que vivimos. Otros países "emergentes" como nosotros, India o Brasil como ejemplos, tienen cuidado en posicionarse claramente en el complicado escenario mundial donde la solidaridad entre los que tienen visiones y aspiraciones de vida análogos se hace patente en sus planes nacionales de desarrollo.
Nuestra candidez internacional es una explicación de nuestra muy cuidadosa presencia en asuntos internacionales que no sean los de las grandes convenciones donde, sin duda nuestro papel ha sido positivo. Nos resistimos, por ejemplo, a contribuir con contingentes a las fuerzas de paz de la ONU.
Lo anterior es la inevitable consecuencia de contarnos entre los países de creciente influencia internacional entre los casi 200 miembros de Naciones Unidas.
Nuestro proyecto de nación debe ser el de un país próspero, pero justo, con un alto índice de felicidad. Fuerte a su vez para saber defender lo que vayamos logrando y para resistir peligros inesperados que desde fuera puedan llegar. Esto requiere que seamos una comunidad ordenada que cuente con estructuras sólidas en todas las áreas sociales y económicas.
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