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Bitácora de orquesta

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Gregorio Muñoz

Resulta común suponer que ser músico de orquesta equivale a llevar una vida libre de responsabilidades fuera de llegar a tiempo al concierto, acaso con un ensayo previo. No obstante, sentarse con un instrumento en el escenario implica un arduo trabajo que pocos están dispuestos a asumir.

La música sólo puede estar viva realmente si hay auditores que estén realmente vivos.

Aaron Copland

Con frecuencia el ambiente de las salas de conciertos está cargado de solemnidad y la comprensión de la música de orquesta no carece de obstáculos. Esta particular expresión de la creación humana, cuyo origen se remonta ya a algunos siglos, ha cautivado a innumerables generaciones bajo el encanto de su belleza en apariencia sencilla. En opinión del compositor norteamericano Aaron Copland, para apreciarle de manera plena es necesario tener al menos conciencia de los tres elementos que le son esenciales: los sentimientos, la expresión y la musicalidad.

Asimismo, si se busca entender mejor la complejidad de su esencia, es conveniente asomarse a aquello que está antes del primer golpe de batuta en el momento de la ejecución: el camino que recorren día con día quienes nos brindan el hecho sonoro de un concierto; la bitácora de un músico de orquesta.

PRELUDIO

Integrarse a una orquesta implica más que ser talentoso. La formación académica de un profesional varía, acorde a las circunstancias imperantes en el país en donde se instruye. Así, la añeja tradición europea ha permitido la existencia de instituciones avocadas a la enseñanza desde edad temprana. La importancia asignada a este género responde a la actitud que tienen las autoridades, las instituciones y los particulares de un lugar determinado. Podemos afirmar que en México surgió de una manera organizada en las primeras décadas del siglo pasado.

Actualmente la educación de un músico orquestal lleva en promedio ocho años. Entre las dificultades que enfrenta un aspirante a esta profesión se encuentran los prejuicios hacia las actividades artísticas, la ausencia de programas formativos en los primeros años escolares, el reducido número de instituciones especializadas y la desigual distribución de oportunidades para el desempeño artístico. A menudo deben iniciarse de manera particular o en pequeñas academias. Afortunadamente, el entorno centralista en el que las posibilidades para una instrucción seria se localizaban en la capital del país va cambiando. Hoy ciudades como Xalapa, Morelia, Guadalajara y Guanajuato entre otras, ofrecen programas estructurados para quienes han decidió dedicarse a esta disciplina.

Tal circunstancia, aunada a la fundación de nuevas agrupaciones, ha ampliado las oportunidades para vivir de la música. No obstante, existen grandes asimetrías si comparamos el entorno nacional con otros países. Por ejemplo, mientras en Alemania hay alrededor de 500 orquestas, en México no tenemos siquiera una por estado. Así, paradójicamente las existentes se ven forzadas a la contratación de intérpretes extranjeros para completar sus filas.

TRAS BAMBALINAS

La vocación, la determinación personal y el talento son indispensables para abrirse camino en este medio. No basta con decir “quiero tocar en esa orquesta”. Los estudios mínimos necesarios equivalen a una licenciatura, pero la preparación jamás finaliza. La actualización y el perfeccionamiento permanentes son indispensables a fin de mantener la calidad en la ejecución.

Para quien está en una orquesta, hay tres horas diarias de ensayo en grupo, a las cuales se añaden otras tres horas de práctica individual. A menudo un músico completa sus actividades con la docencia, circunstancia que implica más tiempo con su instrumento y además ha hecho posible la formación de aspirantes desde una temprana edad y sirve de base para el crecimiento de las instituciones dedicadas a la enseñanza musical.

Los profesionales coinciden en que la disciplina necesaria para la práctica debe extenderse al ámbito personal. Si bien no hay una regla les exija llevar un estilo de vida ordenado y con pocos desvelos, el sentido común les indica que así tendrán un mejor rendimiento. Desde luego, esto queda sujeto totalmente a una decisión personal. Lo mismo pasa con la vitalidad de hacer ejercicio, a fin de que fortalecer los brazos o favorecer su respiración: incorporarlo a la rutina ofrece beneficios, pero depende de sus propias inclinaciones y aunque ciertamente es deseable, no resulta indispensable.

EL LUGAR DE LA MÚSICA

La vida de un músico, en apariencia apacible, oculta la dinámica naturaleza del medio que en realidad es trashumante, primero por la búsqueda de un lugar de trabajo y una vez dentro de la orquesta, en las giras y presentaciones en lugares lejanos. También en otros países, en el cultivo del perfeccionamiento. A la manera de un ‘movimiento perpetuo’, un ejecutante está en continua acción. Esa dinámica actividad ha permitido llevar los conocimientos, las costumbres y visones culturales a los más diversos rincones del planeta.

Detrás de la adusta apariencia del traje de gala se guardan diversas preferencias y capacidades. Cada temporada los artistas se ven obligados a aprender e interpretar nuevas obras. Pero fuera de ello, las predilecciones personales son tan variadas como temperamentos existen. En sus ratos libres un músico puede ser tanto intérprete de jazz como fanático del danzón, de las melodías folclóricas o los ritmos tropicales.

Esa diversidad va de la mano con su pasión por el ámbito sonoro y se refleja en el entusiasmo con la que se entregan a su tarea. Quizá por ello la música mantenga un lugar tan importante en las preferencias de los humanos y ha prevalecido a pesar de las crisis, las guerras y el tiempo.

Vienen a la mente algunas escenas relacionadas con el cine, que es por cierto otro de los ámbitos nutridos gracias al desempeño de numerosos músicos de orquesta. Primero, la del Titanic en sus momentos finales, cuando la orquesta en gesto heroico se mantiene tocando mientras el buque encamina su proa hacia el fondo del océano. Otra, la del pianista que en medio de las ruinas encuentra la clemencia de un enemigo quien le regala su abrigo como agradecimiento a la brillantez de las interpretaciones que en otro tiempo escuchó de él. Finalmente, la orquesta tránsfuga del régimen autoritario, que en medio de una caótica y clandestina gira logra articular la grandeza de la interpretación sinfónica, como un gesto incuestionable de libertad. Tales circunstancias no son otra cosa sino una muestra de los valores que encierra la música, en algunas ocasiones como manifestación de la heroicidad, en otras como expresión del regocijo de los sentidos y como una de las más acabadas formas del talento.

Los conciertos en vivo y los medios masivos de comunicación han hecho posible que la creación musical alcance una cobertura global. Las grandes creaciones musicales son ahora moneda corriente en todas partes. Vale recordar en este punto, que ello es posible en esencia por el trabajo incansable, disciplinado, talentoso y casi anónimo de un ejército de personas que han consagrado sus vidas a esta excelsa actividad artística.

Correo-e: gregoriomunozcampos@hotmail.com

Fuentes: Este artículo fue posible gracias a la opinión de integrantes de la Camerata de Coahuila.

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