"Ya me odio yo mismo cuando salgo en la televisión."
Héctor Bonilla
Cómo estarán las cosas que el propio Héctor Bonilla está cansado de la repetición de su anuncio a favor de Morena, el movimiento de Andrés Manuel López Obrador. Imagínese usted cómo estamos los verdaderos ciudadanos.
El actor, que empieza su anuncio afirmando que no pertenece a ningún partido político para después pedir apoyo para Morena, ha llegado a inventar un "compló" de las televisoras por repetir tanto su anuncio. La verdad es que ni las televisoras ni las emisoras de radio, que tienen obligación de repetir el anuncio ad nauseam, lo programan. Esa responsabilidad corresponde al IFE.
La ley electoral de 2007 tomó los tiempos públicos de radio y televisión para difundir propaganda política. Con el fin de evitar amparos, colocó las reglas en la misma Constitución. Somos así el único país en el mundo que establece obligaciones de programación de medios en su carta magna: "A partir del inicio de las precampañas y hasta el día de la jornada electoral quedarán a disposición del Instituto Federal Electoral cuarenta y ocho minutos diarios, que serán distribuidos en dos y hasta tres minutos por cada hora de transmisión, en cada estación de radio y canal de televisión" (artículo 41).
Estos tiempos los utilizaba antes el Estado, pero se concentraban en programas de media hora en horarios posteriores a la medianoche y anteriores a las seis de la mañana. Por eso no eran tan pesados. Al colocarlos en 48 minutos diarios en los horarios de mayor audiencia los políticos crearon un monstruo de saturación.
En el caso del comercial de Bonilla la saturación se multiplicaba por la conjunción de los tiempos electorales de la federación y del Distrito Federal, así como por el hecho de que los tres partidos de izquierda juntaron sus tiempos para esta propaganda. Por eso en unos cuantos minutos podíamos escuchar el mismo anuncio varias veces: primero en una pauta federal y luego en una capitalina, primero en una del PRD y luego en una del PT.
Bonilla, los políticos y los funcionarios del IFE se están empezando a dar cuenta de algo que los publicistas siempre han sabido: la reiteración excesiva de un mensaje provoca rechazo. La culpa no es de las emisoras de radio y televisión, que son multadas si no respetan la pauta del IFE, sino de una legislación que nunca entendió lo que significan 48 minutos diarios de propaganda en los horarios de mayor audiencia. No hay empresa en el mundo que pueda siquiera aproximarse a ese nivel de saturación.
Con la decisión del Tribunal Electoral de retirar, por lo menos parcialmente, el anuncio de Bonilla habrá un respiro; pero esto no significa que el alud de propaganda vaya a desaparecer.
En el norte del país, donde es común que se emitan programas para ambos lados de la frontera, en inglés o en español, las emisoras mexicanas están perdiendo competitividad por esa carga de propaganda. Las emisoras de Estados Unidos no tienen ese impuesto adicional en tiempo y por lo tanto pueden mantener mejores niveles de rating que las mexicanas.
Los ciudadanos mexicanos, mientras tanto, estamos siendo sometidos a un irritante y constante intento de lavado de cerebro. Por eso los insultos y las reacciones de odio hacia Bonilla en las redes sociales. La culpa no es, sin embargo, de las emisoras de radio y televisión, como él dice, sino de una clase política que se apropió de un tiempo enorme en los medios de comunicación sin entender las consecuencias de lo que estaba haciendo.
ALESSIO Y CASTAÑEDA
Miguel Alessio Robles, consejero jurídico de la Presidencia de la República, me escribe: "Es falso que el Tribunal Electoral se haya negado a conocer el caso Castañeda…. La estrategia jurídica fue acudir al amparo, a sabiendas de que era notoriamente improcedente, para luego ir a la instancia internacional y, con la excusa de que se le negaba acceso a la justicia, poder litigar ahí también el tema de las candidaturas independientes."
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